El día 17 de abril gente en todo el globo celebra la lucha de los campesinos y de los pueblos rurales para sobrevivir y continuar alimentando al mundo.
Este día conmemora también la muerte de 19 agricultores en Brasil, asesinados debido a su lucha por la tierra y la dignidad.
En Buenos Aires, la cita es el domingo 17 de abril, en el Espacio de política y cultura popular el Cid,
Ángel Gallardo 752, a las 18 hs.
(A una cuadra y media de Parque Centenario)
Programa:
Proyección:
Video de la intervención de Frei Betto en la Cumbre climática de los Pueblos, en Cochabamba.
Documental Sin Tierra, de Luis Acevedo Fals, sobre el Movimiento Sin Tierra de Brasil.
Antes que caiga el último árbol, presentado por Jorge E. Rulli.
Charla:
Con Jorge E. Rulli , del GRR/Grupo de Reflexión Rural.
Debate:
Con la participación de los asistentes.
Convocan:
Movimiento de Documentalistas, GRR/Grupo de Reflexión Rural, Centro Cultural La puerta, Radio La Colectiva.
Declaración:
La agricultura industrial dominante ha fracasado. Las promesas de la Cumbre Mundial sobre la Alimentación de 1996, reflejadas en el objetivo de desarrollo del milenio de reducir el hambre para 2015, no van a cumplirse.
En la actualidad el hambre y la inseguridad alimentaria están aumentando. Unos mil millones de personas padecen hambre, otros mil millones sufren desnutrición—carencia de importantes vitaminas y minerales—y sin embargo otros mil millones están sobrealimentados. ¡Un sistema alimentario global = 3 mil millones de víctimas!
Las políticas alimentarias puestas en práctica durante los últimos 20 años han perjudicado enormemente a la agricultura campesina, que sin embargo sigue alimentando a más del 70% de la población mundial.
La tierra, las semillas y el agua se han privatizado y se han cedido a la agroindustria. Esto ha forzado a los miembros de las comunidades rurales a emigrar a las ciudades, dejando atrás tierras fértiles, que son explotadas por multinacionales para producir agrocombustibles, biomasa o alimentos destinados a los consumidores de los países ricos.
Las políticas neoliberales se basan en la asunción de que la mano invisible del mercado repartirá el pastel de forma eficaz y justa. Y en Davos este año, los gobiernos del mundo hablaron de concluir la Ronda de Doha de la OMC en julio de 2011, precisamente para evitar al mundo futuras crisis alimentarias recurrentes. En realidad la actual crisis alimentaria, endémica, muestra que una mayor liberalización de los mercados no ayuda a alimentar al mundo, sino que acrecienta el hambre y expulsa a los campesinos de las tierras, de modo que los gobiernos se equivocan.
Lo que ha ocurrido es que los alimentos han entrado de forma masiva en mercados especulativos, sobre todo desde 2007. En dichos mercados los productos alimentarios son mercancías en las que los inversores pueden de pronto depositar o retirar miles de millones, inflando burbujas que después revientan, diseminando miseria. Los precios de los alimentos son altos, están fuera del alcance de los consumidores pobres, pero a los pequeños productores se les pagan precios bajos, haciéndolos cada vez más pobres. Los grandes comerciantes, los supermercados y los especuladores continúan engrosando sus beneficios a costa del hambre de otros.
Ha llegado el momento de cambiar radicalmente el sistema alimentario industrial. La Vía Campesina , movimiento que representa a más de 200 millones de pequeños productores en todo el mundo - hombres y mujeres - propone la soberanía alimentaria como una forma eficaz y justa de producción y distribución de los alimentos en todas las comunidades, todas las provincias, todos los países.
Poner en práctica la soberanía alimentaria significa defender la agricultura a pequeña escala, la agroecología y la producción local en todo el globo. Requiere que los campesinos tengan acceso a la tierra, al agua, a las semillas, a créditos y a la educación, protegiéndolos de importaciones baratas, creando stocks públicos o propiedad de los campesinos y gestionando la producción.
La soberanía alimentaria supondría dar una forma de sustento a miles de millones de personas y reduciría la pobreza, que es en su mayor parte un fenómeno rural. En la actualidad, de los mil cuatrocientos millones de personas que viven en condiciones de pobreza extrema en los países en desarrollo, el 75 por ciento viven y trabajan en zonas rurales.
La producción local de los alimentos y la venta directa de los productores a los consumidores garantiza que los alimentos permanezcan al margen del juego capitalista del monopolio. Así están menos sometidos a la especulación. Además, la agricultura sostenible permite la regeneración del suelo y del medio ambiente, preservando la biodiversidad y la salud humana. Se adapta mejor al cambio climático y ayuda a frenar el calentamiento global.
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