Fuente: ComAmbiental
En una sociedad que exhibe como mayor valor la capacidad de
consumo de bienes materiales, aquellos que son excluidos de este sistema pasan
desapercibidos hasta que ocurren hechos como los saqueos. Más allá de las intervenciones
posibles de fuerzas policiales y/o políticas, debe haber cientos (miles)
dispuestos y deseosos de aprovechar la oportunidad del acceso directo a los
bienes vedados (por los propios policías). Pues si el discurso principal
advirtió que "no fue por hambre", esto fue dicho por aquellos ya
satisfechos del hambre de consumismo como símbolo de felicidad y medida de
dignidad.
Los saqueos (sandía sandía tú serás policía)
Hace unos días, la ola de saqueos en varias provincias del
país constituyeron el acontecimiento más destacado del año. El detonante fue el
acuartelamiento de las fuerzas policiales, que reclamaron a su modo una suba de
su salario. Entre las explicaciones más escuchadas, la primera se formuló
alrededor de una crisis acicateada por conspiradores con intencionalidad
política, y la segunda avanzó hacia la hipótesis de una organización criminal
comandada por policías.
Sobre la "hipótesis política", hubo declaraciones
cruzadas sobre supuestas "motivaciones" detrás de los saqueos, para
desestabilizar a los distintos gobiernos. Durante la primera ola en Córdoba, el
oficialismo provincial utilizó este argumento, mientras que desde el
oficialismo nacional se deslizó como razón la situación social, en conjunto con
la mala administración del gobernador de La Sota. Pero cuando la
situación se expandió, hubo una declaración conjunta de los partidos con
representación parlamentaria.
El martes, sobre todo, desde el kichnerismo se advirtió que
era un hecho planificado para arruinar las celebraciones por los 30 años de
Democracia. El argumento es vistoso, pero que los festejos continuaran sin
mayores protestas indica que para tal fin manipulador, el caos debiera haber
reinado en el conurbano. Peor aún, si este discurso fuera fuera cierto, la
situación sería más preocupante, pues existirían grupos con nula cultura
democrática capaces de desestabilizar todo el sistema.
Por su parte, la "hipótesis delictiva" sobrevino
como la más contundente. Fue expresada por la Presidente Cristina
Fernández, también, al decir que no debe permitirse que "la policía
organice el delito". Como prueba, se señalaron denuncias sobre policías
que dirigieron o alentaron los saqueos, ya sea con fin de lucro director por el
robo, o con el fin de mejorar las negociaciones salariales. Sea como fuere, no
deja de ser un problema de los distintos gobiernos esta capacidad de
"autonomía" policial.
Volviendo a de la
Sota, el gobernador expresó una interesante frase para el
análisis: "Están los policías y están aquellos quienes trabajar de
policía". La definición apunta a remarcar que el policía no es un
trabajador, por lo cual no tiene derecho a huelga. Y si la definición de Louis
Althusser expresaba que la interpelación del Estado podía recaer en el policía
que detiene a un ciudadano, primero debemos preguntarnos las causas por las
cuales alguien se convierte en policía al ser reclutado.
Si dejamos de lado la explicación esencialista del "ser
policía" o "tener alma de policía", lo cierto es que
"ponerse la gorra" no es un acto sencillo. Sobre todo considerando
que la mayoría de la fuerza policial proviene de los sectores populares, pues
allí justamente existe necesidad de empleo, aún en condiciones de riesgo. Esta
persona será expuesta al mundo del crimen organizado, en donde la corrupción y
la asociación criminal son opciones más viables cuando más bajos sean los
sueldos.
Lo anterior no significa, por supuesto, justificar la
connivencia que existe entre (algunos) policías y bandas criminales, sino que
resulta un dato de la realidad. Sin embargo, este fenómeno es admisible porque
se considera a la policía una fuerza necesaria de la sociedad. En una
concepción del Estado Moderno donde "el lobo es lobo del hombre",
frase popularizada de Hobbes para intentar naturalizar la desigualdad social,
que es causa profunda de la violencia en general, y del robo en particular.
La
Sociedad del Consumo (melón melón, tú serás ladrón)
Saqueadores, violentos, irracionales, conspiradores o
manipulados, delincuentes, delincuentes disfrazados de saqueadores,
anti-democráticos. Los apelativos que se volcaron sobre la variedad de las
personas que cometieron los saqueos en distintos puntos del país, desde Córdoba
hasta Tucumán, fue amplia y provino de sectores del "oficialismo" y
de la "oposición". Salvo excepciones que hacen a la regla, el
consenso en tal sentido fue brutal, pues corresponde con la interpretación
anterior.
