Enviado por RENACE
AVINA y Ashoka son dos fundaciones vinculadas al gran
capital que promueven un modelo de agricultura industrial y basado en los
transgénicos, además de la privatización de los bienes comunes como el agua o
los bosques. Sin olvidar su fuerte conexión con la mortífera industria del
amianto.
Con motivo de la creciente tendencia a la privatización de
la ayuda exterior y las alianzas del sector empresarial con los gobiernos
(public-private partnership), las organizaciones firmantes de este manifiesto
quieren desenmascarar públicamente a algunas de las fundaciones que con excusa
de la “cooperación internacional” y otras estrategias como la Responsabilidad Social
Corporativa, en realidad actúan para legitimar formas de producción
tremendamente negativas en lo social y ambiental, como puedan ser algunos
programas agrarios que perjudican enormemente a la agricultura campesina y
aumentan la inseguridad alimentaria, proyectos de privatización del agua,
explotaciones madereras a gran escala, uso intensivo de substancias tóxicas
–como plaguicidas, amianto, mercurio– y un largo etcétera.
Una de las más destacadas es la fundación AVINA, que fue
fundada por el magnate del amianto, Stephan Schmidheiny, cuya fortuna se amasó
con el negocio del mineral letal a costa de la salud y de la vida de cientos de
miles de personas en todo el planeta. De hecho, el 13 de febrero de 2012 fue
condenado en Turín –junto al belga Louis de Cartier, otro de los magnates del
asbesto– a 16 años de prisión y a resarcimientos por más de 100 millones de
euros. Los delitos por los que se les ha condenado son los de “desastre
ambiental doloso permanente y omisión dolosa de medidas de protección en el
trabajo”. De hecho, la fabricación del amianto en el mundo es la mayor tragedia
industrial de la historia, por lo que las organizaciones firmantes quieren
dejar claro su inequívoco apoyo a las víctimas de este material y a sus
familiares, así como a la prohibición mundial de su uso.
Además, Schmidheiny ha sido directivo de Nestlé, de la Unión de Bancos Suizos, y de
ABS Brown, entre otras multinacionales. El actual presidente de AVINA, Brizio
Biondi-Morra, fue gerente de la multinacional química DuPont, una de las
corporaciones globales que promueven los cultivos transgénicos.
Por otro lado, en lugares como el norte de Brasil, las
cubiertas de los edificios de las reservas indígenas están siendo reemplazados
por tejas de amianto, en un proceso promovido y estimulado por las
instituciones gubernamentales, que a su vez son presionadas por estos grupos
industriales. Así, se pierden los conocimientos ancestrales de la utilización
de paja vinculados al uso sostenible del bosque, al tiempo que se introduce
este peligroso tóxico en los poblados.
En el caso de Ashoka, la fundación está presidida en España
por un ex-directivo del banco JP Morgan, uno de los bancos internacionales con
más responsabilidad sobre la actual crisis financiera y sobre la especulación
en los mercados agroalimentarios. Otros fundadores han estado vinculados a la
consultora McKinsey&Co. o a General Electric.
Parte de las actividades de estas fundaciones tienen que ver
con el desarrollo de la “revolución verde” en el mundo, basada en uso abusivo
de abonos y pesticidas químicos, en la expansión de monocultivos destructivos,
los latifundios y la producción para la exportación. Por ejemplo, AVINA cuenta
entre sus socios destacados al argentino Gustavo Brobocopatel, uno de los
mayores productores de soja transgénica que provoca trágicas consecuencias
socioambientales.
Ashoka, por su parte, apoya el programa AGRA (Alianza para la Revolución Verde
en África, por sus siglas en inglés). El programa AGRA está encabezado por un
grupo de grandes corporaciones y fundaciones como Gates o Rockefeller. Detrás
de los millonarios proyectos de financiación lo que se esconde es la promoción
de una nueva “revolución verde”, que genera endeudamiento y dependencia de
agroquímicos tóxicos, semillas sujetas a derechos de propiedad intelectual y
cultivos modificados genéticamente. Esto desplazará a comunidades campesinas y
destruirá el conocimiento y las semillas locales, generando mayor hambre y
pobreza. Consiste, en definitiva, en la propagación de una serie de proyectos
que favorecerán la instalación de las multinacionales del agronegocio en el
continente, entre ellas Monsanto. La fundación Gates ha dado 456 millones de
dólares a AGRA, y en 2006 contrató a Robert Horsch, ejecutivo de Monsanto
durante 25 años, para trabajar en el proyecto. Por ejemplo, en Kenia alrededor
de 70% de los proyectos financiados por AGRA trabajan directamente con Monsanto
y casi el 80% del financiamiento de Gates en el país tiene que ver con
ingeniería genética.
En la creciente tendencia a la privatización de la ayuda
exterior y a la fusión del sector empresarial con los gobiernos, AGRA se
transforma en una herramienta útil para los intereses de las empresas privadas
y los gobiernos occidentales, ávidos de privatizar la tierra y el agua para
cultivos de exportación, agrocombustibles y creación de sumideros de carbono.
Una parte importante de la estrategia de fundaciones como
AVINA y Ashoka se basa en convertir las negativas consecuencias ambientales de
las políticas neoliberales en nuevas “commodities”, esto es, en mercancías y
oportunidades de nuevos negocios, sin atajar las verdaderas razones que
ocasionan estos problemas. Son una hebra de un tejido más extendido y complejo,
con raíces directas en la guerra fría, pero también anteriores, especialmente
en las luchas anticoloniales.
Por todos estos motivos, las organizaciones que firman este
manifiesto defienden la Soberanía Alimentaria y un cambio fundamental de
las políticas agrarias a largo plazo para recuperar las economías alimentarias
locales y, en la medida de sus posibilidades, declaran que seguirán luchando en
defensa de las semillas campesinas, contra los transgénicos, contra la
privatización de los bienes públicos, contra el uso del amianto y en apoyo a
sus víctimas, contra las empresas transnacionales como Monsanto y contra
iniciativas como AGRA. También contra las fundaciones que alentan de forma más
o menos enmascarada estas iniciativas, como AVINA y Ashoka.
Nota relacionada: El caso de Avina, Ashoka y otras entidades filantrópicas
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