Por Pablo Quintana *
En estos tiempos suele decirse que hay una verdadera
recuperación en la participación política, que la dirigencia se muestra como
más representativa de los intereses ciudadanos; sin embargo son cada vez más
frecuentes las situaciones de abandono de los principales atributos propios del
quehacer en la política. En tiempos de democracia, aquellos que deberían
generar importantes cambios para y por la sociedad, se han ido transformando en
meros gestores administrativos.
Los actores -políticos-, sustituyen las estructuras
partidarias y los militantes se transformar así en meros colectivos de apoyo
electoral, grupos que se transmutan en trampolines para la construcción de
poder de una dirigencia cada vez más alejada de las demandas y realidades
sociales.
El gobernador Martín Buzzi es la muestra clara del perfil
político de una dirigencia venida a menos. Buzzi, es el hombre que pasó por el
radicalismo, militó en la UCeDe,
incurrió en el Peronismo Federal y bancó los desafíos de Das Neves al modelo
Nac and Pop del Kirchnerismo para, finalmente, alinearse con el Gobierno
Nacional. Es el actor, que no quiere ser de reparto, y dice encarnar hoy el
proyecto de Cristina. El ex intendente de Comodoro Rivadavia y ex ministro de
Producción del dasnevismo está dispuesto a ser un peón en cualquier casillero,
con tal de no quedar al margen de la estrategia planificada desde la Rosada.
Así la falta de doctrina y formación ideológica, es
reemplazada por la convicción de representar los intereses corporativos de las
multinacionales y los negocios que permitan continuar con la lógica
administrativa.
Pero travestirse políticamente no sólo es condición de aquél
que lleva a cabo su mutación partidaria con el sólo propósito de perpetuarse en
un pequeño espacio de poder público. Quienes usufructúan esa transformación,
son cómplices y gestores de esta política que sólo intenta administrar los
intereses de capitales foráneos y otros tantos.
Que Buzzi tenga tres afiliaciones en su haber (UCeDé, UCR y
PJ), a esta altura pareciera ser es casi una anécdota. Que el Justicialismo
chubutense arrastre en un estado de acefalia, también. Los llamados referentes
convalidan esa condición transformando el partido en una casa de meretrices.
El neoliberalismo avanza a escalas impensadas en estos
tiempos, mucho más incluso que cuando los vientos soplaban a su favor sin
eufemismos durante la década del ’90. Es más, durante el gobierno justicialista
de Carlos Saúl Menem el neoliberalismo logró lo que ni la dictadura más feroz
pudo imponer con 30 mil desaparecidos. Así como lo hizo con ese pretendido
caudillo del interior, que les juntó la cabeza a unos cuanto, ahora lo hace de
la mano del gobierno Nac and Pop. No en vano, sus ingenierías legales siguen
vigente.
El modelo extractivista, el de las verdaderas grandes
corporaciones, tiene gestores que permiten su profundización. Los políticos
travestidos son actores ideales para esta función. Son los devenidos
funcionarios de turno, que están lejos de gestar cambios sociales. Sin
doctrina, sin principios, sin ideas emancipatorias. Como dice el filósofo
argentino, Raúl Cerdeiras “Nosotros percibimos que se ha perdido
definitivamente, después de la dictadura, la unión entre las palabras política
y emancipación”.
* DNI 16.840.194 - Periodista
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