miércoles, octubre 01, 2008

El botox puede dañar el cerebro, por Brailovsky


Por Antonio Elio Brailovsky

Queridos amigos:

Hemos señalado en otras oportunidades las consecuencias de un proceso de mercantilización aplicado sobre el cuerpo humano.

Dijimos que los implantes de siliconas pueden esconder la detección del cáncer de mama, con lo cual "hacerse las lolas" puede ser una forma de destruirlas. Ustedes pueden leer el informe completo sobre los riesgos de esos implantes cuando son solamente estéticos aquí

La cuestión de fondo es que existe en nuestra cultura un proceso de negación de los ritmos de la naturaleza, incluyendo entre ellos los efectos del paso del tiempo sobre nosotros mismos. Se nos prohibe envejecer y se nos obliga a correr riesgos innecesarios para simular que no envejecemos.

Tal vez la más impresionante muestra de esa negación del tiempo sea el uso de la toxina del botulismo para paralizar los músculos del rostro y disimular las arrugas. Su nombre comercial es botox y usa uno de los peores venenos conocidos.

El botulismo es una enfermedad provocada por intoxicaciones alimentarias, al comer alimentos contaminados con la bacteria Clostridium botulinum. Su toxicidad es tan alta que sólo probar un alimento para constatar que está en mal estado puede desencadenar la enfermedad y -en muchos casos- llevar el paciente a la muerte. Esta toxina provoca una rigidez muscular que, cuando afecta a los músculos respiratorios, hace que el paciente muera por asfixia.

Se lo emplea con cuidados extremos en el tratamiento de ciertas enfermedades, pero en los últimos tiempos se ha generalizado su uso para disimular arrugas. Cuando se inyecta botox en un músculo, el mismo queda paralizado por un período de varios meses. Esta parálisis da la apariencia de que se han "planchado" las arrugas y el paciente parece haber rejuvenecido. El resultado son rostros lisos y poco expresivos, porque la persona pierde el dominio de muchos de los músculos de su cara.

En 1994, la U.S. Food and Drug Administration (FDA) de los Estados Unidos denunció la promoción del tratamiento de arrugas como "un ejemplo de promover un biológico potencialmente tóxico para propósitos cosméticos". Si embargo, más tarde lo aprobó para esos usos, suponemos que bajo presión política del laboratorio que los fabrica.

Un estudio reciente muestra que el botox puede salirse de los músculos tratados y migrar hacia el peor lugar en el que uno quisiera tener un veneno: el cerebro. También se está investigando la muerte de varios niños a los que se trató con esta sustancia.

En esta entrega ustedes reciben:
El recordatorio del comienzo inminente de nuestro Curso de Derecho Ambiental.

Una nota del diario Clarín, que reseña los últimos estudios sobre riesgo cerebral para quienes usen botox.

Un informe publicado por el diario El Mundo, de España, según el cual la Agencia de Medicamentos de los Estados Unidos está revisando la seguridad del botox.

La obra de arte que acompaña esta entrega es una de las piezas maestras de la pintura victoriana. El "Retrato de la madre del artista", de James Whistler (1834-1903), norteamericano residente en Inglaterra. La anciana ha sido retratada de perfil, para sugerir las dificultades de comunicación entre ambas generaciones. Whistler llevaba la vida bohemia que era casi obligatoria entre los artistas de su tiempo, pero tenía que esconderle sus amantes a su madre, y cada vez que ella lo descubría con un vaso de whisky en la mano le pedía que rezara para pagar ese pecado.

Mientras tanto, nosotros renunciamos al complejo diálogo entre las personas que se saben diferentes y nos inyectamos venenos para simular que el tiempo puede detenerse.

¿Vale la pena correr esos riesgos para planchar unas arruguitas?

Un gran abrazo a todos.


Toda la información está disponible acá

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