Por Nivea Benitez
Cuando Jesús resucitó de entre los muertos al tercer día, se presentó ante algunos sus apóstoles que salieron a contar entre los seguidores la buena noticia. La Biblia habla especialmente de uno de ellos que necesitó verlo para creer que había vuelto.
“Ver para creer” es una frase común entre nosotros.
Sin embargo muchas epopeyas y descubrimientos científicos se alcanzaron en base a sueños. Sin ir más lejos, Cristobal Colón quería dar la vuelta para llegar a las Indias y estaba América en el medio, comprobando en sus viajes que la tierra era redonda; poco más de un siglo después, Galileo dijo además que la tierra se movía y su buena compulsa tuvo con “ La Iglesia ”, sólo basándose en sus cálculos y con instrumentos para ver lejos que a la par de la tecnología de hoy, dan risa.
Es racional basarse en pruebas y en comprobaciones y hacer mediciones precisas para infinidad de cosas, pero para ir más allá, para avanzar, es necesaria una cuota de no comprobado que albergue la posibilidad de lo nuevo, de lo por descubrir.
Hay un estado por excelencia que nos predispone a creer y nos reconcilia con la existencia completa: El enamoramiento.
Enamorados, de nosotros mismos pero convencidos que es de otra persona, con toda la ilusión de lo perfecto sin rajaduras, no sólo dejamos de patear al perro y criticar a la vecina, también nos abrimos a lo nuevo, a lo que nunca nos imaginamos.
Por eso las parejas de enamorados construyen una especie de mundo aparte que los demás tratamos de desmoronar con frases como “ya se te va a pasar” y los ellos nos refutan con “pero quien me quita lo bailado”.
De tomar riesgos también se trata, de animarse a romper con las creencias que nos atan.
“Mire m’hija (decía mi abuela) hay que se muy fiera y guasa pa’ que nadie la quiera”
¿Me quedo viendo cómo me tapa la montaña de limitaciones? O empiezo a revolear lejos para despejar el terreno.
Me animo a vivir “a mi manera” o me sigo aburriendo y mintiendo, como si nada importara.
Todo importa, cada momento vivido como único, porque la existencia acá es corta y vinimos a EXPERIMENTAR Y A SER FELICES.
Nívea Benitez
Nota relacionada: Siganmé los buenos: “Ahorrar energía”
Cuando Jesús resucitó de entre los muertos al tercer día, se presentó ante algunos sus apóstoles que salieron a contar entre los seguidores la buena noticia. La Biblia habla especialmente de uno de ellos que necesitó verlo para creer que había vuelto.
“Ver para creer” es una frase común entre nosotros.
Sin embargo muchas epopeyas y descubrimientos científicos se alcanzaron en base a sueños. Sin ir más lejos, Cristobal Colón quería dar la vuelta para llegar a las Indias y estaba América en el medio, comprobando en sus viajes que la tierra era redonda; poco más de un siglo después, Galileo dijo además que la tierra se movía y su buena compulsa tuvo con “ La Iglesia ”, sólo basándose en sus cálculos y con instrumentos para ver lejos que a la par de la tecnología de hoy, dan risa.
Es racional basarse en pruebas y en comprobaciones y hacer mediciones precisas para infinidad de cosas, pero para ir más allá, para avanzar, es necesaria una cuota de no comprobado que albergue la posibilidad de lo nuevo, de lo por descubrir.
Hay un estado por excelencia que nos predispone a creer y nos reconcilia con la existencia completa: El enamoramiento.
Enamorados, de nosotros mismos pero convencidos que es de otra persona, con toda la ilusión de lo perfecto sin rajaduras, no sólo dejamos de patear al perro y criticar a la vecina, también nos abrimos a lo nuevo, a lo que nunca nos imaginamos.
Por eso las parejas de enamorados construyen una especie de mundo aparte que los demás tratamos de desmoronar con frases como “ya se te va a pasar” y los ellos nos refutan con “pero quien me quita lo bailado”.
De tomar riesgos también se trata, de animarse a romper con las creencias que nos atan.
“Mire m’hija (decía mi abuela) hay que se muy fiera y guasa pa’ que nadie la quiera”
¿Me quedo viendo cómo me tapa la montaña de limitaciones? O empiezo a revolear lejos para despejar el terreno.
Me animo a vivir “a mi manera” o me sigo aburriendo y mintiendo, como si nada importara.
Todo importa, cada momento vivido como único, porque la existencia acá es corta y vinimos a EXPERIMENTAR Y A SER FELICES.
Nívea Benitez
Nota relacionada: Siganmé los buenos: “Ahorrar energía”
0 Comentá esta nota:
Publicar un comentario