Por Proyecto Sur-Chubut
No hay más oficialista que el opositor arrepentido. Esta
afirmación se aplica perfectamente al gobernador Martín Buzzi, quien sin haber
sido nunca un gran opositor al kirchnerismo, llegó a Rawson bajo el ala
protectora de Das Neves, hombre pequeño de grandes ambiciones (personales).
Luego de haber celebrado el triunfo en las elecciones
complementarias, Buzzi temió que el kirchnerismo pusiera palos en la rueda de
su gobierno. El justicialismo premia la lealtad, pero no cualquier lealtad sino
la profesada ciegamente al líder de turno. Y, al contrario, castiga la crítica
de los justicialistas disidentes. Entonces, Buzzi, quien, para negar su pasado
en la UCD de
Álvaro Alsogaray, ya había tenido que esforzarse por mostrarse muy peronista
(incluso más peronista que los peronistas 'de siempre'), decidió saltar una vez
más el charco. Con la velocidad de un rayo fue a Buenos Aires a sacarse una
foto junto a Cristina y le prometió la lealtad debida. Desde entonces, se
esfuerza por ser un verdadero kirchnerista, el mejor y más leal de todos.
Intereses nacionales vs. intereses provinciales
El problema es que la 'lealtad kirchnerista' se opone a los
legítimos intereses de la provincia del Chubut. Cuando un gobernador critica a
Cristina o a alguna de las oscuras figuras que la rodean, se arriesga a que le
empiecen a retacear los fondos que corresponden al Estado provincial.
En el 2007, ser kirchnerista fue aceptar la renegociación
anticipada de los contratos petroleros, en términos absolutamente perjudiciales
para las provincias. En ese momento, no se hablaba de “soberanía energética”.
En el 2012, ser kirchnerista implica, entre otras cosas,
abandonar causas judiciales contra el Estado nacional, aun cuando esas causas
sean legítimas porque se reclama dinero que efectivamente le deben a la
provincia, es decir, a cada uno de sus habitantes.
Recientemente, Buzzi desistió de reclamar un monto global de
5.000 millones de pesos y, a cambio, acepta pagar costas judiciales que rondan
los 250 millones de pesos. Firmó un convenio “de desendeudamiento” en forma
secreta, sin comunicarlo públicamente a la sociedad ni solicitar aval en la Cámara de Diputados.
Podemos imaginar que hizo este acuerdo en una reunión hecha
a puertas cerradas, como en una escena de la película “El Padrino”. Allí, Buzzi
se puso de rodillas y besó el anillo de su Jefa.
Perdimos todos.





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