Por Pablo Quintana *
A duras penas el Concejo Deliberante pasó la docena de sesiones en un año que está a punto de concluir. Poco más de una reunión por mes, si el período legislativo de la comuna arrancase el 1º de enero y terminase en diciembre, sin receso invernal claro. Ya que en el caso de los ediles, ese descanso, suele ser durante todo el mes de julio.
No hubo ordenanzas brillantes que se distingan en beneficio de la comunidad. Pero casi al filo del año que está por concluir y a días de terminar sus mandatos, todos los ediles - con la excepción del concejal por el Frente Vecinal, Osvaldo González Salinas- aprobaron en forma casi frenética la ordenanza que permite la creación de barrios cerrados en Esquel.
El proyecto del ejecutivo, había tenido que dar marcha atrás con la iniciativa cuando en junio se generó un importante debate y hasta la presentación de nota con centenares de firmas en rechazo de la norma. Ese escenario obligó a la mayoría de los “representantes del pueblo” a reconsiderar una medida que, si algo la caracterizaba, no era un reclamo de la comunidad, como le gusta decir al intendente Rafael Williams. Según se encargaron de admitir los propios concejales, la norma responde a una exigencia del mercado inmobiliario.
El texto original del proyecto tuvo algunos retoques, pero en lo sustancial no sufrió grandes modificaciones. Cerramiento perimetral, acceso restringido y vigilancia interna o seguridad privada, formarán parte de esas “bondades” del mercado.
En medio de la gestión “nacional y popular”, la particular urbanización que tuvo su auge en los años noventa y que devinieron en countries, clubes de campo o, simplemente, barrios cerrados, es la contracara de la necesidad habitacional que padece esta comunidad desde hace largos años.
Como un atentado a la inteligencia social, ediles y funcionarios colocaron en el mismo interés la iniciativa de vecinos que se juntan para comprar tierra en forma conjunta y poder acceder a su propio lote debido a los altos costos del mercado. En el camino hacia Trevelin cerca de veinte vecinos compraron dos hectáreas logrando el loteo de las mismas costeando de su bolsillo varias obras de infraestructura básica y cediendo para el uso común (plaza, escuela, centro vecinal, etc.) un 12% de esa propiedad. Lo que se dice una verdadera acción comunitaria que nada tiene que ver con esta iniciativa privada.
En cambio, la normativa que terminaron aprobando los legislativos comunales establece que el barrio cerrado debería contar con 3 hectáreas como mínimo y unas 10 como máximo. Es decir, deja de lado a quienes intentan alcanzar su pequeña propiedad y abre el juego al negocio y la especulación.
La iniciativa gubernamental es una modificación al Código de Planeamiento Urbano y este fue el argumento esgrimido por los ediles para justificar la norma. La mención de las urbanizaciones cerradas pero no reglamentadas, era para la mayoría de los ediles una urgencia y exponen que no podían ir contra las normas preestablecidas.
En Rosario, Santa Fe, en diciembre del año se aprobó en el concejo deliberante de esa localidad una ordenanza que prohíbe los barrios cerrados. Se plantaron así frente a la especulación y la apropiación de plusvalía por parte de los monopolios privados. “Ante la escasez de tierra para las comunidades de la periferia y ante los desalojos de quienes históricamente sufrieron y sufren la exclusión”, esgrimieron desde la agrupación ‘Giros’ que presentó la norma. Casi como manteniendo la esperanza de dar un paso más hacia un nuevo modo de vida, se podría decir. Contra monopolios, se podría agregar, ya que estamos en épocas de cruzadas contra las concentraciones.
Pero en Esquel, todos los ediles –menos González Salinas- hacen la salvedad de que este tipo de complejos deban proyectarse en zonas periurbanas (como si en el casco urbano hubiese lugar para este tipo de emprendimientos), respetando la conectividad e integración vial con su entorno, evitando obstaculizar la continuidad de la trama vial existente o futura. La propuesta del ejecutivo, contó con la anuencia del parlamento esquelense, rápido y conciso.
El mismo ejecutivo que durante doce años en el gobierno no ha sido capaz de ordenar en términos urbanísticos ni siquiera el ingreso a esta ciudad. Por el contrario, priorizó en su avenida de acceso su calidad “de servicios” y desecha su ingreso principal como “corredor turístico”, permitiendo la instalación de galpones y hasta bosqueja más estaciones de servicios.
Es el mismo gobierno comunal que se toma su tiempo para definir la suerte de Plan de Manejo de la Laguna La Zeta, iniciativa que surgió de un grupo de vecinos de Esquel preocupados por esa reserva natural y para el cual se destinaron talleres participativos, con “gran debate social”. Aunque las primeras discusiones se remonten al 2005, aproximadamente. Claro que esta iniciativa no seduce al mercado inmobiliario. Eso sí, la propuesta aún está en estudio entre los concejales y por ahora duerme el sueño de los justos.
El presidente del concejo y diputado electo, Héctor Trotta sostuvo que se le endilgaba “contradicciones” por su carácter de político encasillado dentro del proyecto “nac y pop” y que en esta ocasión, al igual que sus pares de bancada coincidió con los ediles de la UCR y el PACH, en una iniciativa lejana a los intereses de los clamores populares y con olores neoliberales que apesta.
La única verdad es la realidad, dicen que dijo el general Perón parafraseando a Aristóteles. Difícilmente con barrios cerrados se pueda construir una sociedad más justa, nacional y popular.
