Por Juan A. Zuoza *
“Hijo, lamento decirte que los adultos imbéciles que estamos en esta noble tierra, no estamos haciendo absolutamente nada para que el día de mañana puedas acceder a una vivienda digna y mucho menos a un precio justo o sin préstamos usureros…”
No me cabe la menor duda de que muchos de nosotros comenzaríamos de esa manera una carta para nuestros hijos. Hoy en día el negocio inmobiliario y los barrios cerrados están en pleno auge de discusión. Pero independientemente de la postura que asuma cada uno en relación a la permisión de barrios cerrados y su concepción individual sobre el funcionamiento sano de una sociedad, creo que hay un tema muchísimo más preocupante que afecta al futuro de TODOS nuestros hijos: la especulación inmobiliaria y los créditos usureros. La pregunta es ¿Cómo piensan acceder a una vivienda los chicos que egresan del secundario, terciario o la universidad? ¿Cómo puede un pibe planificar a futuro cuando un simple terreno cuesta entre U$s 30.000 y U$s 50.000? ¿Qué posibilidades tiene una persona joven para ahorrar ese dineral?
La estructura mercantil inmobiliaria actual del país está conformada de una manera cínica, inmoral y avasalladora. Nos parieron en una tierra donde todo estaba repartido de antemano y los que no tienen la suerte de heredar una vivienda se ven sometidos a pagar alquileres de por vida, dinero que bien podría ser empleado para un mejor estándar de vida o proyectos productivos. Si además uno tiene “la suerte” de poder acceder a un crédito bancario (para lo cual se necesita al menos un terreno previo o unos miles de dólares correspondientes 30% del valor de una vivienda), las tasas son abusivas y se termina pagando el doble, triple, o más del monto adquirido. Es decir que los pibes, nuestros pibes, están sometidos al más perverso abuso inmobiliario y financiero y NOSOTROS – los adultos-NO ESTAMOS HACIENDO NADA PARA REVERTIRLO. Aquí el que menos tiene está obligado a alimentar a los que más tienen. El inquilino debe pagar cifras elevadas a una inmobiliaria por una comisión, un alquiler muchas veces desmedido, y vivir pendiente de su estabilidad laboral y continuidad contractual con el propietario, agachando la cabeza ante los aumentos que vengan en un futuro cercano. Si se toma el camino del crédito, será entonces la entidad bancaria la que le chupará su sangre para alimentar a sus accionistas. El camino del ahorro queda totalmente descartado, ya que la inflación imperante está sistematizada para que uno gaste y gaste, sin tener poder de ahorro, ya que el que no invierte y ahorra, pierde su capital. El sistema es perverso por donde se lo mire… pero… ¿Hay solución?... SÍ, efectivamente HAY SOLUCIÓN, aunque es utópica, dado que no creo que haya voluntad alguna de cambiar el sistema ya que los que tienen la batuta son los mismos que alimentan el sistema de exclusión y abuso actual. El negocio inmobiliario es un negocio dañino e improductivo. Imagínense si todo ese dineral que se maneja en la compra y venta de inmuebles fuese puesto en la producción de bienes o servicios… ¿Existiría algún argentino sin empleo? El negocio inmobiliario es uno de nuestros enemigos internos, matando el futuro de los jóvenes e hipotecando la vida del los pocos que acceden a un crédito. Es comparable con lo que se denominan “fondos buitres” que no producen nada, sólo especulación financiera que la termina pagando la clase media y baja.
El sistema necesita un cambio tajante, arrancando de raíz la concepción del funcionamiento del negocio inmobiliario actual y convertirlo en un sistema mucho más sano, destruyendo los sobreprecios y la especulación inmobiliaria y logrando una verdadera equidad social.
Hay muchos frentes que se pueden abrir. Creo que es imprescindible una Ley nacional que declare NULA toda transacción inmobiliaria cuyo monto de operación supere el 30% del valor fiscal del inmueble. Esto abre dos caminos: a)que el propietario declare el valor real y pague impuestos en proporción a ello (con retroactivo al valor no declarado por años) b) que los precios bajen paulatinamente y la compra de inmuebles sea un mercado de acceso común, casi tan sencillo como cambiar de automóvil.
El margen del 30% tiene como finalidad evitar la especulación de precios. Es decir que un inmueble no debe ser considerado un bien de lucro, sino un bien básico y necesario de fácil acceso para el común de la gente. Sin embargo, ese 30% permite obtener una ganancia significativa, pero no abusiva. Es decir que el negocio inmobiliario se transformaría en un negocio sano y digno. El precio del inmueble debe seguir siendo estipulado por el Estado, tal cual lo hace hoy en día. Simplemente ese monto no debe ser superado (en caso de venta) en ese porcentaje establecido, evitando así la especulación. El pago de impuestos inmobiliarios no debería ser mayor al actual, excepto que se declare un valor mayor del inmueble.
También debe anularse toda forma posible de testaferros, con gravísimas sanciones para el que así lo hiciere, como la expropiación automática del inmueble, entre otras.
