Por Julieta Massacese *
Estimado
compañero:
Me
permito también llamarlo así, y me alegro que usted lo haga. Antes que nada
quisiera agradecerle su respuesta, ya que abre líneas de reflexión y me obliga
a plantear todo con mucha más seriedad. Le comento que, aunque nunca podemos
controlar los contextos de nuestras producciones culturales –que se multiplican
y aparecen por diversas partes- voy a hacer un pequeño intento pasado de moda y
contarle cómo surgió esta carta y para qué público fue pensada. Por supuesto
que esto dista de ser su problema, pero ya que estamos podemos hacer algunas
especificaciones. El intento consistió en abrir una polémica con la militancia
de la Capital. Me
he llegado a cansar de defender a Cristina de acusaciones llanamente berretas,
por eso, cuando comenzó a masificarse el tema de la
megaminería/antimegaminería, y comencé a escuchar las reacciones de la
militancia K-Capital, además de decepcionada me sentí horrorizada.
Digo
horrorizada porque de repente un montón de personas defendían la minería en general
- y con ella, la megaminería- como causa de toda la vida, al encontrarse
con aquella coyuntura política que establecía que la antimegaminería era una causa propia del Grupo Clarín, ergo, la megaminería era bandera de la militancia K. Esta configuración momentánea me pareció cuando menos
ridícula, e intenté como esquelense comentar la experiencia de mi pueblo en
relación con el tema, y mostrar cómo aquello no podía reducirse a la novedosa
matriz tan capitalina. Era una carta para mis compañerxs generacionales y
muchas veces amigxs que son kirchneristas o simpatizantes. No es una carta
especialmente dirigida al público esquelense, creo que se merece otra carta, y
que no necesita tantas aclaraciones.
De la
misma forma, quiero pensar que entendemos la diferencia entre una cantera y una
mina a cielo abierto. A la gente de la capital, por otra parte, fue difícil y
poco exitoso mi intento por explicarles que no éramos una oleada de
hippies-chic pachamamezcos de última hora que intentábamos volver a las verduras.
Entiendo que estén confundidos, ya que si lo dice Clarín, acuerdo en que es por
lo menos sospechoso. Ahora bien, ahí está en juego el ojo de la militancia de la Capital para comprender
que la vida sigue después de la Avenida General Paz.
Por
otra parte, agradezco su interés por tranquilizarme en lo que referencia
política local respecta. Si atendemos el contexto dado, lo cual es obligación
epistemológica de nuestra generación, permítame focalizar el hecho de que la
problemática minera en la provincia ya no se ancla en Esquel, sino que se está
trasladando a nuestra meseta. Estratégicamente la multinacional se ha cambiado
de nombre y ha comprendido que es más fácil convencer a 700 pobladores que a
45.000. Los descuidados parajes y pequeños poblados tienen hoy ocupación
hotelera y de servicios total por gente de “la empresa”: así, en general. Con
tristeza le replico que lamento que arriba de Williams esté el Gobernador
Buzzi, que no creo que opine igual, y al que sí le corresponde lo que ocurra en
la meseta, y más arriba, Cristina misma.
[En
relación a los pueblos originarios, me siento sumamente tentada a hablar, ya
que usted los mencionó, pero excede por mucho el propósito de esta carta y realmente
merece un tratamiento aparte. Me limito a citar los nombres de Atilio
Curiñanco y Rosa Rúa Nahuelquir. Realmente lamento que su
organización política no pueda dar respuesta a este reclamo legítimo.]
Usted
me reclama considerar “útil” -nunca dije justificada- la difusión de la lucha
antimegaminera mediante el Grupo Clarín. Le pregunto, por mi parte ¿Cuántas
alianzas mucho menos que deseables han tenido que hacer Néstor y Cristina para
llegar donde están? No repliquemos la ingenuidad que demandamos: repudiamos,
por un lado, la utilización de un monopolio totalmente espantoso para la
difusión de una cuestión popular, pero en este mismo gesto ignoramos que la
manera en la que se ha podido hegemonizar este proyecto -con toda la
buenaventura y contradicción que trajo- fue, justamente, la capacidad de
negociación. Inocente considero que es pensar que la interlocutora es la que
negocia y uno sólo se limita a gobernar o participar.
Los
beneficios no son supuestos, son reales, al igual que los peligros. Ahora,
utilizar algo no significa apoyarse en eso necesariamente. Cuántas cosas habrá
utilizado Cristina, de cuántas ha podido deshacerse y cuántas otras la
persiguen hasta hoy, no me corresponde hacer el conteo, pero sé que son varias…
Por otra parte, lo que yo escribí fue lo siguiente: “Que TN está explotando
la situación a su favor, no lo dudo, y desconfío plenamente de lo que tengan
para decir, pero si sirve a la causa comprendo perfectamente que sea utilizado
para la misma.” Jamás pensaría que Grupo Clarín haya tenido una repentina
sensibilización popular. Entiendo que va a tomar todo lo que le sirva para
oponerse, ya que no tiene argumentos propios. Pero cito el caso de Greenpeace
para mostrar que reconozco justamente que, como dice Sartre, “en un mundo sucio
nadie puede tener las manos limpias”, y si se me permite agregar, las
posibilidades de enunciar algo que pueda ser escuchado, son radicalmente
asimétricas entre por un lado, un conjunto pequeño de asambleas del Interior y
por el otro, un gobierno como el de Cristina, o el mismísimo Grupo Clarín.
