Por Juan Cruz Sarmiento
La masividad de la movilización social del pasado jueves en
todas, o casi todas, las ciudades del País impone la necesidad de una
lectura que sin duda debe reconocer
diversos planos a los efectos de no perderse ni por las negaciones de un
reduccionismo simplista que tiende a minimizar por una parte los aspectos
cuantitativos de la masiva reacción social, y por otra, los aspectos
cualitativos puestos de manifiesto en una variedad de reclamos, explícitos y
tácitos, que se dieron a conocer, o que subyacen en buena parte de la
conciencia social.
Las declaraciones posteriores de muchos referentes del
oficialismo respondieron de la peor manera a ese vasto sector social que se
manifestó por si mismo, sin ser convocado mas que por el entramado silencioso de las redes
sociales, que no necesitaron emerger por ningún mecanismo mediático, para ganar
las calles de las ciudades argentinas. Un fenómeno comunicacional de estos
tiempos al que habrá que prestarle atención por el impacto de su presencia en
la vida política, social y económica del País, inexistente en otros tiempos en
la historia nacional.
Desde el oficialismo se dijo que eran sectores medios, “bien
vestidos”, “ricos de Callao y Santa Fe”, y tanto más, en un intento por
subestimar la manifestación, y a su vez descalificarla. Tales declaraciones
remiten a las desventuras de Polifemo que, según la mitología, su visión
monocular solo le permitía mirarse a si mismo sin ver lo que sucedía en su entorno.
Peor aun las declaraciones del Diputado Kunkel que hizo
referencia a que “las necesidades de los manifestantes no eran iguales que la
de los negritos de la Matanza”. Desafortunadas declaraciones,
discriminatorias en si mismas para unos y otros, aunque en su torpeza termina
reconociendo la existencia de “necesidades” en el conurbano bonaerense donde la
miseria abunda.
Y esta es la peor de las respuestas, ya que, si de “ricos”
se tratara no sólo bastaría observar las
declaraciones juradas del patrimonio de todos o casi todos los funcionarios
nacionales y su incremento en estos años, sino también que, en la manifestación
del jueves, no se vieron ni representantes de la Unión Industrial
Argentina que festejaron su aniversario hace poco junto a la Presidente y
aplaudieron el video de “Genia”, ni a la Sociedad Rural, ni
a Osvaldo Cornide (Presidente de la
Came y antiguo defensor de Videla, que también festejó con la Presidente), ni a los Urquía, los Britos, Los Cristobal
López, los Eskenazi, los Spolsky, ni a los que viven en Puerto Madero, refugio
de varios funcionarios nacionales.
Y es la peor de las respuestas porque además el legítimo 54%
obtenido por la Presidente
en las últimas elecciones se compone sin lugar a dudas no sólo de los sectores
más marginados de la sociedad sino también de amplios sectores sociales medios
que el jueves se movieron en otra dirección. Y nada peor que negarlos.
Aunque a algunos les cueste reconocerlos, son parte del
pueblo y la negación sólo sirve para profundizar una grieta social que no es
buena para el gobierno, y menos aún para la democracia.
Los aspectos principales que se advierten de la protesta del
jueves tienen que ver con el proyecto re-releccionista, con la inflación, la
inseguridad, y los hechos de corrupción. Más otros que están vinculados a las
restricciones de la actual coyuntura económica. Temas que sin formar parte de
un modo franco y visible en la agenda oficial, están presentes todos los días
en la cotidianeidad de la vida ciudadana. Esto es más allá de algunos
exabruptos que siempre están presentes en toda manifestación social del color
que sea, o de la ausencia de otros temas tan importantes como es la pobreza
creciente y el trabajo precario que afectan a casi el 40% de la fuerza laboral
activa del País. (Valga recordar que solo el 27% de esa fuerza laboral tiene
Convenios Colectivos).
No se trata de desconocer algunos avances en materia social
ni la reversión de viejas rémoras de los noventa (que muchos del actual equipo
acompañaron), aunque fueran parciales. Buena parte del arco opositor acompañó
positivamente todo aquello que fue reivindicación nacional y popular.
Se trata de auscultar dentro de si que es lo que se está
haciendo mal, o lo que no se está haciendo, o lo que se pretende hacer en aras
de una épica que buena parte de la sociedad no lo percibe del mismo modo.
Por otra parte, lo tácito, vale decir lo que subyace en el
ánimo de la protesta social, tiene que ver con una metodología de construcción
de poder que dista mucho de una metodología de construcción política
contenedora y representativa (en lo social y económico), y que irrita por el
autoritarismo, la soberbia, y en muchos casos el sectarismo explicito que
coloca en el rol de “enemigos” a quienes definitivamente NO lo son.
No es un dato menor observar que el aprendizaje que deviene
del haber recorrido casi treinta años de democracia impone conductas sociales y
políticas que hacen al contenido y al sentido mismo de la vida democrática. En
tal contexto hay nuevos sujetos sociales que se han incorporado sin llevar
sobre sus hombros el peso de viejos desastres dictatoriales y que demandan una resignificación de sus
protagonismos.
En este marco, la contradicción principal de estos tiempos
parecería situarse en la resolución de la continuidad del modelo oficial que
sin reforma constitucional pareciera no tener salida, y la continuidad de un
sistema democrático cuya vigencia no se encuentra amenazada. Reforma
Constitucional que si se planteara estrictamente para recuperar derechos
soberanos (económicos, sociales y políticos, como el que proponía el artículo
40 de la Constitución
del 49, entre otros), y no para amoldarla a un objetivo re-releccionista,
encontraría sin duda, vastos apoyos populares.
Lo cierto es que así como no se puede “comer con seis
pesos”, o que no se puede creer a un Indec que miente, o que la corrupción no
se investiga ni se sanciona, o que la inseguridad es una sensación, tampoco es
posible aceptar que por exceso de personalismo el actual modelo carezca de una
sucesión representativa y organizada.
Con la movilización del jueves han crujido las bisagras de
esta etapa. Habrá que ver de donde surge su representación política. Si del
propio oficialismo con capacidad de mirar con los dos ojos, o de una oposición
ausente a la que le cuesta recuperar iniciativa.
Es necesario tomar nota. De lo contrario puede ocurrir lo
mismo que le sucedió a Narciso que por no poder deshacer su propia imagen de la
que se había enamorado, murió de sed.
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