Por Luis Colombatto *
Hay tiempos que ya se fueron. Son los que recuerdan sólo los archivos de memorias, intelectuales o naturales (bibliotecas y museos), y hasta puede ocurrir que las personas más ancianas recuerden relatos de sus padres y abuelos sobre costumbres que ya nadie conserva. Así es el recuerdo de aquellos parientes de los actuales elefantes, que fueron cazados hasta hace pocos siglos atrás en la misma Siberia, pero que hoy apenas son recuerdos en dibujos y libros de relatos antiguos.
Hoy la vorágine nos obliga a actualizarnos con tanto apremio que la vida llevada hasta hace apenas unas décadas atrás, parece una película descolorida o un sueño y por lo tanto un suceso que no ocurrió.
Así se fueron el buzón rojo en alguna esquina del barrio, el almacenero de la cuadra, y la frase "falta que nos cobren el agua y el aire".
Hoy está depreciado el sistema de correo terrestre-aéreo porque es más fácil, económico y rápido el correo electrónico (e-mail), el hijo del almacenero es empleado porque el padre se fundió, y el agua se cobra aún dudándose de su potabilidad.
Los tiempos han cambiado y cada vez tenemos menos parientes dueños de campos, porque las tierras las están comprando magnates de otras banderas con supuestos objetivos proteccionistas, que no hacen en sus propias tierras y de allí la duda de sus intenciones.
A fines del siglo XX se dijo que por cada hipermercado que se abría se cerraban más de cien almacenes barriales. Luego algunos lucharon promocionando el "compre local", hasta que también callaron. Es que no se puede competir con gigantes empresarios que compran mercaderías por toneladas, usan sus propios medios de transporte y son tan amigos de los gobernantes que en algunos casos ni siquiera pagan impuestos. El almacenero frente a estos poderosos, apenas tiene el capital de un insecto, y a los insectos se los mata sin remordimientos.
En algunos bolsones de pobreza, las empresas que dan trabajo ya son más fuertes que los gobiernos populares (norte argentino, zonas petroleras, etc.). En otras áreas, los magnates inversionistas hacen todo tipo de donaciones y los pobladores van aceptándolos en oposición de las advertencias que les hacen sus mayores; se van "ablandando" a la penetración.
En cuanto al agua potable, hubo denuncias en la Patagonia central a fines del siglo XX, pero luego callaron los denunciantes o no fueron escuchados por los medios de difusión amigos de quienes los sostienen con buenas pautas publicitarias, y siguieron tomando agua mezclada con rastros de petróleo y/o productos contaminantes vertidos por esa industria depredadora. Todo a cambio, nuevamente, de buenos sueldos que nunca prolongan la vida sino muy por el contrario, acercan la muerte.
Imagino cómo será este mundo patagónico dentro de veinte o treinta años, proyectando estas realidades que según parece se expandirán, y siento pánico. El cálculo daría que los poderosos manejarán el comercio de alimentos, indumentaria y tecnología; que en los barrios vivirán sólo empleados de esas grandes casas, sucursales de las casas matrices fuera del país, por lo tanto si surge algún problema, "andá a quejarte a Magoya", vía e-mail o viajando miles de kilómetros.
El comercio barrial será apenas de kioscos y algún luchador que se resista a la derrota inevitable.
Abundarán los empleados de la salud atendiendo tal vez al 50% de la población con problemas de estrés y enfermedades cancerígenas producto de la impotencia por luchar contra gigantes, con miedo perpetuo de quedarse sin trabajo, y la contaminación que ya nadie corrija.
La producción en los campos también estará en manos de estos poderosos, dejando libre circulación solamente en los caminos y rutas aledaños para acceso de sus empleados.
El miedo por si algún loco nos roba espejitos de colores (tecnología) se habrá transformado en pánico diario, ignorando que los peligros reales estarán en la desaparición de personas, que la prensa ya no informará, para transplantarle un nuevo órgano al familiar del poderoso extranjero.
Los nativos estaremos acorralados en las ciudades dependiendo plenamente de los sueldos, alimentos, objetos e informaciones que unos pocos nos permitan usar y saber. Los supuestos reaccionarios harán manifestaciones pidiéndoles más dinero a sus patrones sin rostro, quienes integrarán el mismo grupo de empresarios que promocionen y vendan objetos añorados por esos mismos empleados. En este círculo económico, el único que perderá será el nativo, igual que perdieron los aborígenes americanos cuando entregaban sus riquezas por baratijas en las pulperías. Pensar que hoy algunos machotes reaccionan contra los quinientos años de explotación, y lo hacen con sus vehículos importados pintados con colores brillantes, portan teléfonos celulares y se sienten populares cuando se ven en grandes televisores de plasma, de esos que se fabrican por millones, como los antiguos espejitos de colores. Y están "re-chochos".