Hay
una herramienta teórica de la cual podríamos servirnos para explicar el caso,
si es que no queda claro con el ejemplo. El sociólogo y filósofo Michel De
Certeau distingue dos dinámicas básicas de la política. Por una parte, la estrategia:
cálculo y manipulación de las relaciones de fuerza de un grupo aislable
(empresa, Estado, etc.), que procede a partir de un lugar propio que sirve de
base para administrar las relaciones con una exterioridad a través del poder.
Por otra parte, la táctica: acción calculada en ausencia del lugar
propio, esto es, acción en el lugar del otro, bajo las leyes del otro. Es un
movimiento que no puede totalizarse ni sostenerse como un proyecto global,
aunque sí puede articularse. Se trata de la astucia de las circunstancias de
los débiles, y apuesta a la pertinencia del momento oportuno. Podemos decirlo
de varias maneras: aquellxs que no podemos darnos el lujo de una estrategia,
procedemos por tácticas. Esto implica usar el lugar del otro, bajo las
leyes del otro. Cuando no tenemos un lugar en la producción de los productos de
consumo, es justamente el uso lo que puede aportar una circunstancia de
apropiación, incluso si la circunstancia tiene mucho de adverso, como el caso
que nos interesa. Esto, por supuesto, no significa que todo uso sea legítimo,
ni mucho menos. Significa que la política es justamente la capacidad de
articular, y creo que kirchnerismo perdería mucho (sino todo) si no la
reconociera. Ni hablar del peronismo.
Aboy
Carlés reconoce un germen populista en el primer Irigoyen, que tiene la
capacidad justamente de: 1. Establecer un todo dividido, clásico de todo
planteo político. Un “ellos” y un “nosotros”. Esto es cuando menos una
construcción, debería saberlo, y le recuerdo su oportuna invitación a pensar en
matices. “K/AntiK”, arbitrario, pero sumamente útil por momentos, aunque en
otros, repone la estructura binómica que ha impedido en nuestra historia
justamente pensar los matices. [Cito algunos casos rápidos para aclarar: la
homosexualidad en los ´70, ¿peronismo o antiperonismo? Manuel Puig fue
perseguido por ambos. Tampoco se entendió oportunamente, ya que tampoco entraba
en el binomio Borges/AntiBorges, porque era un escritor popular, mas no
panfletario.] 2. El peronismo nació y sobrevivió como un movimiento, es virtud
política del peronismo su capacidad de nacer por tácticas, cuando ninguna
estrategia era posible. Es la historia de la mismísima Eva Duarte, historia de
la que estoy orgullosa.
Por si esto aún no quedara claro, y dado que
mi interés está puesto absolutamente en llegar a comprendernos, cito la frase
de una profesora, María Luisa Femenías: ella dice “resignifica el que puede”,
que es otra manera de decir, “el que nomina, domina”, pero poniendo el foco en
¿quién puede hoy nominar? No me alegra que Clarín se sirva de las luchas
populares, ahora bien, si veo la lucha de un pequeño pueblo que tal vez nunca
hubiera llegado allí, entiendo que esto es beneficioso para la difusión de esa
causa que empezó antes de la cuadriculación K/AntiK y que posiblemente
sus efectos la sobrevivan. Que se entienda que el hecho de que Clarín use al
pueblo no significa ni que el pueblo no pueda –aunque sea un poco- usar a
Clarín ni que la lucha del pueblo contra la megaminería sea gorila. Y
cuando se tiene muy poco, los beneficios son reales.
Quien
no tiene el poder de un medio oficial o de la oposición hoy, usa todo lo que
encuentra –un todo que está hecho, preconfigurado, que es peligroso, y
definitivamente no es popular- para intentar enunciar algo. Los que pueden
marcharán y usarán Facebook, los que no, seguirán fracturando la sociedad civil
a base de paco y robos insignificantes. Unos y otros seremos utilizados.
No me
pida que no haga política, porque si hay algo que el kirchnerismo ha hecho y
bien es eso, y el pueblo, a diferencia del gobierno y del Grupo Clarín, cuenta
con muchos menos recursos para llegar a hacerse escuchar.
* DNI 34663833
Nota relacionada: Opinión: “Carta abierta al kirchnerismo militante / desde Esquel”, por Julieta Massacese
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