Por Lino Pizzolon
Los ambientes acuáticos como sistemas de información territorial
Esquema referencial, conceptual y operativo
Resumen
ECRO (esquema conceptual, referencial y operativo) es un conjunto de conceptos, explicaciones que se construye y consensúa a través de un proceso grupal, que incluye metas, valores, procedimientos acordados y otros vedados y que sirve como marco de referencia para la acción y la orienta, hace que cada uno de los miembros del grupo, sean 11 o una comunidad entera sepan de que se está hablando cuando se habla, y cuando se emplean algunos términos, en qué sentido se los emplea. El ECRO funciona como esquema de referencia desde el cual el grupo, una comunidad, orientan su acción. Es dinámico, se corrige y se enriquece con los resultados de la experiencia (Escuela de Psicología Social Enrique Pichon-Riviere). Este apunte intenta proporcionar elementos para la construcción de un esquema conceptual, referencial y operativo, o en palabras más simples, desarrollar una cultura de vida en áreas lacustres como la que habitamos.
Los arroyos, ríos, lagos y lagunas presentan una sensibilidad muy especial en relación a cambios ambientales que se producen tanto por causas naturales como por la presencia humana y por las actividades económicas relacionadas con los recursos naturales. Los ecosistemas acuáticos son los primeros en acusar el impacto de muchas de las formas desacertadas con las que muchas veces la humanidad se ha vinculado con la naturaleza. Los espejos de agua reflejan no solo el impacto de las actividades que se realizan sobre ellos mismos (deportes, pesca, acuicultura, vertido de efluentes, destrucción de costas, introducción de especies exóticas, otros) sino que reflejan también el impacto de las actividades predominantes en la cuenca (erosión, sobrepastoreo, deforestación, incendios, efluentes agro-industriales y urbanos, minería, y otros). Podemos considerar a las cuencas hídricas como las unidades mínimas de funcionamiento del territorio, donde se lleva a cabo gran parte del ciclo del agua y de los minerales. Esta afirmación es mucho más cierta y más válida aún en una región como la andino-patagónica, con paisajes netamente divisible en cuencas, que en la región pampeana. Los cuerpos de agua reflejan también las características de las cuencas aéreas .... las lluvias adquieren sus componentes naturales y eventuales contaminantes (por ejemplo, el sulfato y nitrato de las lluvias ácidas) a distancias a veces muy grandes de los límites de la cuenca hídrica. Si tenemos espejos (de agua), entonces mirémonos en ellos: es allí donde más rápidamente se van a notar los efectos de una determinada modalidad de desarrollo. El agua, “leída” apropiadamente, proporciona información insustituible sobre lo acertado o equivocado de la modalidad de desarrollo dominante. Y más allá aún refleja la cultura de la gente que vive en el lugar, cómo se relacionan entre sí y con la naturaleza, qué valores privilegian en los hechos, ... el agua no miente. Por estos motivos, los ecosistemas acuáticos, tal como lo diría Ramón Margalef, pueden utilizarse como sensores y como sistemas de información territorial. Los ecosistemas acuáticos pueden considerarse y utilizarse como indicadores preferenciales de sustentabilidad. Para que esto sea así, los limnólogos tienen que “mirar más allá de la orilla”, como nos enseñara Likens. En esta “lectura” del agua, es tan válida e insustituible la mirada aguda del poblador ribereño, que siempre vivió en el lugar, o del visitante asiduo, que educó su ojo en el contacto directo con la naturaleza, como la del experto que viene regularmente, provisto de instrumental más o menos sofisticado, o que toma muestras para ser analizadas o estudiadas por métodos más complejos aún. El abecedario del agua está compuesto por simples observaciones y por decenas y cientos de mediciones físicas y químicas y por la clasificación de centenas de especies. Qué es importante, cuáles son las más significativas, cuáles nos permiten “ver” el problema aún antes de que se haga visible a simple vista y alcance grados de difícil reversibilidad, constituye una prioridad en la investigación ecológica. Un limnólogo es una persona que está especialmente preparada para “leer” el agua y “ver” cambios, procesos, tendencias antes de que estos se hagan notorios y visibles para todos.
