Por José Luis Beovidez *
La semana pasada diario Jornada publicó el resultado de una
encuesta llevada a cabo por la Consultora Aresca de Julio y Federico Aurelio. En
la misma señala que a los habitantes del Chubut la preocupación que más la
desvela es la inseguridad. El listado de las preocupaciones inmediatas de los
chubutenses sigue con la falta de trabajo, el aumento de precios, los bajos
salarios y la corrupción.
Considero que la sensación de realidad depende en gran
medida de las apariencias. Después de tantos años de democracia la diacronía
entre la institucional policial enmarcado en lo que se denomina seguridad
pública y la sociedad en vida democrática ha cavado una franja de tal
dimensiones en el cual toda la comunidad queda atenazada entres estos poderes.
Esa “escenografía institucional de cartón” comienza a mostrar el esqueleto de
una bestia torpe y miope, un estado dentro del estado a contramano de la vida
democrática.
La inseguridad, desde su propia matriz y por su propia
esencia vacía las ideas a favor de un pragmatismo banal, y es ahí que la
dirigencia política se envuelve de ese halo protector de despolitizar la
seguridad, dejando excesivos honores a los responsables de la institución para
no ser responsables de la seguridad pública. La ansiedad se acrecienta ante el
llamada de la inseguridad desatando emociones primarias como son pena de
muerte, más policías en la calle, penas más duras, etc. El dolor y el miedo
activan respuestas urgentes relacionadas más con la fuerza que con la eficacia.
Su campo es la reacción inmediata y visceral, no es casual entonces que la
seguridad pública (política) tienda a ser confinada como un asunto solo
policial, en la cual la dirigencia política le va cediendo su capital (aumentar
el presupuesto del área, nuevos móviles, más uniformes a la calle, etc. etc.)
legitimando las decisiones de los jerarcas policiales para diluir
responsabilidades políticas propias.
Es a la opinión pública a quien se le rinde pleitesía. Es un
trabajo sencillo para un dispendio argumentativo con la intención de seducir a
una nebulosa opinión pública que, en cuanto deja de ser pública muchas veces
cambia de opinión.
Ante la consulta realizada por el Diario de Madryn del día
12 del presente mes sobre los traslados el jefe de policía Comisario Blanco
respondió “a esta altura ya tenemos alguna estimación, algún trabajo realizado
para poder optimizar el recurso y darle a cada uno el lugar que se merece de
acuerdo a jerarquía, experiencia, prestigio y demás”. Es así que el jefe de
Policía asocia directamente generosos capitales otorgados por el Estado a la
aristocracia policial solo por cuestiones jerárquicas. ¿Le habrán dado vivienda
al suboficial con casi 30 años de servicio que develo a la banda de policías
liderado por el comisario y director de la escuela de policía Caimi? Ese
respetable señor vive (o vivía hasta el momento del hecho) en un galpón junto a
su familia en Puerto Pirámides. La ficcional idea de la seguridad mediante las
apariencias solo benefician a unos pocos en desmedro de muchísimos.
Es una gran oportunidad para la dirigencia política
descifrar el contenido real del mensaje de las encuestas en el cual la
inseguridad, bajos salarios y corrupción
están entre las principales preocupaciones, y no son variables aisladas sino
que se retroalimentan en esa entelequia que es “seguridad pública”. Así también
es una gran oportunidad para escuchar los reclamos de los trabajadores más
pobres de la seguridad: los subalternos que, ante la falta de representatividad
tienen que recurrir a la “transgresión” para ser escuchados, “transgresión”
producto una necesidad real. Otra lectura que debería descifrar es el alto
nivel de represión de la policía ante manifestaciones sociales.
Es conocido por todos que en el marco de una vida social
democrática el soporte subjetivo entre el Estado y la gente es el ciudadano,
pero la ciudadanía no se obtiene por la
obediencia irrestricta y la disciplina al superior, expropiándoles
derechos constitucionales. Enhorabuena la sociedad está tomando consciencia que
una política de seguridad seria es impensable sin reformas institucionales de
fondo. Es saludable para la vida democrática, realmente participativa y
pluralista que los políticos tomen consciencia que no son simplemente unos
exegetas de emociones primarias. Es una gran oportunidad que tienen para
descifrar el contenido de los innumerables mensajes, no solo de las encuestas,
el estropicio institucional y la inseguridad pública van de la mano. Señala
Alberto Binder “Los valores pierden valor y los bienes personales son una
amenaza para el bien público, contradicciones axiológicos que solo benefician a
la delincuencia (sin distinciones de trajes) como medio de vida”
* DNI 24 133 899
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