Por Abla Carballo *
«…Mi domicilio era este mismo departamento de calle Rivadavia, _cuenta Leopoldo Marechal_ de pronto me llegó desde el Oeste un rumor como de multitudes que avanzaban gritando y cantando por la calle Rivadavia: el rumor fue creciendo y agigantándose, hasta que reconocí primero la música de una canción popular y, en seguida, su letra:
Yo te daré, te daré, patria hermosa, te daré una cosa, una cosa que empieza con P, Perón...
Y aquel "Perón" resonaba periódicamente como un cañonazo. Me vestí apresuradamente, bajé a la calle y me uní a la multitud que avanzaba rumbo a la Plaza de Mayo. Vi, reconocí, y amé los miles de rostros que la integraban: no había rencor en ellos, sino la alegría de salir a la visibilidad en reclamo de su líder. Era la Argentina "invisible" que algunos habían anunciado literariamente, sin conocer ni amar sus millones de caras concretas, y que no bien las conocieron les dieron la espalda.»
En la misma ciudad que hace 64 años protagonizó el 17 de Octubre, un ejército de indigentes noche a noche hurga en bolsas buscando su cena. Una nueva variante de genocidio silencioso ejecutado con formas democráticas.
«…Mi domicilio era este mismo departamento de calle Rivadavia, _cuenta Leopoldo Marechal_ de pronto me llegó desde el Oeste un rumor como de multitudes que avanzaban gritando y cantando por la calle Rivadavia: el rumor fue creciendo y agigantándose, hasta que reconocí primero la música de una canción popular y, en seguida, su letra:
Yo te daré, te daré, patria hermosa, te daré una cosa, una cosa que empieza con P, Perón...
Y aquel "Perón" resonaba periódicamente como un cañonazo. Me vestí apresuradamente, bajé a la calle y me uní a la multitud que avanzaba rumbo a la Plaza de Mayo. Vi, reconocí, y amé los miles de rostros que la integraban: no había rencor en ellos, sino la alegría de salir a la visibilidad en reclamo de su líder. Era la Argentina "invisible" que algunos habían anunciado literariamente, sin conocer ni amar sus millones de caras concretas, y que no bien las conocieron les dieron la espalda.»
En la misma ciudad que hace 64 años protagonizó el 17 de Octubre, un ejército de indigentes noche a noche hurga en bolsas buscando su cena. Una nueva variante de genocidio silencioso ejecutado con formas democráticas.
Los que aceptan la injusticia ajena como una fatalidad donada por el destino, los analfabetos ilustrados de nuestra época, los demasiado normales, categorías todas fluctuantes e inseguras, el jardín zoológico de la clientela política contemporánea, no se han enterado de lo que verdaderamente sucede en la Argentina. Se tapan los oídos con unos celulares que enarbolan con orgullo. Hasta el ciudadano común mira a esta Armada Brancaleone del hambre con una mezcla de incredulidad y culpa. A esta Argentina disminuida con chicos de panzas hinchadas por la consuetudinaria falta de ingestión de comida y absorción de contaminantes del ambiente para el saqueo y la concentración desusada. Una pesadilla alucinada pero real.
La Vanguardia, órgano oficial del Partido Socialista, explicaba desde su razonamiento el acontecimiento del 45 (…) “…eso fue el espectáculo de una horda, de una mascarada, de una balumba, que a veces degeneraba en murga”. ¿Qué obrero argentino actúa en una manifestación en demanda de sus derechos como lo haría en un desfile de carnaval?
« J. L. Borges: ¿Por qué asunto viene?
Revista Dinamis: Quisiéramos que hiciera una declaración sobre el 17 de octubre...
B.: ¿De qué 17 de octubre?
D.: Del 17 de octubre de 1945.
B. (pensativo): ¿Como, ese día de los peronistas?
D.: Sí.
B.: No, caramba, de eso no hablo.
D.: ¿Por qué? Cómo por qué. Usted no se acuerda porque por la voz me doy cuenta que es muy joven, pero usted no sabe lo que fue eso, horrible. Algo tremendo….»
La lógica del 17 sorprende porque es presencia de un pueblo entero y una situación objetiva económica, social, política, una respuesta tanto individual como colectiva.
«... El sol caía a plomo _relata Scalabrini Ortiz_ cuando las primeras columnas de obreros comenzaron a llegar. Venían con su traje de fajina, porque acudían directamente de sus fábricas y talleres. (…) Frente a mis ojos desfilaban rostros atezados, brazos membrudos, torsos fornidos, con las greñas al aire y las vestiduras escasas cubiertas de pingües, de restos de breas, grasas y aceites. Llegaban cantando y vociferando, unidos en la impetración de un solo nombre: Perón.»
(…) «Los rastros de sus orígenes se traslucían en sus fisonomías. El descendiente de meridionales europeos, iba junto al rubio de trazos nórdicos y el trigueño de pelo duro en que la sangre de un indio lejano sobrevivía aún. Era el subsuelo de la patria sublevado. Era el cimiento básico de la Nación que asomaba, como asoman las épocas pretéritas de la tierra en la conmoción del terremoto. Era el substrato de nueva idiosincrasia y de nuestras posibilidades colectivas allí presente en su primordialidad sin reatos y sin disimulos. Era el de nadie y el sin nada en una multiplicidad casi infinita de gamas y matices humanos, aglutinados por el mismo estremecimiento y el mismo impulso, sostenidos por una misma verdad que una sola palabra traducía: Perón.»
