Por Ángel Daniel Morales *
Viene de acá. La sensación que causa la falta de ética de gran parte del periodismo hoy es similar la obra de Orson Welles, “Citizen Kane” (El ciudadano Kane), donde el protagonista busca moldear el pensamiento de las masas haciendo todo lo posible para que la gente piense distinto acerca de la vocación artística de su segunda esposa hasta suponerse ganador en las elecciones para senador. En ambos, Welles perdió la credibilidad e incluso terminó siendo odiado por el público al que tanto pretendió manejar ideológicamente.
Esto pasa hoy con la sociedad mediatizada. Hay cierta indignación con el periodismo. La gente sabe que es el cuarto poder. Pero entiende que no siempre estará de su lado o menos aún, no será siempre verdadero. Sin embargo un mecanismo para salir del pecado con frecuencia utilizado por el periodismo, es mostrar lo que sufren los pobres y, otras tantas, ocultar la culpa de los poderosos.
La prensa debe ser libre, pero “libertad” no significa falta de ética. La mal entendida libertad para determinadas personas implica, a menudo, hacer proclamar cualquier cosa, sin escrúpulos, sin medidas, sin claridad ni caridad.
Pensar por sí mismo hace libre a la persona y le da libertad. Sin embargo, la libertad personal termina cuando la tiene que hacer pública. Agredir, difamar, ventilar la vida privada, interpretar lo que otros piensan alteran la libertad. No es posible hablar de libertad individual, si no se respeta la del otro. No se puede difamar cualquier cosa que se cruza por la mente por el sólo hecho de proclamarse libre. El periodista no puede ni debe en su sana labor interpretar hechos, enjuiciar, cargar tintas, condenar personas por el sólo oficio de elaborar noticias en un medio de comunicación.
La noticia divierte
“La comunicación transformó la información en espectáculo y se confunde actualidad con diversión” (H. Eco)
Es tan malo el exceso como la falta de información. La noticia preparada y cocinada en la trastienda del medio termina siendo más importante que la información en sí misma. Es entonces cuando la noticia ayuda más al que la transmite que al que la necesita.
En el medio de todo esto se halla el “vedettismo” permitido de la exclusividad. El de llegar primeros con la noticia para ser verdaderamente los exclusivos. Así se difunden hasta las más terribles noticias para alardear con la primicia. La noticia no reconoce la ética, ni el dolor, ni la prudencia…Estamos ante la “vedette” que se quiere parecer al periodista y periodistas que buscan ser “vedettes”. Presenciamos los tiempos en los cuales la noticia no es una información importante para la comunidad, sino un espectáculo para las masas.
Es inadmisible tanto como inaceptable que un periodista cuya misión especial sea la transmisión de la verdad, se venda por conservar su trabajo, por devolver favores. El único motivo por el cual existe la prensa es la transmisión de la verdad. No es entretener, no es acompañar oyentes o televidentes, no es escribir fantasías, solamente es decir la verdad. No podría ser digno de llamarse periodista un hombre o una mujer que dice lo que el poder quiere escuchar o calla lo que el Estado pretende silenciar.
Ser periodista es una profesión grande, es buscar la información y darla a conocer para liberar, para abrir los ojos, para socorrer a los que sufren injusticias, es la fuerza para los débiles y los que no tienen voz.
Ser periodista es ser un militante de la vida y de los valores. Aunque en esta realidad existen periodistas que viven desilusionados cuando su tarea convertida en denuncia fundamentada, la justicia no investiga. Cabe preguntarse ¿de qué vale meterse si queda la sensación que nada cambia? Sólo queda el orgullo profesional de la labor realizada a conciencia.
Por estos años, varios son los periodistas desencantados de la profesión que no vuelven a serlo ¿Porqué? Por que los medios son empresas en manos de privados y empresarios que se dedican a negocios extra periodísticos, muchos de ellos asociados a hombres de la política, lo que hace muy difícil ejercer la profesión. A pesar que existen millones de personas que requieren ser informadas de una mejor manera, como también miles de periodistas que quieren hacer bien su trabajo.
Por último, para ser un buen periodista tampoco basta con adecuarse a los campos tecnológicos, es imprescindible tener motivación ética. Y tomando el pronunciamiento de Juan Pablo II en su encíclica sobre las comunicaciones: “La democracia no se sustenta sin la verdad. Verdad y libertad, o bien van juntas o juntas parecen miserablemente”.
