domingo, diciembre 15, 2013

Opinión: “Los saqueos en la Sociedad del Consumo”, por Eduardo Soler



Fuente: ComAmbiental

En una sociedad que exhibe como mayor valor la capacidad de consumo de bienes materiales, aquellos que son excluidos de este sistema pasan desapercibidos hasta que ocurren hechos como los saqueos. Más allá de las intervenciones posibles de fuerzas policiales y/o políticas, debe haber cientos (miles) dispuestos y deseosos de aprovechar la oportunidad del acceso directo a los bienes vedados (por los propios policías). Pues si el discurso principal advirtió que "no fue por hambre", esto fue dicho por aquellos ya satisfechos del hambre de consumismo como símbolo de felicidad y medida de dignidad.

Los saqueos (sandía sandía tú serás policía)

Hace unos días, la ola de saqueos en varias provincias del país constituyeron el acontecimiento más destacado del año. El detonante fue el acuartelamiento de las fuerzas policiales, que reclamaron a su modo una suba de su salario. Entre las explicaciones más escuchadas, la primera se formuló alrededor de una crisis acicateada por conspiradores con intencionalidad política, y la segunda avanzó hacia la hipótesis de una organización criminal comandada por policías.

Sobre la "hipótesis política", hubo declaraciones cruzadas sobre supuestas "motivaciones" detrás de los saqueos, para desestabilizar a los distintos gobiernos. Durante la primera ola en Córdoba, el oficialismo provincial utilizó este argumento, mientras que desde el oficialismo nacional se deslizó como razón la situación social, en conjunto con la mala administración del gobernador de La Sota. Pero cuando la situación se expandió, hubo una declaración conjunta de los partidos con representación parlamentaria.

El martes, sobre todo, desde el kichnerismo se advirtió que era un hecho planificado para arruinar las celebraciones por los 30 años de Democracia. El argumento es vistoso, pero que los festejos continuaran sin mayores protestas indica que para tal fin manipulador, el caos debiera haber reinado en el conurbano. Peor aún, si este discurso fuera fuera cierto, la situación sería más preocupante, pues existirían grupos con nula cultura democrática capaces de desestabilizar todo el sistema.

Por su parte, la "hipótesis delictiva" sobrevino como la más contundente. Fue expresada por la Presidente Cristina Fernández, también, al decir que no debe permitirse que "la policía organice el delito". Como prueba, se señalaron denuncias sobre policías que dirigieron o alentaron los saqueos, ya sea con fin de lucro director por el robo, o con el fin de mejorar las negociaciones salariales. Sea como fuere, no deja de ser un problema de los distintos gobiernos esta capacidad de "autonomía" policial.

Volviendo a de la Sota, el gobernador expresó una interesante frase para el análisis: "Están los policías y están aquellos quienes trabajar de policía". La definición apunta a remarcar que el policía no es un trabajador, por lo cual no tiene derecho a huelga. Y si la definición de Louis Althusser expresaba que la interpelación del Estado podía recaer en el policía que detiene a un ciudadano, primero debemos preguntarnos las causas por las cuales alguien se convierte en policía al ser reclutado.

Si dejamos de lado la explicación esencialista del "ser policía" o "tener alma de policía", lo cierto es que "ponerse la gorra" no es un acto sencillo. Sobre todo considerando que la mayoría de la fuerza policial proviene de los sectores populares, pues allí justamente existe necesidad de empleo, aún en condiciones de riesgo. Esta persona será expuesta al mundo del crimen organizado, en donde la corrupción y la asociación criminal son opciones más viables cuando más bajos sean los sueldos.

Lo anterior no significa, por supuesto, justificar la connivencia que existe entre (algunos) policías y bandas criminales, sino que resulta un dato de la realidad. Sin embargo, este fenómeno es admisible porque se considera a la policía una fuerza necesaria de la sociedad. En una concepción del Estado Moderno donde "el lobo es lobo del hombre", frase popularizada de Hobbes para intentar naturalizar la desigualdad social, que es causa profunda de la violencia en general, y del robo en particular.

La Sociedad del Consumo (melón melón, tú serás ladrón)

Saqueadores, violentos, irracionales, conspiradores o manipulados, delincuentes, delincuentes disfrazados de saqueadores, anti-democráticos. Los apelativos que se volcaron sobre la variedad de las personas que cometieron los saqueos en distintos puntos del país, desde Córdoba hasta Tucumán, fue amplia y provino de sectores del "oficialismo" y de la "oposición". Salvo excepciones que hacen a la regla, el consenso en tal sentido fue brutal, pues corresponde con la interpretación anterior.