Nadie pone en duda la existencia de efectos perjudiciales de las actividades económicas y emprendimientos de diverso tipo sobre la calidad del agua y también sobre el mismo río, tales como alteración de márgenes, de la vegetación ribereña, etc. El problema consiste en cuantificar la magnitud de dichos cambios y en saber a qué velocidad se producen, y cuales consideramos que son los límites máximos aceptables de perturbación. También es importante aceptar, que por el solo hecho de estar vivos, ya contaminamos, por ejemplo, exhalamos dióxido de carbono, que contribuye al efecto invernadero.
Medir, analizar, cuantificar es imprescindible para evitar dos errores opuestos: uno, subestimar o negar procesos de deterioro reales hasta que cobran tal magnitud que se hacen visibles a simple vista y ya es muy tarde para corregirlos, excepto con inversiones titánicas; el otro, caer en alarmismos o ecologismos carentes de fundamento objetivo, que alguna vez llamamos ecologismo “hormonal”. La única forma de cuantificar es registrar datos ambientales en forma sistemática. Existe una gran variedad de estrategias para ello, acorde a todas las posibilidades económicas.
La “lectura” del agua permite identificar los factores de perturbación y deterioro y proporciona fundamentos para presionar y exigir la adopción de las medidas correctivas apropiadas. Esta lectura del agua no puede ser solo resorte de los gobiernos, debe ser comprendida y compartida por los ciudadanos. Todos los días crecemos o envejecemos un poco pero no nos damos cuenta. Lo mismo ocurre con la contaminación y los deterioros ambientales; se incrementan día tras día imperceptiblemente, pero un visitante observador que viene una vez por año o más espaciadamente, se da cuenta a simple vista del cambio, de la pérdida de “valencia” del paisaje. Las bases de datos, aún sencillas, pero alimentadas con regularidad a traves de los años, publicadas adecuadamente contribuyen a que no perdamos la memoria, y permiten visualizar tanto los procesos de deterioro como los de recuperación y mejoramiento.
La participación organizada de la comunidad (asociaciones vecinales, ONGs, fundaciones, clubes, asociaciones), controlando y exigiendo el control y cuidado del lago o del río, aún en base a unas pocas variables, bien seleccionadas y medidas regularmente, es irremplazable y mucho más importante que la realización de costosos estudios que luego no son tenidos en cuenta o no se dan a conocer.
Es útil adoptar el enfoque de cuenca hídrica, porque permite sistematizar todos los problemas existentes en un área determinada y asignar recursos en la forma más eficiente posible. Idealmente, y aunque no siempre sea posible, las divisiones territoriales debieran basarse fuertemente en este tipo de límite, con lo cual las unidades de funcionamiento del territorio serían también unidades de administración y gestión. La información proporcionada por los ecosistemas acuáticos puede (si se toma la decisión) constituir uno de los principales resortes para corregir y reorientar las opciones de desarrollo elegidas y hacer que sean realmente sustentables. Este proceso es una praxis, se aprende haciendo y a través de generaciones, se va construyendo una cultura.
Todo esto se acaba en la medida en que los cuerpos de agua son enajenados. La así llamada globalización es en gran medida una nueva forma de apropiación y succión de recursos por intereses transnacionales, entre los que el agua forma parte de sus principales objetivos. Una cultura del agua implica también el monitoreo permanente de los intentos de apropiación de cuerpos hídricos y sus respectivas tierras. La definición del agua como "bien económico" abre las puertas a todo tipo de aventuras, directas o veladas, en forma de entes mixtos u otras y se cierra de antemano a la concepción del agua como derecho humano fundamental. El agua, así como también el aire son bienes comunes, lo cual es bastante diferente a llamarlos "recursos". La visión del mundo puramente económica solo acarrea mucha destrucción y dolor. Y esta visión se ha transformado en una especie de dictadura mental que ni siquiera deja atisbar las posibilidades de otras formas de convivencia.