* Periodista
Viene de acá. La sensación que causa la falta de ética de gran parte del periodismo hoy es similar la obra de Orson Welles, “Citizen Kane” (El ciudadano Kane), donde el protagonista busca moldear el pensamiento de las masas haciendo todo lo posible para que la gente piense distinto acerca de la vocación artística de su segunda esposa hasta suponerse ganador en las elecciones para senador. En ambos, Welles perdió la credibilidad e incluso terminó siendo odiado por el público al que tanto pretendió manejar ideológicamente.
Esto pasa hoy con la sociedad mediatizada. Hay cierta indignación con el periodismo. La gente sabe que es el cuarto poder. Pero entiende que no siempre estará de su lado o menos aún, no será siempre verdadero. Sin embargo un mecanismo para salir del pecado con frecuencia utilizado por el periodismo, es mostrar lo que sufren los pobres y, otras tantas, ocultar la culpa de los poderosos.
La prensa debe ser libre, pero “libertad” no significa falta de ética. La mal entendida libertad para determinadas personas implica, a menudo, hacer proclamar cualquier cosa, sin escrúpulos, sin medidas, sin claridad ni caridad.
Pensar por sí mismo hace libre a la persona y le da libertad. Sin embargo, la libertad personal termina cuando la tiene que hacer pública. Agredir, difamar, ventilar la vida privada, interpretar lo que otros piensan alteran la libertad. No es posible hablar de libertad individual, si no se respeta la del otro. No se puede difamar cualquier cosa que se cruza por la mente por el sólo hecho de proclamarse libre. El periodista no puede ni debe en su sana labor interpretar hechos, enjuiciar, cargar tintas, condenar personas por el sólo oficio de elaborar noticias en un medio de comunicación.
La noticia divierte
“La comunicación transformó la información en espectáculo y se confunde actualidad con diversión” (H. Eco)
Es tan malo el exceso como la falta de información. La noticia preparada y cocinada en la trastienda del medio termina siendo más importante que la información en sí misma. Es entonces cuando la noticia ayuda más al que la transmite que al que la necesita.
En el medio de todo esto se halla el “vedettismo” permitido de la exclusividad. El de llegar primeros con la noticia para ser verdaderamente los exclusivos. Así se difunden hasta las más terribles noticias para alardear con la primicia. La noticia no reconoce la ética, ni el dolor, ni la prudencia…Estamos ante la “vedette” que se quiere parecer al periodista y periodistas que buscan ser “vedettes”. Presenciamos los tiempos en los cuales la noticia no es una información importante para la comunidad, sino un espectáculo para las masas.
Es inadmisible tanto como inaceptable que un periodista cuya misión especial sea la transmisión de la verdad, se venda por conservar su trabajo, por devolver favores. El único motivo por el cual existe la prensa es la transmisión de la verdad. No es entretener, no es acompañar oyentes o televidentes, no es escribir fantasías, solamente es decir la verdad. No podría ser digno de llamarse periodista un hombre o una mujer que dice lo que el poder quiere escuchar o calla lo que el Estado pretende silenciar.
Ser periodista es una profesión grande, es buscar la información y darla a conocer para liberar, para abrir los ojos, para socorrer a los que sufren injusticias, es la fuerza para los débiles y los que no tienen voz.
Ser periodista es ser un militante de la vida y de los valores. Aunque en esta realidad existen periodistas que viven desilusionados cuando su tarea convertida en denuncia fundamentada, la justicia no investiga. Cabe preguntarse ¿de qué vale meterse si queda la sensación que nada cambia? Sólo queda el orgullo profesional de la labor realizada a conciencia.
Por estos años, varios son los periodistas desencantados de la profesión que no vuelven a serlo ¿Porqué? Por que los medios son empresas en manos de privados y empresarios que se dedican a negocios extra periodísticos, muchos de ellos asociados a hombres de la política, lo que hace muy difícil ejercer la profesión. A pesar que existen millones de personas que requieren ser informadas de una mejor manera, como también miles de periodistas que quieren hacer bien su trabajo.
Por último, para ser un buen periodista tampoco basta con adecuarse a los campos tecnológicos, es imprescindible tener motivación ética. Y tomando el pronunciamiento de Juan Pablo II en su encíclica sobre las comunicaciones: “La democracia no se sustenta sin la verdad. Verdad y libertad, o bien van juntas o juntas parecen miserablemente”.
* Periodista
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