domingo, mayo 11, 2008

Opinión: Cenizas, negación y evasión

Por Marcos Sourrouille *
Foto: Germán Pasini
En estos días, la ceniza aparece, a veces, como una explicitación de lo grises que son las cosas y las gentes. Ya bastante se ha dicho sobre la actitud negadora de la realidad de Mario Das Never y demás autoridades políticas de la provincia. Es increíble, en particular, la decisión del Ministerio de Educación de "lavarse las manos" y decretar que "hay clases pero no se computan las faltas". Algunos resultados en el nivel Polimodal: cursos vacíos, cursos con dos, cinco, a lo sumo seis alumnos. La medida es, prácticamente, una invitación a la no concurrencia a las escuelas de los estudiantes. ¿Por qué se toma esta medida? ¿Para "proteger" la salud de los estudiantes? ¿En respuesta a la protesta de los gremios docentes contra el reinicio de las clases?

Si se estima que la salud de los estudiantes (y por ende de todos aquellos que trabajan en las escuelas) está en tal riesgo que justifica la no concurrencia, no debería estarnos permitido ir a las escuelas, y sería todo más claro. Exageremos un poco: si se supone que quienes estuvimos estos días por las escuelas estamos en riesgo severo e inminente para nuestra integridad física: ¿por qué se permite que haya estudiantes ahí? ¿y por qué se obliga a los trabajadores a estar ahí? Supongamos –a modo de hipótesis preliminar- que no hay ningún plan satánico para asesinar selectivamente a ciertos estudiantes, porteros, profesores… Supongamos que no implica más riesgos estar en la escuela que estar en el supermercado, el banco, la panadería o cualquier otro lugar que implique estar con otras personas, en un espacio al cual llegamos saliendo de casa… Un dato empírico, fuera de contexto: no hay menos polvillo en el aire en mi casa que en la escuela en la cual trabajo.

No se puede negar le realidad, por demás evidente, de la alteración de nuestra cotidianeidad por la lluvia de cenizas. Eso es lo que hacen –generalizando- las autoridades que se han sabido conseguir. Eso hacen también los docentes que –con dos o tres alumnos en lugar de los treinta habituales- "dictan clases con normalidad".

Ante una situación excepcional que se prolongara por un par de días, no sería nada descabellado suspender las clases para evitar que grandes masas de habitantes de esta ciudad circuláramos por las calles pudiéndolo evitar. Pero no se puede pedir a la población que se quede en su casa mirando caer cenizas por la ventana por tiempo indefinido…

Hoy en día, la suspensión de las clases por tiempo indefinido contrastaría con la realidad de la necesidad de continuar con la vida de prácticamente todo el resto de la comunidad: los chicos que no van a la escuela no están encerrados 24 horas por día en una burbuja aséptica, conviven con las cenizas en otros ámbitos; los obreros de la construcción, los panaderos o los empleados bancarios no se plantean la suspensión total de actividades hasta que aclare el panorama…

¿Dónde están escondidas las cándidas vocecitas que nos hablan tantas veces de la escuela como un "segundo hogar"? No se trata de discutir ese tipo de afirmaciones "naif", pero sí de no desentenderse del rol social que la escuela –se supone- cumple. La escuela es seguramente más importante como ámbito de intercambio, de socialización, que por los "contenidos" que "enseña". En una circunstancia como ésta, podría –seguramente debería- ser un ámbito de reflexión, de búsqueda de soluciones posibles a esta coyuntura… ¿Qué "enseñanza" "transmiten" los que proponen guardarnos en casita hasta que "pase el temblor"? ¿Los problemas se resuelven con la negación, como proponen las autoridades? ¿O se resuelven con la evasión, como proponen varios docentes y "nuestros" gremios?

A modo también de hipótesis, me permito sugerir que –en gran parte de los casos- el temor docente al reinicio de las clases podría relacionarse con la cuestión general de no saber qué hacer ante esta coyuntura, y también con la cuestión particular de la responsabilidad civil ante lo que pudiera ocurrirle a los alumnos a nuestro cargo.

Más allá de qué haga "el poder" –se personifique en el gobernador, los sindicatos, TN y la prensa porteña o en quien sea-: ¿qué hacemos nosotros frente a la situación que nos toca vivir? Plantear la cuestión en términos de acatamiento u oposición a las medidas gubernamentales es simplista, y demuestra una falta de pensamiento autónomo alarmante… Es una estupidez plantear la cuestión en términos de "estoy a favor" o "estoy en contra"… Esa linealidad implica tomar como punto de partida un mismo marco de referencia. Si razonamos en los mismos términos, será que no somos tan "distintos" como nos gusta parecer…

Personalmente, prefiero exponerme a las cenizas para ir un rato a la escuela –de la misma forma que me expongo para ir al almacén, al cajero o a un locutorio- a estar encerrado en mi casa caminando por las paredes. Prefiero la socialización, el comentar qué nos pasa ante esta situación con otros, el tratar de ver cómo podemos generar condiciones que nos permitan hacer algo de nuestras vidas por estos días, al aislamiento individualista. Prefiero tratar de hacer las cosas en las que creo –dentro de lo posible en esta situación extraña- a quedarme encerrado "cuidándome el culo" hasta que ya nada sea peligroso y volvamos a nuestra tranquila normalidad. Por supuesto, es nada más que eso, una postura personal.

* Circunstancialmente, docente en Esquel
DNI 27147125

0 Comentá esta nota:

Publicar un comentario