La cantidad de inmuebles adquiribles por habitante, también debe ser cuidadosamente discutida, analizada y se deben fijar límites a fin de evitar la compra desmedida de inmuebles por parte de los sectores más poderosos. No hablo de límites bajos, pero sí debe haber límites. Recordemos que la pobreza tiene como límite a la muerte, en tanto que la riqueza no tiene límites y eso es dañino para el equilibrio social. Desde ya aclaro que no soy comunista, ni nada parecido, ya que es la primera etiqueta que le ponen a todo aquel que tiene sentido común y busca el equilibrio de las cosas. Esto es simplemente una cuestión matemática: cada vez somos más en un país que tiene una sola superficie y el Estado debe cumplir con su rol de facilitar (no regalar) el acceso a algo tan básico y necesario como una vivienda, base fundamental de todo núcleo familiar y de desarrollo personal e intelectual de los habitantes.
Debemos tener muy en cuenta que el 70% del precio de los inmuebles, sobre todo los terrenos, es netamente especulación inmobiliaria, el resto del precio es en función de su superficie, ubicación, mejoras y servicios con los que cuente.
Como mencioné anteriormente, esto no deja de ser una utopía, pero es una utopía que puede empezar a generar semillas para el cambio. Espero que de a poco se vaya generando el debate serio, en busca de respuestas concretas. Seguramente, de la mano de este tipo de cambios devendrían muchos otros en materia legal impositiva y reformas de códigos. Para ello se necesita un amplio sentido social por parte de los responsables de nuestras leyes. ¿Darán muestra de ello nuestros representantes legislativos?
¿De qué hablamos cuando mencionamos la palabra “equidad” si no se realizan cambios profundos y significativos? ¿Nadie se da cuenta de que para lograr equidad se necesitan cambios totales y absolutos en nuestra manera de actuar y de visualizar la compleja realidad? La sociedad vive atada a normas que considera inalterables, como si fuesen una verdad absoluta, cuando en realidad es la misma sociedad la que debe imponer sus propias reglas de juego. Y lamentablemente también hemos adquirido la costumbre del “sálvese quien pueda” y nunca nos hemos plantado a exigir un verdadero equilibrio social, rompiendo toda la estructura desigualitaria e inequitativa actual para brindar la posibilidad a cada persona de tener dignamente su lugar en el mundo, sin ser pisoteado ni abusado por leyes del mercado que sólo buscan rédito económico para los mismos de siempre.
* Martillero Público - Mat. Nº80 F 82 T 1 - Docente y M.M.O.
Nota relacionada: Opinión: “Barrios cerrados para todos”, por Pablo Quintana
“Hijo, lamento decirte que los adultos imbéciles que estamos en esta noble tierra, no estamos haciendo absolutamente nada para que el día de mañana puedas acceder a una vivienda digna y mucho menos a un precio justo o sin préstamos usureros…”
No me cabe la menor duda de que muchos de nosotros comenzaríamos de esa manera una carta para nuestros hijos. Hoy en día el negocio inmobiliario y los barrios cerrados están en pleno auge de discusión. Pero independientemente de la postura que asuma cada uno en relación a la permisión de barrios cerrados y su concepción individual sobre el funcionamiento sano de una sociedad, creo que hay un tema muchísimo más preocupante que afecta al futuro de TODOS nuestros hijos: la especulación inmobiliaria y los créditos usureros. La pregunta es ¿Cómo piensan acceder a una vivienda los chicos que egresan del secundario, terciario o la universidad? ¿Cómo puede un pibe planificar a futuro cuando un simple terreno cuesta entre U$s 30.000 y U$s 50.000? ¿Qué posibilidades tiene una persona joven para ahorrar ese dineral?
La estructura mercantil inmobiliaria actual del país está conformada de una manera cínica, inmoral y avasalladora. Nos parieron en una tierra donde todo estaba repartido de antemano y los que no tienen la suerte de heredar una vivienda se ven sometidos a pagar alquileres de por vida, dinero que bien podría ser empleado para un mejor estándar de vida o proyectos productivos. Si además uno tiene “la suerte” de poder acceder a un crédito bancario (para lo cual se necesita al menos un terreno previo o unos miles de dólares correspondientes 30% del valor de una vivienda), las tasas son abusivas y se termina pagando el doble, triple, o más del monto adquirido. Es decir que los pibes, nuestros pibes, están sometidos al más perverso abuso inmobiliario y financiero y NOSOTROS – los adultos-NO ESTAMOS HACIENDO NADA PARA REVERTIRLO. Aquí el que menos tiene está obligado a alimentar a los que más tienen. El inquilino debe pagar cifras elevadas a una inmobiliaria por una comisión, un alquiler muchas veces desmedido, y vivir pendiente de su estabilidad laboral y continuidad contractual con el propietario, agachando la cabeza ante los aumentos que vengan en un futuro cercano. Si se toma el camino del crédito, será entonces la entidad bancaria la que le chupará su sangre para alimentar a sus accionistas. El camino del ahorro queda totalmente descartado, ya que la inflación imperante está sistematizada para que uno gaste y gaste, sin tener poder de ahorro, ya que el que no invierte y ahorra, pierde su capital. El sistema es perverso por donde se lo mire… pero… ¿Hay solución?... SÍ, efectivamente HAY SOLUCIÓN, aunque es utópica, dado que no creo que haya voluntad alguna de cambiar el sistema ya que los que tienen la batuta son los mismos que alimentan el sistema de exclusión y abuso actual. El negocio inmobiliario es un negocio dañino e improductivo. Imagínense si todo ese dineral que se maneja en la compra y venta de inmuebles fuese puesto en la producción de bienes o servicios… ¿Existiría algún argentino sin empleo? El negocio inmobiliario es uno de nuestros enemigos internos, matando el futuro de los jóvenes e hipotecando la vida del los pocos que acceden a un crédito. Es comparable con lo que se denominan “fondos buitres” que no producen nada, sólo especulación financiera que la termina pagando la clase media y baja.
