lunes, julio 19, 2010

Informe: “Vida de guardaparque & familia”

Por Bernardita Bielsa *

Usaron desde siempre un característico sombrero de fieltro verde con un escudo argentino al frente. Entre muchas otras cosas, responden preguntas de los turistas, hacen recorridas, apagan incendios, persiguen cazadores furtivos, registran en planillas y mapeos cuestiones de flora y fauna, hablan de educación ambiental y dan charlas en las escuelas.

Se los sigue relacionando con una cabaña en medio del bosque pero los tiempos han cambiado, y mucho. La gente suele llamarlos guardabosques pero trabajan en los parques nacionales y son guardaparques. En la patagonia les dicen “señores parques” y muchos de ellos ya jubilados, sus mujeres y sus hijos llevaron en áreas protegidas una vida sin fronteras, celulares, internet, ni movilidad. Casi olvidados en los confines de la tierra.

UNA INFANCIA COMO CUALQUIER OTRA

“Nací en el siglo pasado - en el 56, en la ciudad de Santa Fe y se puede decir que tuve una infancia tan común como los panchos y las tortas fritas. Mis juegos preferidos en mi barrio de Barranquitas eran las escondidas, las bolitas, y la guerra con coquitos de palmera. A la siesta mientras todos dormían nos juntábamos un montón de criaturas, nos escapábamos en bicicleta y llegábamos andando casi hasta el centro.

Tengo todas las secuelas de la generación nacida con posterioridad a la segunda guerra mundial, y de la Argentina “salvaje” y europeizada de Sarmiento. En la escuela aprendí que Colón había descubierto América y que los indios mayas, incas, aztecas, diaguitas, tobas y mapuches habían sido exterminados y sólo se podía saber de ellos a través de libros y visitando museos; memorizaba una y otra vez la historia y la geografía de Europa y África; y como tarea dibujaba con mucha dedicación y esmero castillos y caballeros con armaduras, blancos conejos, altas jirafas, gordos rinocerontes, rayadas cebras y enormes elefantes.

CUANDO SEA GRANDE


A los catorce, influenciado por los dictámenes y modas de la época, y sin dudar decía que quería ser ingeniero atómico. Pero algo empezó a cambiar cuando el avance de la modernidad hizo estragos en mi vida. O sea: Entendí cabalmente lo que era una bomba nuclear, luego el día que ví como volteaban con motosierra los árboles de la avenida allá por el año 74, y la cosa se puso peor cuando hicieron la obra de gas natural en el boulevard y que luego pasó por el frente de mi casa. El enorme ruido de las maquinarias literalmente me taladró la cabeza y me provocó chifladuras a todo nivel.

Para esa época ir al sicólogo estaba mal visto pero por suerte ocurrió un suceso con resultados absolutamente imprevistos e inesperados. Una tarde cualquiera de un día cualquiera a mi aula de la escuela industrial iban a ir los de vida silvestre a dar una charla. Yo no veía más allá de mis propias narices pero no se bien por qué, junté ganas y fui. Total no tenía otra cosa que hacer. Empecé a sentir un dolor extraño cuando los técnicos hablaron de contaminación, lluvia ácida, smog, capa de ozono. ¿Era verdad todo lo que había escuchado? ¿No era que nuestro planeta tierra tenía recursos inagotables? Al salir del salón ya no era más el mismo, muchos pensamientos me daban vueltas en la cabeza y tenía una decisión tomada: Había leído hacía unos días una nota sobre los parques nacionales en el diario El Litoral y se me metió de lleno ser guardaparque. Nota completa

* DNI 13.057.402

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