Por Nívea Benítez
En esta columna ya hablamos de la cuestión del miedo aprendido, a lo desconocido, hábilmente inoculado durante siglos por los “malitos” a toda la humanidad para evitar los cambios que los dejarán a ellos sin el mango de la sartén. También ya hablamos del fin de esos tiempos de dominio de unos pocos y hambre y desamparo para la mayoría.
Lo que está ocurriendo, es que Gaia, la Madre Tierra se está sacudiendo para cambiar y limpiar el planeta por eso hay tanto movimiento telúrico: terremotos, tsunamis, volcanes y huracanes.
Es cierto que miles de seres dejan esta tercera dimensión durante los llamados desastres naturales y aunque nos cueste entenderlo, esos seres son los que no quieren evolucionar hacia la quinta dimensión y sus almas son recogidas por seres de Luz y conducidas hacia sistemas solares donde pueden continuar evolucionando en la tercera dimensión.
Por eso no hay que dar crédito a las visiones apocalípticas y llenarnos de miedo. Porque lo que uno siente como posible y real, se hace realidad.
Toda la humanidad quiere paz y abundancia, eso será entonces. En cambio si seguimos mirando en la tele cómo se multiplica por varios canales un asalto o un crimen, y corremos a comprar más cerraduras y sacrificamos a nuestras mascotas adiestrándolas para que nos defiendan, patio adentro cercado de rejas y alarmas, todo lo cual, está demostrado no nos garantiza nada ¿Adónde vamos?
¿Cómo fuimos alcanzando nuestros sueños? Temiendo?
¿Cómo la mayoría de los que vivimos acá en este Paraíso Patagónico, nos animamos a venirnos, muchos con una mano atrás y otra adelante nomás?
¿Cómo siguen viniendo todavía, dejando la ciudad y los “trabajos seguros” pero insalubres, para vivir de otra manera? ¿Qué nos alentó y nos alienta sino la FE?
¿Desde cuál lugar podemos hablar con nuestros hijos de cuidar al planeta si tenemos el corazón y la cabeza llenos de creencias “basura”?
Celebremos entonces, brindando con un vaso de agua, por la vida, nosotros que la tenemos en buena calidad y abundancia. Nomás levantar la vista y mirar las montañas para que el corazón ya se ponga contento.
Nívea Benitez
En esta columna ya hablamos de la cuestión del miedo aprendido, a lo desconocido, hábilmente inoculado durante siglos por los “malitos” a toda la humanidad para evitar los cambios que los dejarán a ellos sin el mango de la sartén. También ya hablamos del fin de esos tiempos de dominio de unos pocos y hambre y desamparo para la mayoría.
Lo que está ocurriendo, es que Gaia, la Madre Tierra se está sacudiendo para cambiar y limpiar el planeta por eso hay tanto movimiento telúrico: terremotos, tsunamis, volcanes y huracanes.
Es cierto que miles de seres dejan esta tercera dimensión durante los llamados desastres naturales y aunque nos cueste entenderlo, esos seres son los que no quieren evolucionar hacia la quinta dimensión y sus almas son recogidas por seres de Luz y conducidas hacia sistemas solares donde pueden continuar evolucionando en la tercera dimensión.
Por eso no hay que dar crédito a las visiones apocalípticas y llenarnos de miedo. Porque lo que uno siente como posible y real, se hace realidad.
Toda la humanidad quiere paz y abundancia, eso será entonces. En cambio si seguimos mirando en la tele cómo se multiplica por varios canales un asalto o un crimen, y corremos a comprar más cerraduras y sacrificamos a nuestras mascotas adiestrándolas para que nos defiendan, patio adentro cercado de rejas y alarmas, todo lo cual, está demostrado no nos garantiza nada ¿Adónde vamos?
¿Cómo fuimos alcanzando nuestros sueños? Temiendo?
¿Cómo la mayoría de los que vivimos acá en este Paraíso Patagónico, nos animamos a venirnos, muchos con una mano atrás y otra adelante nomás?
¿Cómo siguen viniendo todavía, dejando la ciudad y los “trabajos seguros” pero insalubres, para vivir de otra manera? ¿Qué nos alentó y nos alienta sino la FE?
¿Desde cuál lugar podemos hablar con nuestros hijos de cuidar al planeta si tenemos el corazón y la cabeza llenos de creencias “basura”?
Celebremos entonces, brindando con un vaso de agua, por la vida, nosotros que la tenemos en buena calidad y abundancia. Nomás levantar la vista y mirar las montañas para que el corazón ya se ponga contento.
Nívea Benitez
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