* Periodista – Conductor de “La Tijereta”
Nota relacionada: Barrios cerrados: el Frente Unidad Sur resalta la postura del edil Osvaldo González Salinas
A duras penas el Concejo Deliberante pasó la docena de sesiones en un año que está a punto de concluir. Poco más de una reunión por mes, si el período legislativo de la comuna arrancase el 1º de enero y terminase en diciembre, sin receso invernal claro. Ya que en el caso de los ediles, ese descanso, suele ser durante todo el mes de julio.
No hubo ordenanzas brillantes que se distingan en beneficio de la comunidad. Pero casi al filo del año que está por concluir y a días de terminar sus mandatos, todos los ediles - con la excepción del concejal por el Frente Vecinal, Osvaldo González Salinas- aprobaron en forma casi frenética la ordenanza que permite la creación de barrios cerrados en Esquel.
El proyecto del ejecutivo, había tenido que dar marcha atrás con la iniciativa cuando en junio se generó un importante debate y hasta la presentación de nota con centenares de firmas en rechazo de la norma. Ese escenario obligó a la mayoría de los “representantes del pueblo” a reconsiderar una medida que, si algo la caracterizaba, no era un reclamo de la comunidad, como le gusta decir al intendente Rafael Williams. Según se encargaron de admitir los propios concejales, la norma responde a una exigencia del mercado inmobiliario.
El texto original del proyecto tuvo algunos retoques, pero en lo sustancial no sufrió grandes modificaciones. Cerramiento perimetral, acceso restringido y vigilancia interna o seguridad privada, formarán parte de esas “bondades” del mercado.
En medio de la gestión “nacional y popular”, la particular urbanización que tuvo su auge en los años noventa y que devinieron en countries, clubes de campo o, simplemente, barrios cerrados, es la contracara de la necesidad habitacional que padece esta comunidad desde hace largos años.
Como un atentado a la inteligencia social, ediles y funcionarios colocaron en el mismo interés la iniciativa de vecinos que se juntan para comprar tierra en forma conjunta y poder acceder a su propio lote debido a los altos costos del mercado. En el camino hacia Trevelin cerca de veinte vecinos compraron dos hectáreas logrando el loteo de las mismas costeando de su bolsillo varias obras de infraestructura básica y cediendo para el uso común (plaza, escuela, centro vecinal, etc.) un 12% de esa propiedad. Lo que se dice una verdadera acción comunitaria que nada tiene que ver con esta iniciativa privada.
En cambio, la normativa que terminaron aprobando los legislativos comunales establece que el barrio cerrado debería contar con 3 hectáreas como mínimo y unas 10 como máximo. Es decir, deja de lado a quienes intentan alcanzar su pequeña propiedad y abre el juego al negocio y la especulación.
La iniciativa gubernamental es una modificación al Código de Planeamiento Urbano y este fue el argumento esgrimido por los ediles para justificar la norma. La mención de las urbanizaciones cerradas pero no reglamentadas, era para la mayoría de los ediles una urgencia y exponen que no podían ir contra las normas preestablecidas.
En Rosario, Santa Fe, en diciembre del año se aprobó en el concejo deliberante de esa localidad una ordenanza que prohíbe los barrios cerrados. Se plantaron así frente a la especulación y la apropiación de plusvalía por parte de los monopolios privados. “Ante la escasez de tierra para las comunidades de la periferia y ante los desalojos de quienes históricamente sufrieron y sufren la exclusión”, esgrimieron desde la agrupación ‘Giros’ que presentó la norma. Casi como manteniendo la esperanza de dar un paso más hacia un nuevo modo de vida, se podría decir. Contra monopolios, se podría agregar, ya que estamos en épocas de cruzadas contra las concentraciones.
Pero en Esquel, todos los ediles –menos González Salinas- hacen la salvedad de que este tipo de complejos deban proyectarse en zonas periurbanas (como si en el casco urbano hubiese lugar para este tipo de emprendimientos), respetando la conectividad e integración vial con su entorno, evitando obstaculizar la continuidad de la trama vial existente o futura. La propuesta del ejecutivo, contó con la anuencia del parlamento esquelense, rápido y conciso.
El mismo ejecutivo que durante doce años en el gobierno no ha sido capaz de ordenar en términos urbanísticos ni siquiera el ingreso a esta ciudad. Por el contrario, priorizó en su avenida de acceso su calidad “de servicios” y desecha su ingreso principal como “corredor turístico”, permitiendo la instalación de galpones y hasta bosqueja más estaciones de servicios.
Es el mismo gobierno comunal que se toma su tiempo para definir la suerte de Plan de Manejo de la Laguna La Zeta, iniciativa que surgió de un grupo de vecinos de Esquel preocupados por esa reserva natural y para el cual se destinaron talleres participativos, con “gran debate social”. Aunque las primeras discusiones se remonten al 2005, aproximadamente. Claro que esta iniciativa no seduce al mercado inmobiliario. Eso sí, la propuesta aún está en estudio entre los concejales y por ahora duerme el sueño de los justos.
El presidente del concejo y diputado electo, Héctor Trotta sostuvo que se le endilgaba “contradicciones” por su carácter de político encasillado dentro del proyecto “nac y pop” y que en esta ocasión, al igual que sus pares de bancada coincidió con los ediles de la UCR y el PACH, en una iniciativa lejana a los intereses de los clamores populares y con olores neoliberales que apesta.
La única verdad es la realidad, dicen que dijo el general Perón parafraseando a Aristóteles. Difícilmente con barrios cerrados se pueda construir una sociedad más justa, nacional y popular.
* Periodista – Conductor de “La Tijereta”
Nota relacionada: Barrios cerrados: el Frente Unidad Sur resalta la postura del edil Osvaldo González Salinas
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