Por Juan Pablo Olsson
La expropiación de YPF representa un paso fundamental -más
allá de cualquier bandera partidaria- hacia la profundización de nuestra
soberanía; pero al mismo tiempo puede implicar el peligro de que Argentina se
encamine a la incorporación de un tipo de tecnología de extracción de
hidrocarburos altamente contaminante. Este peligro está expresado en la
intención del gobierno de entregarle a la petrolera Exxon Mobil la explotación
de gas y petróleo shale -no convencional- en el yacimiento de Vaca Muerta en
Neuquén. Es importante tener en cuenta que para Argentina este tipo de
explotación no es necesaria en términos de autoabastecimiento, dadas las
reservas de petróleo convencional existentes especialmente en la Plataforma Marítima.
Como señala Félix Herrero en base a diversos estudios
internacionales, se calcula que a nivel mundial las reservas conocidas de este
tipo de gas y petróleo no convencional son de 3,6 trillones de barriles, contra
1,2 trillones de barriles de reservas de hidrocarburos convencionales. Lo que
se estaría acabando es el petróleo “barato”, fácil de extraer; por eso, las
corporaciones transnacionales buscan territorios donde puedan imponer las nuevas
tecnologías de extracción altamente contaminantes, con capacidad de producir
una enorme polución en las napas de agua subterráneas más profundas, que son en
general las más puras. La clave del problema es que este método de explotación
brinda grandes beneficios a las corporaciones transnacionales petroleras; pero
al mismo tiempo es gravemente destructivo de los territorios en los cuales se
extrae.
Este tipo de explotación responde a los intereses estratégicos de Estados
Unidos -en tanto potencia mundial declinante- dado que le permite garantizar la
provisión de hidrocarburos, ante las amenazas que significan la inestabilidad
de los países del Medio Oriente -su derrota en Irak y Afganistán y los
conflictos con Irán- así como las tensiones con Venezuela y Rusia; regiones que
controlan las mayores reservas de petróleo en el mundo.
Es la primera vez que va a realizarse este tipo de
extracción en nuestro país y -aunque sea más costosa que la convencional y
sobre todo más contaminante- vamos a garantizar a Estados Unidos la provisión
de energía sin grandes problemas, en contraste con las zonas proveedoras más
conflictivas. Como contrapartida, este papel tendrá para nuestro país
consecuencias altamente depredadoras. Las técnicas utilizadas para la extracción
de petróleo y gas no convencional requieren inyectar millones de litros de agua
mezclados con químicos y ácidos, a fin de destruir las piedras del subsuelo
donde está el petróleo (muchas veces en estado sólido); lo cual significa que,
además de desintegrar la composición del
subsuelo, contamina las tierras y las napas de agua subterráneas: al igual que
lo sucedido con la minería a cielo abierto, que fuera prohibida por el
Parlamento Europeo en todo el territorio de Europa, ya que los estudios
indicaban que tiene “consecuencias catastróficas e irreversibles”, en Francia
el presidente Sarkozy ha puesto un límite a
este tipo de explotación y lo mismo ocurre en varios estados de América
del Norte, a pesar de su carácter estratégico en función de los intereses de
potencia de esa nación.
Así, una vez más América Latina es considerada por las
potencias centrales como un territorio destinado a recibir las producciones
altamente contaminantes que no deben afectar a las poblaciones de Europa y
Estados Unidos: a la minería a cielo abierto; a la producción en gran escala de
soja con la consecuente devastación de bosques nativos y utilización intensiva
de glifosato y otros tóxicos; a las pasteras al estilo Botnia; se sumaría ahora
la extracción del petróleo y el gas no convencionales. Si la expropiación de
YPF para garantizar la soberanía y el autoabastecimiento energético -que ha
alcanzado en estos días un amplio consenso, tanto entre el pueblo como en el
Parlamento Nacional- termina habilitando el ingreso de la Exxon Mobil u otra
corporación equivalente para explotar los yacimientos de Vaca Muerta, esa
soberanía habrá de convertirse en una forma más de subordinación neocolonial a
los intereses de Estados Unidos y ya no en una política que otorga prioridad al
interés nacional y al bienestar de las mayorías sociales argentinas.
* Juventud de Proyecto Sur
Nota relacionada: Zapala: se realizó la primera jornada popular de debate sobre gas y petróleo no convencional





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