El sistema necesita un cambio tajante, arrancando de raíz la concepción del funcionamiento del negocio inmobiliario actual y convertirlo en un sistema mucho más sano, destruyendo los sobreprecios y la especulación inmobiliaria y logrando una verdadera equidad social.
Hay muchos frentes que se pueden abrir. Creo que es imprescindible una Ley nacional que declare NULA toda transacción inmobiliaria cuyo monto de operación supere el 30% del valor fiscal del inmueble. Esto abre dos caminos: a)que el propietario declare el valor real y pague impuestos en proporción a ello (con retroactivo al valor no declarado por años) b) que los precios bajen paulatinamente y la compra de inmuebles sea un mercado de acceso común, casi tan sencillo como cambiar de automóvil.
El margen del 30% tiene como finalidad evitar la especulación de precios. Es decir que un inmueble no debe ser considerado un bien de lucro, sino un bien básico y necesario de fácil acceso para el común de la gente. Sin embargo, ese 30% permite obtener una ganancia significativa, pero no abusiva. Es decir que el negocio inmobiliario se transformaría en un negocio sano y digno. El precio del inmueble debe seguir siendo estipulado por el Estado, tal cual lo hace hoy en día. Simplemente ese monto no debe ser superado (en caso de venta) en ese porcentaje establecido, evitando así la especulación. El pago de impuestos inmobiliarios no debería ser mayor al actual, excepto que se declare un valor mayor del inmueble.
También debe anularse toda forma posible de testaferros, con gravísimas sanciones para el que así lo hiciere, como la expropiación automática del inmueble, entre otras.
La cantidad de inmuebles adquiribles por habitante, también debe ser cuidadosamente discutida, analizada y se deben fijar límites a fin de evitar la compra desmedida de inmuebles por parte de los sectores más poderosos. No hablo de límites bajos, pero sí debe haber límites. Recordemos que la pobreza tiene como límite a la muerte, en tanto que la riqueza no tiene límites y eso es dañino para el equilibrio social. Desde ya aclaro que no soy comunista, ni nada parecido, ya que es la primera etiqueta que le ponen a todo aquel que tiene sentido común y busca el equilibrio de las cosas. Esto es simplemente una cuestión matemática: cada vez somos más en un país que tiene una sola superficie y el Estado debe cumplir con su rol de facilitar (no regalar) el acceso a algo tan básico y necesario como una vivienda, base fundamental de todo núcleo familiar y de desarrollo personal e intelectual de los habitantes.
Debemos tener muy en cuenta que el 70% del precio de los inmuebles, sobre todo los terrenos, es netamente especulación inmobiliaria, el resto del precio es en función de su superficie, ubicación, mejoras y servicios con los que cuente.
Como mencioné anteriormente, esto no deja de ser una utopía, pero es una utopía que puede empezar a generar semillas para el cambio. Espero que de a poco se vaya generando el debate serio, en busca de respuestas concretas. Seguramente, de la mano de este tipo de cambios devendrían muchos otros en materia legal impositiva y reformas de códigos. Para ello se necesita un amplio sentido social por parte de los responsables de nuestras leyes. ¿Darán muestra de ello nuestros representantes legislativos?
¿De qué hablamos cuando mencionamos la palabra “equidad” si no se realizan cambios profundos y significativos? ¿Nadie se da cuenta de que para lograr equidad se necesitan cambios totales y absolutos en nuestra manera de actuar y de visualizar la compleja realidad? La sociedad vive atada a normas que considera inalterables, como si fuesen una verdad absoluta, cuando en realidad es la misma sociedad la que debe imponer sus propias reglas de juego. Y lamentablemente también hemos adquirido la costumbre del “sálvese quien pueda” y nunca nos hemos plantado a exigir un verdadero equilibrio social, rompiendo toda la estructura desigualitaria e inequitativa actual para brindar la posibilidad a cada persona de tener dignamente su lugar en el mundo, sin ser pisoteado ni abusado por leyes del mercado que sólo buscan rédito económico para los mismos de siempre.
* Martillero Público - Mat. Nº80 F 82 T 1 - Docente y M.M.O.
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