jueves, mayo 30, 2013

“Las mujeres no somos las causas de todos los males: por un periodismo no misógino”



Por Cátedra Abierta de Género
Foto: Diario Jornada

“Clausura en Trelew: un VIP menos” señala hoy el Diario Jornada de Trelew. Bien podríamos creer que se trata de una nota informativa, pero reúne una pléyade de prejuicios y preconceptos que no permitiremos que sean naturalizados o pasen inadvertidos. La fotografía de la nota en la que podemos observar a cuatro armados varones contrasta con la fragilidad de una mujer a la que se le cubre el rostro y prácticamente se la empuja hacia la cámara, lo que no termina de corresponderse con el texto de la nota, ya que bien podemos preguntarnos por el destino del cliente al que se alude.

 Ya en el copete de la nota hay referencia a cuatro mujeres: dos dominicanas. El valor discriminatorio y xenófobo de la afirmación resulta inadjetivable. El tinte falsamente moralizante se advierte en la descripción de la tarea de inteligencia de la fuerza aludiendo “a la clara infracción a las leyes vigentes” ¿por parte de quién, del cliente? Obviamente no. Es interesante porque en el párrafo siguiente, después de referirse a “la ley” se refiere a una orden de allanamiento de un Juez de Faltas de la Municipalidad de Trelew.

La vivienda fotografiada realmente pareciera estar bastante distante de “un departamento VIP”, pero donde el cronista desnuda toda su ignorancia es al aludir a que las mujeres involucradas “ejercían la profesión más antigua de la historia”. Una vez más el cronista empuja al lector en apreciaciones demasiado próximas al higienismo, o aún a la inquisición que de santa no ha tenido nada.

Aludir a “la faena sexual” ya despoja de cualquier reparo o consideración de las mujeres involucradas, pero sin embargo no se refiere al traslado o detención del cliente ni se pregunta por los dueños del local. Nuestra sociedad se debe una buena discusión en torno a la prostitución, pero no solamente sobre el emergente que pueden representar quienes la ejercen, sino que debiera ampliarse a quienes la consumen y a quienes la administran en complicidad con los distintos poderes. Pareciera que al permanecer en libertad frustran la voluntad paternalista del censor.

Obviamente en situaciones de explotación es bastante lógico que haya sumas considerables de dinero, pero lo que debiera el periodista celebrar es que por lo menos los preservativos son abundantes. La hipocresía de asombrarse frente a la publicidad de los servicios ofrecidos ofende a quienes todos los días en la calle arrancamos los pequeños avisos conteniendo nombres de fantasía y números de teléfonos celulares que están pegados en teléfonos, paradas de colectivos… sin hacer referencia a otras formas de promoción en redes sociales que resultan algo más sofisticadas.

La denuncia en torno a la venta de alcohol bien pareciera remitirnos a documentos de las primeras décadas del siglo pasado, especialmente al situar en la noche y la oscuridad la práctica hipócritamente estigmatizada.

Sin embargo donde se expresa sin eufemismo el carácter retrógrado y reaccionario es cuando se destaca que la tarea “es preventiva en resguardo de la salud de la población”, debiera decir, de los sectores misóginos que se sienten en riesgo por la prostitución. Vincular tan livianamente al narcotráfico, con el consumo de drogas es por lo menos irresponsable, especialmente cuando no se desprende de la información ningún dato que avale lo afirmado. Resulta irritante que todavía no se asuma colectivamente la responsabilidad frente a los riesgos que para las mujeres involucradas supone. Para el autor, muy livianamente se vincula a una de estas jóvenes con el delito.

Es evidente que además de leyes, para hacer de esta una buena sociedad, se necesita un cambio profundo de las prácticas, las nociones, las creencias y los discursos que siguen abonando la misoginia, el machismo, el racismo y la hipocresía.

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