Por Diego Rojas para Plazademayo.com
Denunció haber sido abusado con el palo de una escoba este
fin de año en una comisaría. Otras denuncias. Las causas.
¡Acá no existen los derechos humanos!”. Esas fueron las
palabras que el oficial Abel Gómez dijo a Daniela Romero cuando reclamaba en la
comisaría 4º de la ciudad de Resistencia por los golpes que había recibido su
hermano. César Romero había sido detenido sin causa y a las patadas mientras
estaba parado frente a la puerta del almacén de su cuadra en el barrio Cien
Viviendas, perteneciente al plan Fonavi, donde vive. Su hermana Daniela terminó
también detenida por insistir con sus reclamos. A César los policías torturaron
al punto de introducirle el palo de una escoba en el ano. Los hermanos Romero
tienen ambos causas penales abiertas por resistencia a la autoridad. Todo esto
sucedió este fin de año en una comisaría del Chaco aunque la violencia y la
falta de respeto a las leyes parecen ser una práctica común en la policía de la
provincia dirigida por el kirchnerista Jorge Capitanich.
“Del patrullero bajaron dos policías, uno de ellos el
oficial Gómez. Me preguntaron qué estaba haciendo, les dije que nada. Entonces
me tomaron del brazo, lo torcieron y me metieron al auto”. Así relató César
Romero al diario Norte el comienzo de la tremenda odisea que comenzó a vivir el
último 30 de diciembre. Romero se disculpó con este medio por encontrarse
agotado física y mentalmente luego de los exámenes médicos a los que se sometió
para comprobar los vejámenes y la tortura ejercidos por la policía y remitió a
estas declaraciones. “A mí ni bien me avisaron fui hasta la comisaría para
preguntar por mi hermano, por qué se lo habían llevado –cuenta a plazademayo.com
Daniela Romero, militante del Movimiento 20 de Diciembre–. Allí me dijeron que
estaba muy borracho y con estupefacientes, entonces les pedí que lo lleváramos
al hospital para desintoxicarlo, pero se negaron. ‘Va a tener que esperar a que
lo liberen’, me dijeron. ‘Pero tiene derecho a ser visto por los médicos’, les
dije, pero uno me interrumpió: ‘Acá no corre eso de los derechos’”. Daniela
estaba preocupada porque su hermano había tenido antecedentes de consumo de
drogas y temía alguna consecuencia médica, e insistió con llevarlo al hospital.
La hermana del detenido señala que entonces fue Gómez, a quien los Romero
conocen por ser vecino de su barrio, quien respondió: “No voy a hacer nada, los
drogadictos tienen que morir porque son todos una lacra”.
Según su relato, Daniela exigió que le tomen declaración
para dejar constancia de su pedido de llevar al hospital a su hermano, a lo que
los policías accedieron. Dada la contigüidad de las celdas, César escuchó su
voz y le gritó: “Daniela, sacame de acá, me golpearon, ayudame”.
–Entonces empecé a preguntar qué le habían hecho, les empecé
a gritar que lo quería ver, que me dejaran verlo –relata Daniela–. Un policía
me dijo: ‘Mandate a mudar porque te voy a meter presa a vos también’. ‘Pero no
pueden actuar así, tienen que respetar los derechos humanos’, les dije. ‘¡Acá
no existen los derechos humanos!’, me contestó a los gritos Gómez. Entonces yo
seguí gritándoles y ahí me patearon en los tobillos, me pegaron una piña en el
ojo y me arrastraron por la cocina de la comisaría. Me sacaron al patio y ahí
me sentaron en una silla y me esposaron. ‘Mirá lo que le voy a hacer a tu
hermano’, dijo un policía. Entonces entraron a la celda y escuché cómo le
pegaban y sus gritos”.
Daniela pudo salir de la comisaría a las cuatro de la
mañana. Sus manos se habían hinchado por las esposas, le pidió a un policía que
se las quitara y accedió. Cuando nadie la veía pudo sacar un celular que tenía
en un bolsillo y llamó a una abogada que tenía en su agenda debido a su militancia
política y social. “Cuando me vio sin esposas, Gómez gritó: ‘¿Quién le sacó las
esposas a la mujer esta?’. Me las pusieron de vuelta, pero antes Gómez me fajó
otra vez”. La abogada acudió a la comisaría y logró que liberen de Daniela
Romero. Era la madrugada del 31 de diciembre. Pero adentro de la comisaría no
había terminado la cuestión.
Este es el relato que hizo César para el diario Norte: “No
recuerdo qué hora era, pero seguramente era de madrugada. Entraron en la celda
cinco policías, que me tomaron de los pelos y me arrastraron por el piso hasta
la cocina. Ahí me sacaron la ropa y me dieron vuelta los brazos para esposarme.
Me dejaron boca abajo en el piso. Un policía me pisó la cabeza para que no
pudiera mirarlos. Se reían. Agarraron un lampazo y le sacaron el palo. Yo
forcejeaba e intentaba darme vuelta y otro agente me pegó con la culata de la
escopeta”. Entonces le introdujeron el palo de madera.
“Acá se vienen repitiendo una serie de hechos en el proceder
de la policía que incluyen golpes y torturas –señala el abogado Marcelino
Leiva, que representa a los hermanos Romero–. Es un comportamiento que se
repite frente a cualquier detención, incluso por causas meramente
contravencionales”. Sobre el caso de los hermanos, el abogado afirma: “Este es
un caso aberrante. A los dos los han denunciado por ‘resistencia a la
autoridad’. Ese es un eufemismo que usan siempre para ocultar sus golpes y sus
torturas y que parezcan como respuestas frente a desequilibrios de los presos.
Es un método recurrente por parte de la policía. En este caso las cosas no
quedan en el silencio porque la chica es una militante, conoce sus derechos y
está dispuesta a defenderlos, al igual que los de su hermano. Cuando me enteré
de la detención me hice presente en la comisaría y exigí que se llevara al
detenido a prestar testimonio en la fiscalía. Eso hicieron. El muchacho
declaró, negando los cargos de resistencia a la autoridad. Cuando la secretaria
del fiscal le preguntó si quería agregar algo más, se quebró. Comenzó a llorar
y en ese momento manifestó esos hechos aberrantes. Yo quedé consternado ante la
brutalidad a la que había sido sometido: había sido abusado con un palo de
escoba. El fiscal quedó pasmado. Todo esto está en el expediente”. Notacompleta
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