Hoy, igual que en la Década Infame, Argentina necesita una revolución. Digamos que, más que una revolución, lo que los argentinos necesitamos es una “devolución”. Una devolución de nuestro patrimonio, de nuestra riqueza, de nuestra justicia, de nuestra esperanza. De nuestro presente y de nuestro futuro, de todo lo que nos han quitado. Impera el trabajo sin alegría, la virtud sin gracia, la niñez sin privilegio, la juventud sin mística, el amor sin misterio, el arte sin irradiación.
La Vanguardia, órgano oficial del Partido Socialista, explicaba desde su razonamiento el acontecimiento del 45 (…) “…eso fue el espectáculo de una horda, de una mascarada, de una balumba, que a veces degeneraba en murga”. ¿Qué obrero argentino actúa en una manifestación en demanda de sus derechos como lo haría en un desfile de carnaval?
« J. L. Borges: ¿Por qué asunto viene?
Revista Dinamis: Quisiéramos que hiciera una declaración sobre el 17 de octubre...
B.: ¿De qué 17 de octubre?
D.: Del 17 de octubre de 1945.
B. (pensativo): ¿Como, ese día de los peronistas?
D.: Sí.
B.: No, caramba, de eso no hablo.
D.: ¿Por qué? Cómo por qué. Usted no se acuerda porque por la voz me doy cuenta que es muy joven, pero usted no sabe lo que fue eso, horrible. Algo tremendo….»
La lógica del 17 sorprende porque es presencia de un pueblo entero y una situación objetiva económica, social, política, una respuesta tanto individual como colectiva.
«... El sol caía a plomo _relata Scalabrini Ortiz_ cuando las primeras columnas de obreros comenzaron a llegar. Venían con su traje de fajina, porque acudían directamente de sus fábricas y talleres. (…) Frente a mis ojos desfilaban rostros atezados, brazos membrudos, torsos fornidos, con las greñas al aire y las vestiduras escasas cubiertas de pingües, de restos de breas, grasas y aceites. Llegaban cantando y vociferando, unidos en la impetración de un solo nombre: Perón.»
(…) «Los rastros de sus orígenes se traslucían en sus fisonomías. El descendiente de meridionales europeos, iba junto al rubio de trazos nórdicos y el trigueño de pelo duro en que la sangre de un indio lejano sobrevivía aún. Era el subsuelo de la patria sublevado. Era el cimiento básico de la Nación que asomaba, como asoman las épocas pretéritas de la tierra en la conmoción del terremoto. Era el substrato de nueva idiosincrasia y de nuestras posibilidades colectivas allí presente en su primordialidad sin reatos y sin disimulos. Era el de nadie y el sin nada en una multiplicidad casi infinita de gamas y matices humanos, aglutinados por el mismo estremecimiento y el mismo impulso, sostenidos por una misma verdad que una sola palabra traducía: Perón.»
Hoy, igual que en la Década Infame, Argentina necesita una revolución. Digamos que, más que una revolución, lo que los argentinos necesitamos es una “devolución”. Una devolución de nuestro patrimonio, de nuestra riqueza, de nuestra justicia, de nuestra esperanza. De nuestro presente y de nuestro futuro, de todo lo que nos han quitado. Impera el trabajo sin alegría, la virtud sin gracia, la niñez sin privilegio, la juventud sin mística, el amor sin misterio, el arte sin irradiación.
Sin embargo, la diferencia entre el ocaso y la aurora es únicamente una diferencia de perspectiva aunque no debe estar ausente la mirada con nuevos ojos. Cualquier intento de refundación del movimiento nacional y popular es que termine con los conceptos, las reglas de juego, las instituciones vacías e injustas de este mundo burgués agónico que otorga a nuestro tiempo la dramática fisonomía de la decadencia, invisible para los que viven mirando la punta de sus zapatos. Mientras millones son lanzados al infierno de la miseria, tal vez nos rebelemos para terminar con el síndrome del rehén. Una misión a la que debemos acudir ligeros de equipaje.
En este tiempo hablar de lealtad a un jefe, a una causa, es vencer algún yo y hacer suficiente sacrificio para desembocar en la rehabilitación del movimiento nacional con “lo mejor que tenemos” bajo formas nuevas y originales.
ALGUNOS VIERON, OTROS NO; ya que el corazón del hombre se dispone de diversas maneras ante la realidad. No está este “ver” determinado por cuestiones ideológicas, ni desarrollos teóricos; sólo necesita de un corazón que perciba, contemple y descubra un momento histórico de eternidad.-
Fragmentos de Carlos Ceballos - Alejandro Pandra - Abla Carballo
* DNI 4159560
En este tiempo hablar de lealtad a un jefe, a una causa, es vencer algún yo y hacer suficiente sacrificio para desembocar en la rehabilitación del movimiento nacional con “lo mejor que tenemos” bajo formas nuevas y originales.
ALGUNOS VIERON, OTROS NO; ya que el corazón del hombre se dispone de diversas maneras ante la realidad. No está este “ver” determinado por cuestiones ideológicas, ni desarrollos teóricos; sólo necesita de un corazón que perciba, contemple y descubra un momento histórico de eternidad.-
Fragmentos de Carlos Ceballos - Alejandro Pandra - Abla Carballo
* DNI 4159560
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