Fue notable cómo la falta de explicación sociológica sobre los saqueos que se expresó en la diligencia política y en los periodistas mediáticos condujo hacia la esencialización y naturalización de la maldad encarnada en ellos. Pues así como hay quienes no trabajan de policía, sino que son policía, están también aquellos que no cometieron actos delictivos, sino que son delincuentes. Todo el debate por la llamada Seguridad Democrática retrocedió en el progresismo, como ya hemos constatado.

Para sostener esta argumentación complementaria un diagnóstico fue también único: No se trataron de saqueos "por hambre". Aunque se observó robos de alimentos, demos por válido este dato. La conclusión que intenta extraerse de ello, es que habría saqueos justificables, pero estos se reducen a necesidades básicas de supervivencia. Fuera de estos robos admisibles, por causas humanitarias, debe imponerse con toda la fuerza del Estado la defensa de la propiedad. Hay que matarlos, si es necesario.

El discurso de "matar a los delincuentes (disfrazados de saquedores)" no fue -afortunadamente- tan generalizado. Pero sí estuvo subyacente en la mayoría la justificación de la represión del robo, más que intentar una solución más profunda. Atacar el síntoma y no la enfermedad es el resultado de un diagnóstico desacertado. Para avanzar desde este punto, recurrimos aquí a otra perspectiva de interpretación. Para ello, tomamos como referencia el libro "Vidas de Consumo" de Zygmunt Bauman.

Podemos empezar constatando un cambio, ya que mientras "el peligro que acechaba al estado moderno `clásico´ era la revolución", hoy aquella sociedad ordenada no existe y "la imagen de la amenaza ha cobrado una forma absolutamente nueva". Este lugar lo ocupó la criminalidad, cuyo ascenso fue paralelo a la desaparición de los partidos "subversivos" (pensemos en Argentina) y lo que sobrevino no es resultado de un "mal funcionamiento, sino un producto propio de la sociedad de consumo".

Con esto sintetizamos el argumento: "Cuanto más elevada se la demanda del consumidor (...) tanto más segura y próspera será la sociedad de consumo. Y, simultáneamente, tanto más ancha y profunda se hace la brecha entre aquellos que desean y son capaces de satisfacer sus deseos (...), y los que han sido seducidos pero son incapaces de actuar de la manera en que se espera", nos dice Bauman. Así, el consume es un requisito para ser feliz, "condición necesaria de la dignidad y autoestima humanas".

El sociólogo explica cómo en Estados Unidos tomó fama la palabra "infra-clase", entre la cual se incluye a los saqueadores. Y que se remarca el hecho de que no son "todos los pobres", sino que se enfatiza en los "inadaptados". Estos últimos son a quienes se debe combatir, pues los primeros parecen aceptar su destino de exclusión de la sociedad del consumo. Para los "consumidores fallados" se pide "tolerancia cero". Es una Sociedad que sólo les reconoce el derecho a sobrevivir, es decir, a saquear alimentos.

Sociedad saqueada (poli-ladron).

Si llegamos hasta aquí, parece necesario resaltar que hemos elaborado, si se quiere, una "defensa" de los saqueadores, según los mismos parámetros de la Sociedad del Consumo. Puesto que los saqueados, sobre todo en el caso de las empresas, que piden mano dura para defender su propiedad, están ponderando el valor de los bienes materiales por encima de la vida. Se entiende entonces, que aquellos condenados a sobrevivir, asuman el riesgo para acceder a la fuente de felicidad.

Debe avanzarse, entonces, a la crítica profunda de esta cultura consumista propia que se configuró como el modelo capitalista del "American Way of Life". Vale decir que esta Sociedad del Consumo logró incorporar al sistema a masas considerables de trabajadores formales, logrando engrosar una clase media con acceso a estos bienes de consumo. Si bien no en el mismo nivel que la clase alta, de todos modos sintiéndose identificados con ellos, más que con aquellos rezagados o excluidos.

El problema es que el sistema económico productivista que permite este modelo social lo hace a través de la acumulación de Capital, explotando a los propios trabajadores, y también a la Naturaleza. Ello quiere decir que la prosperidad actual de una familia de clase de media se encuentra amenazada en el futuro próximo. Pues la sustentabilidad de estos patrones de consumismo resulta imposible. Visto de otra forma, los saqueos de hace días no son más que migajas del gran saqueo que las corporaciones extractivistas llevan adelante en nuestro país y en el mundo. Esta es la Sociedad del Saqueo.


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