Por Jorge Oriola *
Es común utilizar en política la expresión “victoria a lo
Pirro”, aludiendo a ese gran militar griego, unos 300 años antes de Cristo que
ganó decenas de batallas en diversos espacios geográficos del Mediterráneo pero
una de ellas a costa de miles y miles de hombres. Cuenta la leyenda que habría
dicho algo así: “otro triunfo como éste y regreso a casa”. ¿Podría considerarse
una “victoria pírrica” la del FpV a nivel nacional en las P.A.S.O. de 2013? ¿O
simplemente una derrota durísima aunque controvertida? Por de pronto, no parece
que la presidenta adopte hoy una expresión como ésa que se le atribuye al
militar griego.
Para la prensa opositora, conductores estrella de Clarín
mediante, y los partidos que compiten con el gobierno, indudablemente fue una
derrota del oficialismo, un triunfo de la oposición y, como suponen, con cierto
derecho, que estos guarismo electorales se mantendrán y hasta ampliarán en
octubre, se habría iniciado el fin de ciclo, tan anunciado antes, tan esperado,
del kirchnerismo como fuerza conductora de, al menos, doce años de la historia
reciente de la Argentina.
Si el gobierno no mira estos resultados, los números
objetivos, desde más de una perspectiva (yo creo que lo hace aunque no lo haga
público), estaría perdido definitivamente el rumbo y habría que esperar el
desenlace, fatal para el oficialismo, en 2015. Es decir, mirar que de cada 10
votos emitidos en el país, poco más de 7 no fueron propios; es más, muchos de
esos “poco más de 7”,
en contra suyo. Mirar, seriamente, que de más de 12 millones en 2015 (para la
presidenta, que no es poca cosa) se cayó en la mitad (hacia diversos
legisladores, que es distinto) aunque, no lo neguemos, se ha castigado o se ha
mandado un mensaje serio, complejo, variado, a la política oficial general de
estos últimos dos años o quizás un poco menos.
¿Influyeron los medios de prensa, el hostigamiento
televisivo y radial, la prédica fatalista y recurrente, shows domingueros
mediante? Seguramente, pero no pueden haber sido determinantes. Culpar a los
medios, a los candidatos “renegados” y “traidores” y hasta sectores de clases
medias que habrían olvidado beneficios de inclusión reales, es un desatino
político. Es necesario analizar los votos, entender varias causales
(comunicación, alza de precios, impuestos, políticas sociales, corrupción, etc)
y hacer un buen diagnóstico para corregir, si es que se considera que hay
tiempo.
Pero errar en esa dirección es tan bobo como la actitud de
muchos opositores que se “alegran” de esta derrota sin ver que su propio
proyecto ha perdido, viene complejizado para octubre o directamente no ha
llegado al piso electoral exigido por ley. Así, muchos líderes deben volver a
legitimar su caudal en sus propios terruños, aún bajando apetencias inmediatas,
para buscar un lugar en 2015: el macrismo no es ya líder en Buenos Aires y no
deja de ser un partido regional; Binner debe ganar su diputación santafecina
como Das Neves en Chubut y Cobos en Mendoza.
Ahora bien: eran elecciones legislativas; ¿perdió
objetivamente el gobierno nacional? No, porque de 127 bancas que se renuevan,
si hoy fuera octubre, el oficialismo recuperaría casi 40 de las 47 que
arriesgaba (propias y de aliados) en Diputados; algo similar, en menor
proporción, en Senadores. Es decir, si hoy fuera 28 de octubre, o 10 de
diciembre, la conducción legislativa sería igual. Claro, en un escenario de
oposición desperdigada, lo que acentúa la debilidad de ésta pero enturbia ese
“triunfo” de relación votos-bancas. Quizás mejorando su propia campaña pueda
cerrar con un 30% de votos en todo el país, no más a sólo dos meses.
En Chubut se dio lo que se viene dando desde 2003: triunfo
del peronismo, desde hace poco tiempo dividido; Das Neves recuperó sus votos de
2011 y hasta los amplió.; el FpV sí perdió terreno en muchos puntos aunque la
suma vuelve a dar el porcentaje alto de las predilecciones por el peronismo en
la provincia. La sorpresa quizás fue en Esquel, dado que no sólo fue muy bajo
el voto por el FpV (seguramente hay un fuerte rechazo al candidato y se
relaciona, quizás, con el tema de la megaminería) sino que el electorado, al
castigar, eligió al ex gobernador, casi duplicando los votos de 2011. Y de ser
así ¿por qué elegir justo a Das Neves, defensor a ultranza de la megaminería en
la provincia?
No es fácil analizar los causales de los votos. Lo seguro es que la comunidad de Esquel, como
viene haciendo desde 2003, tiene en claro lo que no desea en esta ciudad y
aledaños aunque, por múltiples motivos (los que generalmente componen las
decisiones electorales del colectivo), siga y vote otras propuestas que, a
veces no expresamente y otras en forma clara, promueven esa actividad que por
mayoría rechazamos.
Quedan las expectativas para octubre pero es seguro que
ambos ex funcionarios del Chubut, otrora compañeros de ruta, hoy competidores,
ganarán una banca cada uno. Si bien los radicales aumentaron su caudal respecto
de 2011, siguen lejos y otras opciones (centro izquierda e izquierda) hoy suman
un 10% lo que las ubica con más esperanzas de armar proyectos futuros, más allá
de 2013.
Por último, seguramente no fueron los temas
regionales-locales los que más influyeron, salvo, tal vez, el caso de La Rioja. Fueron los
temas nacionales, los precios de los productos, la depreciación del salario
(pese a las paritarias), el empleo en negro (pese a tantos subsidios y
protecciones sociales), la corrupción denunciada (pese a tantos derechos
igualitarios ganados), los problemas de transporte y sus fatalidades, los
impuestos, y en ciertos sectores, los ambientales, los avances de grandes
corporaciones (pese a la pelea contra otras), etc. lo que debe haber movilizado
a 7 de cada 10 votantes a buscar su expresión en otras fuerzas que no son las
del FpV. Que éste ha de reaccionar, sin duda. Que hará una buena lectura de
estas proporciones, es posible, al menos le es necesario. Tiene dos meses para
mejorar su propio porcentaje y dos años más para gobernar tratando de
consolidar su continuidad, difícil pero no imposible.
* Esquel
Nota relacionada: Opinión: “Las P.A.S.O., octubre y los medios”, por Jorge Oriola
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