* Universidad Nacional de la Patagonia SJB ,
Observatorio del Agua - SCyT
Sarmiento 849 - 9200 Esquel (Chubut) – Argentina
ecologia@unpata.edu.ar linop@ciudad.com.ar
Nota relacionada: "Trevelin: nace la “Asociación civil vecinos por el agua”
Los ambientes acuáticos como sistemas de información territorial
Esquema referencial, conceptual y operativo
Resumen
ECRO (esquema conceptual, referencial y operativo) es un conjunto de conceptos, explicaciones que se construye y consensúa a través de un proceso grupal, que incluye metas, valores, procedimientos acordados y otros vedados y que sirve como marco de referencia para la acción y la orienta, hace que cada uno de los miembros del grupo, sean 11 o una comunidad entera sepan de que se está hablando cuando se habla, y cuando se emplean algunos términos, en qué sentido se los emplea. El ECRO funciona como esquema de referencia desde el cual el grupo, una comunidad, orientan su acción. Es dinámico, se corrige y se enriquece con los resultados de la experiencia (Escuela de Psicología Social Enrique Pichon-Riviere). Este apunte intenta proporcionar elementos para la construcción de un esquema conceptual, referencial y operativo, o en palabras más simples, desarrollar una cultura de vida en áreas lacustres como la que habitamos.
Los arroyos, ríos, lagos y lagunas presentan una sensibilidad muy especial en relación a cambios ambientales que se producen tanto por causas naturales como por la presencia humana y por las actividades económicas relacionadas con los recursos naturales. Los ecosistemas acuáticos son los primeros en acusar el impacto de muchas de las formas desacertadas con las que muchas veces la humanidad se ha vinculado con la naturaleza. Los espejos de agua reflejan no solo el impacto de las actividades que se realizan sobre ellos mismos (deportes, pesca, acuicultura, vertido de efluentes, destrucción de costas, introducción de especies exóticas, otros) sino que reflejan también el impacto de las actividades predominantes en la cuenca (erosión, sobrepastoreo, deforestación, incendios, efluentes agro-industriales y urbanos, minería, y otros). Podemos considerar a las cuencas hídricas como las unidades mínimas de funcionamiento del territorio, donde se lleva a cabo gran parte del ciclo del agua y de los minerales. Esta afirmación es mucho más cierta y más válida aún en una región como la andino-patagónica, con paisajes netamente divisible en cuencas, que en la región pampeana. Los cuerpos de agua reflejan también las características de las cuencas aéreas .... las lluvias adquieren sus componentes naturales y eventuales contaminantes (por ejemplo, el sulfato y nitrato de las lluvias ácidas) a distancias a veces muy grandes de los límites de la cuenca hídrica. Si tenemos espejos (de agua), entonces mirémonos en ellos: es allí donde más rápidamente se van a notar los efectos de una determinada modalidad de desarrollo. El agua, “leída” apropiadamente, proporciona información insustituible sobre lo acertado o equivocado de la modalidad de desarrollo dominante. Y más allá aún refleja la cultura de la gente que vive en el lugar, cómo se relacionan entre sí y con la naturaleza, qué valores privilegian en los hechos, ... el agua no miente. Por estos motivos, los ecosistemas acuáticos, tal como lo diría Ramón Margalef, pueden utilizarse como sensores y como sistemas de información territorial. Los ecosistemas acuáticos pueden considerarse y utilizarse como indicadores preferenciales de sustentabilidad. Para que esto sea así, los limnólogos tienen que “mirar más allá de la orilla”, como nos enseñara Likens. En esta “lectura” del agua, es tan válida e insustituible la mirada aguda del poblador ribereño, que siempre vivió en el lugar, o del visitante asiduo, que educó su ojo en el contacto directo con la naturaleza, como la del experto que viene regularmente, provisto de instrumental más o menos sofisticado, o que toma muestras para ser analizadas o estudiadas por métodos más complejos aún. El abecedario del agua está compuesto por simples observaciones y por decenas y cientos de mediciones físicas y químicas y por la clasificación de centenas de especies. Qué es importante, cuáles son las más significativas, cuáles nos permiten “ver” el problema aún antes de que se haga visible a simple vista y alcance grados de difícil reversibilidad, constituye una prioridad en la investigación ecológica. Un limnólogo es una persona que está especialmente preparada para “leer” el agua y “ver” cambios, procesos, tendencias antes de que estos se hagan notorios y visibles para todos.
