Opinión: “Fumar… ¿Simplemente fumar?”

Por Daniel Moliterno *

Sin necesidad de ahondar en demasía a nadie le será dificultoso advertir que toda sociedad comprende un intrincado cruce de variables que conforman una estructura que funciona a modo de sistema. Esto es el resultado de largos procesos históricos que en modo alguno pueden alterarse de un día para el otro sino a costa de graves conflictos a todas luces traumáticos; viene a cuento aquel dicho popular que advierte que a veces “es peor el remedio que la enfermedad”.

Del mismo modo sucede en lo particular de los individuos. Muchas veces eliminar un hábito deja un espacio fértil para que arraigue otro tanto o más nocivo que el anterior. Recuerdo un libro publicado en los años 60 dedicado a “Dejar de fumar” (no recuerdo el título exacto) Su autor, con buen criterio, incluyó al final del texto algunas cartas de lectores. Entre otras llamó mi atención una que sin dejar de agradecer al autor por su obra y buenas intenciones, contaba que, si bien el método ofrecido había resultado exitoso en su caso, al poco tiempo se había convertido en un bebedor empedernido, razón por la cual había decidido volver a fumar.

Más allá de cualquier juicio de valor la simple observación deja al descubierto que la costumbre de fumar está asociada a diversas cuestiones de índole personal y social. Hay quienes fuman cuando escriben, cuando pintan, cuando trabajan, cuando conversan, cuando contemplan un paisaje; cuando están contentos, cuando están tristes, cuando sienten temores o cuando están exultantes por algún motivo extraordinario. Para muchos ese cigarrillo que acompaña un café en la mesa de un bar cumple una función valiosa. O aquel otro que se disfruta en la charla de sobremesa con amigos (y que no tiene nada que ver con “salir a fumar a la calle” como algunos pretenden).

Comprender estos aspectos del fumar es ir más a fondo de la simple mirada de Fray Bartolomé de las Casas tal como se registra en su Historia de las Indias al describir el cigarro fumado por los nativos en estos términos “…ciertas hojas secas envueltas en otras hojas también secas, parecidos a los petardos. Se encienden por un extremo y se chupan por el otro para introducir en los pulmones ese humo con el que adormecen el cuerpo y así se embriagan”.

Nada de lo aquí dicho implica ignorar el malestar que a otros puede causarle esta costumbre, ni negar la importancia de la difusión de información sobre el tema o de regular las prácticas sociales, ni mucho menos promover el hábito, pero sí comprender que pasar de un extremo al otro (método del péndulo o todonadismo) jamás ha sido provechoso ni saludable para los individuos ni para las organizaciones sociales. Dudo mucho que quienes promueven la prohibición absoluta de fumar en todos los lugares públicos adviertan los perjuicios derivados de esta medida extrema. Perjuicios individuales y colectivos que de un modo u otro, de forma explícita o solapada, se harán sentir.

¿No sería posible, acaso, encontrar un punto de equilibrio? ¡Claro que sí! Pero para ello es imprescindible una actitud equilibrada, desprejuiciada; una visión totalizadora que articule los diversos componentes de una realidad compleja; ¡una visión genuinamente democrática!

* L.E. 8.007.149

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