Fue notable cómo la falta de explicación sociológica sobre
los saqueos que se expresó en la diligencia política y en los periodistas
mediáticos condujo hacia la esencialización y naturalización de la maldad
encarnada en ellos. Pues así como hay quienes no trabajan de policía, sino que
son policía, están también aquellos que no cometieron actos delictivos, sino
que son delincuentes. Todo el debate por la llamada Seguridad Democrática
retrocedió en el progresismo, como ya hemos constatado.
Para sostener esta argumentación complementaria un
diagnóstico fue también único: No se trataron de saqueos "por
hambre". Aunque se observó robos de alimentos, demos por válido este dato.
La conclusión que intenta extraerse de ello, es que habría saqueos
justificables, pero estos se reducen a necesidades básicas de supervivencia.
Fuera de estos robos admisibles, por causas humanitarias, debe imponerse con
toda la fuerza del Estado la defensa de la propiedad. Hay que matarlos, si es
necesario.
El discurso de "matar a los delincuentes (disfrazados
de saquedores)" no fue -afortunadamente- tan generalizado. Pero sí estuvo
subyacente en la mayoría la justificación de la represión del robo, más que
intentar una solución más profunda. Atacar el síntoma y no la enfermedad es el
resultado de un diagnóstico desacertado. Para avanzar desde este punto,
recurrimos aquí a otra perspectiva de interpretación. Para ello, tomamos como
referencia el libro "Vidas de Consumo" de Zygmunt Bauman.
Podemos empezar constatando un cambio, ya que mientras
"el peligro que acechaba al estado moderno `clásico´ era la
revolución", hoy aquella sociedad ordenada no existe y "la imagen de
la amenaza ha cobrado una forma absolutamente nueva". Este lugar lo ocupó
la criminalidad, cuyo ascenso fue paralelo a la desaparición de los partidos
"subversivos" (pensemos en Argentina) y lo que sobrevino no es
resultado de un "mal funcionamiento, sino un producto propio de la
sociedad de consumo".
Con esto sintetizamos el argumento: "Cuanto más elevada
se la demanda del consumidor (...) tanto más segura y próspera será la sociedad
de consumo. Y, simultáneamente, tanto más ancha y profunda se hace la brecha
entre aquellos que desean y son capaces de satisfacer sus deseos (...), y los
que han sido seducidos pero son incapaces de actuar de la manera en que se
espera", nos dice Bauman. Así, el consume es un requisito para ser feliz,
"condición necesaria de la dignidad y autoestima humanas".
El sociólogo explica cómo en Estados Unidos tomó fama la
palabra "infra-clase", entre la cual se incluye a los saqueadores. Y
que se remarca el hecho de que no son "todos los pobres", sino que se
enfatiza en los "inadaptados". Estos últimos son a quienes se debe
combatir, pues los primeros parecen aceptar su destino de exclusión de la sociedad
del consumo. Para los "consumidores fallados" se pide
"tolerancia cero". Es una Sociedad que sólo les reconoce el derecho a
sobrevivir, es decir, a saquear alimentos.
Sociedad saqueada (poli-ladron).
Si llegamos hasta aquí, parece necesario resaltar que hemos
elaborado, si se quiere, una "defensa" de los saqueadores, según los
mismos parámetros de la
Sociedad del Consumo. Puesto que los saqueados, sobre todo en
el caso de las empresas, que piden mano dura para defender su propiedad, están
ponderando el valor de los bienes materiales por encima de la vida. Se entiende
entonces, que aquellos condenados a sobrevivir, asuman el riesgo para acceder a
la fuente de felicidad.
Debe avanzarse, entonces, a la crítica profunda de esta
cultura consumista propia que se configuró como el modelo capitalista del
"American Way of Life". Vale decir que esta Sociedad del Consumo
logró incorporar al sistema a masas considerables de trabajadores formales,
logrando engrosar una clase media con acceso a estos bienes de consumo. Si bien
no en el mismo nivel que la clase alta, de todos modos sintiéndose
identificados con ellos, más que con aquellos rezagados o excluidos.
El problema es que el sistema económico productivista que
permite este modelo social lo hace a través de la acumulación de Capital,
explotando a los propios trabajadores, y también a la Naturaleza. Ello
quiere decir que la prosperidad actual de una familia de clase de media se
encuentra amenazada en el futuro próximo. Pues la sustentabilidad de estos
patrones de consumismo resulta imposible. Visto de otra forma, los saqueos de
hace días no son más que migajas del gran saqueo que las corporaciones
extractivistas llevan adelante en nuestro país y en el mundo. Esta es la Sociedad del Saqueo.
Nota relacionada: Saqueos: hacen falta cambios verdaderamente estructurales que cuestionen las desigualdades sociales
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