Nadie pone en duda la existencia de efectos perjudiciales de las actividades económicas y emprendimientos de diverso tipo sobre la calidad del agua y también sobre el mismo río, tales como alteración de márgenes, de la vegetación ribereña, etc. El problema consiste en cuantificar la magnitud de dichos cambios y en saber a qué velocidad se producen, y cuales consideramos que son los límites máximos aceptables de perturbación. También es importante aceptar, que por el solo hecho de estar vivos, ya contaminamos, por ejemplo, exhalamos dióxido de carbono, que contribuye al efecto invernadero.
Medir, analizar, cuantificar es imprescindible para evitar dos errores opuestos: uno, subestimar o negar procesos de deterioro reales hasta que cobran tal magnitud que se hacen visibles a simple vista y ya es muy tarde para corregirlos, excepto con inversiones titánicas; el otro, caer en alarmismos o ecologismos carentes de fundamento objetivo, que alguna vez llamamos ecologismo “hormonal”. La única forma de cuantificar es registrar datos ambientales en forma sistemática. Existe una gran variedad de estrategias para ello, acorde a todas las posibilidades económicas.
La “lectura” del agua permite identificar los factores de perturbación y deterioro y proporciona fundamentos para presionar y exigir la adopción de las medidas correctivas apropiadas. Esta lectura del agua no puede ser solo resorte de los gobiernos, debe ser comprendida y compartida por los ciudadanos. Todos los días crecemos o envejecemos un poco pero no nos damos cuenta. Lo mismo ocurre con la contaminación y los deterioros ambientales; se incrementan día tras día imperceptiblemente, pero un visitante observador que viene una vez por año o más espaciadamente, se da cuenta a simple vista del cambio, de la pérdida de “valencia” del paisaje. Las bases de datos, aún sencillas, pero alimentadas con regularidad a traves de los años, publicadas adecuadamente contribuyen a que no perdamos la memoria, y permiten visualizar tanto los procesos de deterioro como los de recuperación y mejoramiento.
La participación organizada de la comunidad (asociaciones vecinales, ONGs, fundaciones, clubes, asociaciones), controlando y exigiendo el control y cuidado del lago o del río, aún en base a unas pocas variables, bien seleccionadas y medidas regularmente, es irremplazable y mucho más importante que la realización de costosos estudios que luego no son tenidos en cuenta o no se dan a conocer.
Es útil adoptar el enfoque de cuenca hídrica, porque permite sistematizar todos los problemas existentes en un área determinada y asignar recursos en la forma más eficiente posible. Idealmente, y aunque no siempre sea posible, las divisiones territoriales debieran basarse fuertemente en este tipo de límite, con lo cual las unidades de funcionamiento del territorio serían también unidades de administración y gestión. La información proporcionada por los ecosistemas acuáticos puede (si se toma la decisión) constituir uno de los principales resortes para corregir y reorientar las opciones de desarrollo elegidas y hacer que sean realmente sustentables. Este proceso es una praxis, se aprende haciendo y a través de generaciones, se va construyendo una cultura.
Todo esto se acaba en la medida en que los cuerpos de agua son enajenados. La así llamada globalización es en gran medida una nueva forma de apropiación y succión de recursos por intereses transnacionales, entre los que el agua forma parte de sus principales objetivos. Una cultura del agua implica también el monitoreo permanente de los intentos de apropiación de cuerpos hídricos y sus respectivas tierras. La definición del agua como "bien económico" abre las puertas a todo tipo de aventuras, directas o veladas, en forma de entes mixtos u otras y se cierra de antemano a la concepción del agua como derecho humano fundamental. El agua, así como también el aire son bienes comunes, lo cual es bastante diferente a llamarlos "recursos". La visión del mundo puramente económica solo acarrea mucha destrucción y dolor. Y esta visión se ha transformado en una especie de dictadura mental que ni siquiera deja atisbar las posibilidades de otras formas de convivencia.
* Universidad Nacional de la Patagonia SJB ,
Observatorio del Agua - SCyT
Sarmiento 849 - 9200 Esquel (Chubut) – Argentina
ecologia@unpata.edu.ar linop@ciudad.com.ar
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