domingo, marzo 13, 2011

El estudio de la astrología


Por Valerie O'Farrell

El Estudio de la Astrología nos permite conocernos y comprender que el Ser Humano no es un ser independiente del Universo, separado de sus movimientos y de todos los demás seres humanos.

El universo es relación y todos sus elementos se mueven al unísono; el sistema solar se mueve y nosotros nos movemos con él.

Comprender profundamente quien soy es comprender como se manifiesta el Cielo en la Tierra. Debo aprender a moverme de otra manera; sin controlar ni obedecer, sin rechazar lo que me sucede; comprendiendo momento a momento las razones profundas de lo que ocurre. Dándome cuenta que una cosa es lo que hago cuando estoy lleno de temor y de su opuesto, el control. Y otra cosa es lo que hago cuando estoy muy atento a la naturaleza de todo aquello que se despliega a mi alrededor, a todos mis vínculos, porque ellos se muestran como en un espejo la realidad de lo que soy en cada momento. Instante a instante.

Cada carta natal es un mapa de vínculos. Desde el momento en que nacimos somos una determinada estructura vincular en la que hay una coherencia, un equilibrio permanente entre lo interno y lo externo. Todo esto sucederá a partir del nacimiento.

La personalidad que se forma en cada uno no es lo que somos en realidad sino lo que creemos ser a partir de la dualidad que se formó. Esa identidad está destinada a transformarse. Si se resiste a la transformación el conflicto es inevitable. Negarse a comprender lo que nos sucede y a reconocerlo como algo que verdaderamente somos.

El aprendizaje más profundo es el darnos cuenta que nuestra identidad es algo abierta. Que obedece a un orden que proviene del Cielo. Aprender a ser profundamente dóciles a ese orden es de suprema importancia.

Si comprendemos a fondo la naturaleza de la Astrología nos daremos cuenta de la profunda libertad que trae consigo. Existe un orden trazado por la Carta natal con todos sus movimientos cíclicos. Comprender la verdadera naturaleza del movimiento adentro-afuera, la danza entre psiquis y mundo, permite experimentar la vida como un eterno florecimiento ante lo desconocido. En la incertidumbre de las posibilidades pero en la certeza de que aquello que ocurre corresponde a un orden creativo que me corresponde vivir. Cuánto tiempo tardaré en descubrirlo, es otra cosa.

Somos redes vivientes en las que se entreteje instante a instante nuestro destino. Por eso en realidad lo que nos ocurre depende de nosotros. Si nuestra identidad se cristaliza, la red vincular se tensa y los juegos tienden inevitablemente hacia el poder y el conflicto. Si cada uno está atento a los vínculos y se dispone a descubrir con mucha flexibilidad quien es realmente en cada momento, sucederá otra cosa.

La vida nos revela dimensiones instante a instante dentro del inmenso orden de sus movimientos. Si nos desprendemos más rápidamente de nuestras creencias y actitudes la vida se convierte en un hermoso aprendizaje hasta el último día de nuestras vidas.

El dolor es inevitable pero el sufrimiento nace de quedarse atascado en el pasado, de quedarse pegado a lo que yo creía ser. Surge de no poder aceptar la revelación de lo que soy. Y esto sucede ahora. En cada transito planetario.

Es el momento en el que se hace posible una transformación profunda; una conexión más real con el ser que somos.

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