Por Lucas Chiappe *
La farsa de este principio de siglo se pinta de verde, pero no aquel “verde que te quiero verde” del poeta español, sino este color que ha engendrado el comercio, el de las plantas de plástico, las aguas estancadas, los desiertos verdes y los billetes del norte. Promueven la ecología quienes cometen los ecocidios y después nos culpan a todos y nos venden desodorantes que no afectan la capa de ozono y transgénicos. Y sí, nos venden productos verdes, especies verdes y prefieren mudar las fábricas donde la mano de obra es más barata y la tierra se muere de sed. (Eduardo Galeano)
La invitación era escueta y austera, sin embargo algo me llamó la atención: La institución que auspiciaba el encuentro.
Ni más ni menos que el INTA, ese ilustre claustro de investigadores con mucha presencia en todo el territorio nacional, que sin embargo nunca se caracterizó por mostrar firmes inclinaciones medioambientales si no más bien por apoyar todo tipo de agrotóxicos, modificaciones genéticas y la expansión de los nefastos monocultivos que tapizan nuestro país de norte a sur, llámense soja transgénica, pinos o eucaliptos...
O sea que para reasegurarme respecto a la seriedad de la invitación y a la posibilidad que de ese encuentro pudiera arrojar algún resultado por el que valiera la pena invertir 7 horas de mi tiempo, cursé de inmediato a los organizadores un mensaje electrónico en el que realizaba algunas preguntas específicas:
¿Tenían conocimiento de mis 33 años de lucha abierta y frontal en contra de las forestaciones masivas de especies exóticas en la Patagonia?
¿Iba a existir un ámbito de discusión que me otorgara la posibilidad de debatir en igualdad de condiciones con los madereros y forestadores también invitados al evento?
Y por último ¿Existían la certeza de que las conclusiones de ese taller pudieran servir para algo más que no fueran las buenas intenciones habituales en este tipo de evento?
La respuesta no dejaba lugar a dudas, la organización conocía mi curriculum como ecoactivista en el campo forestal y esa era la razón por la cual me estaban invitando.
Además las condiciones del taller iban a ser parejas para todos los asistentes y las conclusiones iban a servir para confeccionar un diagnóstico que se utilizaría para mejorar, ajustar o modificar los errores cometidos en el pasado respecto a ciertos excesos en los monocultivos apoyados por el Estado.
Muy a pesar mío, ya que las dudas seguían a flor de piel, decidí una vez más dedicar la mayor parte del día 19 de Agosto (aniversario de mi cumpleaños número 59) a esa tarea, en un enésimo intento para que la experiencia acumulada en estos años respecto a las forestaciones en la Patagonia sirvieran para que se llevara adelante una reflexión profunda, y con suerte, que desde esa misma institución hubiera un avance para que se deje de subsidiar este fabuloso negocio privado dedicado a enriquecer a unos pocos terratenientes vernáculos y a un sinnúmero de corporaciones pasteras del Hemisferio Norte.
Llegué puntual como es mi "mala costumbre" en territorio patagónico y para pasar el tiempo me enfrasqué en una breve conversación con otro de los asistentes, quien me dijo estar encantado de conocerme personalmente ya que en el año 1994 cuando él estaba a punto de recibirse en la Facultad de Ing Forestal de Esquel, una carta mía dirigida al rector de ese centro de estudios y hecha pública por los medios locales, había provocado una gran consternación entre profesores y alumnos y había derivado en el primer debate del que él tuviera memoria sobre el tema de las forestaciones con especies exóticas en la Patagonia. Leer más
• (Proyecto Lemu Epuyen-Chubut)
La farsa de este principio de siglo se pinta de verde, pero no aquel “verde que te quiero verde” del poeta español, sino este color que ha engendrado el comercio, el de las plantas de plástico, las aguas estancadas, los desiertos verdes y los billetes del norte. Promueven la ecología quienes cometen los ecocidios y después nos culpan a todos y nos venden desodorantes que no afectan la capa de ozono y transgénicos. Y sí, nos venden productos verdes, especies verdes y prefieren mudar las fábricas donde la mano de obra es más barata y la tierra se muere de sed. (Eduardo Galeano)
La invitación era escueta y austera, sin embargo algo me llamó la atención: La institución que auspiciaba el encuentro.
Ni más ni menos que el INTA, ese ilustre claustro de investigadores con mucha presencia en todo el territorio nacional, que sin embargo nunca se caracterizó por mostrar firmes inclinaciones medioambientales si no más bien por apoyar todo tipo de agrotóxicos, modificaciones genéticas y la expansión de los nefastos monocultivos que tapizan nuestro país de norte a sur, llámense soja transgénica, pinos o eucaliptos...
O sea que para reasegurarme respecto a la seriedad de la invitación y a la posibilidad que de ese encuentro pudiera arrojar algún resultado por el que valiera la pena invertir 7 horas de mi tiempo, cursé de inmediato a los organizadores un mensaje electrónico en el que realizaba algunas preguntas específicas:
¿Tenían conocimiento de mis 33 años de lucha abierta y frontal en contra de las forestaciones masivas de especies exóticas en la Patagonia?
¿Iba a existir un ámbito de discusión que me otorgara la posibilidad de debatir en igualdad de condiciones con los madereros y forestadores también invitados al evento?
Y por último ¿Existían la certeza de que las conclusiones de ese taller pudieran servir para algo más que no fueran las buenas intenciones habituales en este tipo de evento?
La respuesta no dejaba lugar a dudas, la organización conocía mi curriculum como ecoactivista en el campo forestal y esa era la razón por la cual me estaban invitando.
Además las condiciones del taller iban a ser parejas para todos los asistentes y las conclusiones iban a servir para confeccionar un diagnóstico que se utilizaría para mejorar, ajustar o modificar los errores cometidos en el pasado respecto a ciertos excesos en los monocultivos apoyados por el Estado.
Muy a pesar mío, ya que las dudas seguían a flor de piel, decidí una vez más dedicar la mayor parte del día 19 de Agosto (aniversario de mi cumpleaños número 59) a esa tarea, en un enésimo intento para que la experiencia acumulada en estos años respecto a las forestaciones en la Patagonia sirvieran para que se llevara adelante una reflexión profunda, y con suerte, que desde esa misma institución hubiera un avance para que se deje de subsidiar este fabuloso negocio privado dedicado a enriquecer a unos pocos terratenientes vernáculos y a un sinnúmero de corporaciones pasteras del Hemisferio Norte.
Llegué puntual como es mi "mala costumbre" en territorio patagónico y para pasar el tiempo me enfrasqué en una breve conversación con otro de los asistentes, quien me dijo estar encantado de conocerme personalmente ya que en el año 1994 cuando él estaba a punto de recibirse en la Facultad de Ing Forestal de Esquel, una carta mía dirigida al rector de ese centro de estudios y hecha pública por los medios locales, había provocado una gran consternación entre profesores y alumnos y había derivado en el primer debate del que él tuviera memoria sobre el tema de las forestaciones con especies exóticas en la Patagonia. Leer más
• (Proyecto Lemu Epuyen-Chubut)
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