Por Puerta E
Algo no anda bien con la policía de Esquel. La semana pasada la modorra informativa fue sacudida cuando Fabián Galuppo, operador de Radio Nacional, radicó una denuncia por “violencia policial y abuso de autoridad” en la Fiscalía local. El vecino se puso en cueros ante la sociedad para mostrar las marcas que -afirma- le dejaron seis oficiales de la fuerza provincial. Un caso alarmante si se tiene en cuenta que, de acuerdo con la Ley 815, los ciudadanos les pagamos a estos agentes para que se ocupen de “resguardar la vida, los bienes y otros derechos de la población”.
Lejos de resultar indiferentes, este tipo de hechos generan bronca y rechazo en algunos sectores de la sociedad. El martes pasado Puerta E se hizo eco de la opinión del lingüista Antonio Díaz Fernández quien se solidarizó con Galuppo y cuestionó “estas conductas residuales del modus operandi de la dictadura genocida de la década de los ‘70”.
En la misma línea, el abogado Gustavo Macayo hace hoy referencia a este caso y recuerda el acaecido el año pasado con el artesano Manuel Guillard, quien “fue brutalmente golpeado en horas de la madrugada por un grupo de agentes de la policía provincial a la salida de un local bailable de Esquel”. El letrado considera que los ciudadanos no nos debemos “callar la boca ante estas situaciones que nos están afectando a todos, ya que generan una fuerte sensación de inseguridad y temor en la comunidad, además de mucha indignación”.
Algo no anda bien con la policía de Esquel.
La misma semana que arrancó con la denuncia de Galuppo terminó con otra noticia con gusto a diario viejo: dos internos se fugaron en la noche del viernes de la Comisaría primera de Esquel, hecho que hizo reaccionar al Gobierno provincial con el inmediato pase a disponibilidad de cinco policías que trabajaban en esa dependencia.
Algo no anda bien con la policía de Esquel. La semana pasada la modorra informativa fue sacudida cuando Fabián Galuppo, operador de Radio Nacional, radicó una denuncia por “violencia policial y abuso de autoridad” en la Fiscalía local. El vecino se puso en cueros ante la sociedad para mostrar las marcas que -afirma- le dejaron seis oficiales de la fuerza provincial. Un caso alarmante si se tiene en cuenta que, de acuerdo con la Ley 815, los ciudadanos les pagamos a estos agentes para que se ocupen de “resguardar la vida, los bienes y otros derechos de la población”.
Lejos de resultar indiferentes, este tipo de hechos generan bronca y rechazo en algunos sectores de la sociedad. El martes pasado Puerta E se hizo eco de la opinión del lingüista Antonio Díaz Fernández quien se solidarizó con Galuppo y cuestionó “estas conductas residuales del modus operandi de la dictadura genocida de la década de los ‘70”.
En la misma línea, el abogado Gustavo Macayo hace hoy referencia a este caso y recuerda el acaecido el año pasado con el artesano Manuel Guillard, quien “fue brutalmente golpeado en horas de la madrugada por un grupo de agentes de la policía provincial a la salida de un local bailable de Esquel”. El letrado considera que los ciudadanos no nos debemos “callar la boca ante estas situaciones que nos están afectando a todos, ya que generan una fuerte sensación de inseguridad y temor en la comunidad, además de mucha indignación”.
Algo no anda bien con la policía de Esquel.
La misma semana que arrancó con la denuncia de Galuppo terminó con otra noticia con gusto a diario viejo: dos internos se fugaron en la noche del viernes de la Comisaría primera de Esquel, hecho que hizo reaccionar al Gobierno provincial con el inmediato pase a disponibilidad de cinco policías que trabajaban en esa dependencia.
La información sobre los dos evadidos generó una suerte de “deja vú” en más de un lector desprevenido. Probablemente eso se deba a que el viernes 25 de enero pasado también se habían fugado dos presos pero, en esa oportunidad, de la Comisaría segunda de Esquel. Lo llamativo de este último caso fue que uno de los fugitivos ya se había escapado de la misma celda un año antes.
Esa seguidilla de anécdotas le pone el broche final a una temporada de verano donde la policía federal le dedicó mucha energía a la persecución de jóvenes -en su mayoría mochileros- bajo la bandera del “combate contra la droga”. Esta situación trascendió los límites provinciales y llegó a ser reflejada por el diario Critica de Jorge Lanata, cuando todavía transitaba su etapa digital.
A modo de ejemplo, el vecino Oscar Huberty relató una situación que presenció en la Terminal local y que -asegura- le generó “vergüenza ajena”. Esto fue el 12 de marzo pasado cuando dos policías federales vestidos de civil les arruinaron la estadía a dos mochileros oriundos de Buenos Aires a quienes les revisaron, sin “éxito”, hasta las bolsas del supermercado.
Algo no anda bien con la policía de Esquel.
El ejercicio de la democracia no se debe agotar en la formalidad de las urnas. Como ciudadanos tenemos la obligación de denunciar los casos de abuso y de violencia policial, de preservar nuestros derechos individuales, de exigir que los agentes públicos cumplan con aquello para lo cual les pagamos.
Si no asumimos esa obligación, si ante el atropello preferimos callar, si todavía seguimos actuando como en la época de la dictadura, entonces probablemente tendremos la policía que nos merecemos.
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Excelente nota. El tema de la capacidad policial para hacer frente a los desafíos de la seguridad en nuestra ciudad, nos debe preocupar a todos. Permanentemente surgen síntomas de falta de eficiencia, desinterés o abusos. La Justicia no le va en zaga a la Institución policial, confundiendo la aplicación automática del código con la administración de Justicia, contibuyendo muchísimo a que la situación esté como está Cargando las tintas podría decirse que ese trabajo lo podría hacer una computadora. No es un dato menor que la Provincia de Chubut es la primera en homicidios dolosos en relación a la cantidad de habitantes en todo el país (dato que salió en El Oeste hará un par de meses, eso quiere decir que hay más probabilidades de ser asesinado en nuestra provincia que en el conurbano bonaerense. Este es un debate que debe abrirse y mantenerse vigente para evitar que todo siga como si estuviera bien. En esto es fundamental el papel del periodismo para despertar a una sociedad bastante anestesiada que cree que el problema es de otros.
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