Por Osvaldo A. González Salinas *
Estimados amigos de Puerta E:
Sentí mucha impotencia y desconsuelo cuando me enteré del incendio del Museo de Nahuel Pan.
Con el fuego se fueron mucho esfuerzo y trabajo.
Lo peor es que no sólo hubo daños materiales: los objetos valen también (y más en este caso) por el capital simbólico que contienen y representan.
Y está también el dolor que sentimos -y mucho más quienes están más cerca- por semejante golpe, tan inesperado, tan injusto.
No desconozco la crítica que se hace a la política de relegar a los museos aquellos capítulos de la historia (incluso de la realidad contemporánea) que no conviene descubrir sino más bien encubrir. Luisa Calcumil, en su magistral obra Es bueno mirarse en la propia sombra denuncia con toda claridad el mecanismo.
Pero el Museo de Culturas Originarias de Nahuel Pan es (no quiero hablar en tiempo pasado) mucho más que una exhibición congelada del pasado. Es un proyecto de rescate y de relectura de la historia y de la memoria. Que busca sustituir el relato de la cultura dominante por el de los protagonistas. Difícil es decir hasta dónde se ha avanzado en ese propósito, pero mientras el proyecto siga activo se mantiene viva la posibilidad de lograrlo.
El fuego no pudo destruir la historia, los recuerdos, los sueños. Pero habrá que recomenzar. Ojalá todos los que deben colaborar para reparar semejante pérdida se pongan a trabajar ya mismo, sin diferencias mezquinas. Es lo mínimo que se puede pedir si de verdad queremos respetar, conocer, incluir. Y honrar la memoria. Y es lo mínimo que merece una cultura.
Un dolido abrazo.
* D.N.I. 10.550.077
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