Y en algún rincón hacinado un niño le preguntará: "Papá, cómo vivían los abuelos?", una pregunta tan parecida a la vida de los mamuts, que hoy me produce pánico.
* DNI 12.474.450 - Autor del portal Patapedia.com.ar
Hay tiempos que ya se fueron. Son los que recuerdan sólo los archivos de memorias, intelectuales o naturales (bibliotecas y museos), y hasta puede ocurrir que las personas más ancianas recuerden relatos de sus padres y abuelos sobre costumbres que ya nadie conserva. Así es el recuerdo de aquellos parientes de los actuales elefantes, que fueron cazados hasta hace pocos siglos atrás en la misma Siberia, pero que hoy apenas son recuerdos en dibujos y libros de relatos antiguos.
Hoy la vorágine nos obliga a actualizarnos con tanto apremio que la vida llevada hasta hace apenas unas décadas atrás, parece una película descolorida o un sueño y por lo tanto un suceso que no ocurrió.
Así se fueron el buzón rojo en alguna esquina del barrio, el almacenero de la cuadra, y la frase "falta que nos cobren el agua y el aire".
Hoy está depreciado el sistema de correo terrestre-aéreo porque es más fácil, económico y rápido el correo electrónico (e-mail), el hijo del almacenero es empleado porque el padre se fundió, y el agua se cobra aún dudándose de su potabilidad.
Los tiempos han cambiado y cada vez tenemos menos parientes dueños de campos, porque las tierras las están comprando magnates de otras banderas con supuestos objetivos proteccionistas, que no hacen en sus propias tierras y de allí la duda de sus intenciones.
A fines del siglo XX se dijo que por cada hipermercado que se abría se cerraban más de cien almacenes barriales. Luego algunos lucharon promocionando el "compre local", hasta que también callaron. Es que no se puede competir con gigantes empresarios que compran mercaderías por toneladas, usan sus propios medios de transporte y son tan amigos de los gobernantes que en algunos casos ni siquiera pagan impuestos. El almacenero frente a estos poderosos, apenas tiene el capital de un insecto, y a los insectos se los mata sin remordimientos.
En algunos bolsones de pobreza, las empresas que dan trabajo ya son más fuertes que los gobiernos populares (norte argentino, zonas petroleras, etc.). En otras áreas, los magnates inversionistas hacen todo tipo de donaciones y los pobladores van aceptándolos en oposición de las advertencias que les hacen sus mayores; se van "ablandando" a la penetración.
En cuanto al agua potable, hubo denuncias en la Patagonia central a fines del siglo XX, pero luego callaron los denunciantes o no fueron escuchados por los medios de difusión amigos de quienes los sostienen con buenas pautas publicitarias, y siguieron tomando agua mezclada con rastros de petróleo y/o productos contaminantes vertidos por esa industria depredadora. Todo a cambio, nuevamente, de buenos sueldos que nunca prolongan la vida sino muy por el contrario, acercan la muerte.
Imagino cómo será este mundo patagónico dentro de veinte o treinta años, proyectando estas realidades que según parece se expandirán, y siento pánico. El cálculo daría que los poderosos manejarán el comercio de alimentos, indumentaria y tecnología; que en los barrios vivirán sólo empleados de esas grandes casas, sucursales de las casas matrices fuera del país, por lo tanto si surge algún problema, "andá a quejarte a Magoya", vía e-mail o viajando miles de kilómetros.
El comercio barrial será apenas de kioscos y algún luchador que se resista a la derrota inevitable.
Abundarán los empleados de la salud atendiendo tal vez al 50% de la población con problemas de estrés y enfermedades cancerígenas producto de la impotencia por luchar contra gigantes, con miedo perpetuo de quedarse sin trabajo, y la contaminación que ya nadie corrija.
La producción en los campos también estará en manos de estos poderosos, dejando libre circulación solamente en los caminos y rutas aledaños para acceso de sus empleados.
El miedo por si algún loco nos roba espejitos de colores (tecnología) se habrá transformado en pánico diario, ignorando que los peligros reales estarán en la desaparición de personas, que la prensa ya no informará, para transplantarle un nuevo órgano al familiar del poderoso extranjero.
Los nativos estaremos acorralados en las ciudades dependiendo plenamente de los sueldos, alimentos, objetos e informaciones que unos pocos nos permitan usar y saber. Los supuestos reaccionarios harán manifestaciones pidiéndoles más dinero a sus patrones sin rostro, quienes integrarán el mismo grupo de empresarios que promocionen y vendan objetos añorados por esos mismos empleados. En este círculo económico, el único que perderá será el nativo, igual que perdieron los aborígenes americanos cuando entregaban sus riquezas por baratijas en las pulperías. Pensar que hoy algunos machotes reaccionan contra los quinientos años de explotación, y lo hacen con sus vehículos importados pintados con colores brillantes, portan teléfonos celulares y se sienten populares cuando se ven en grandes televisores de plasma, de esos que se fabrican por millones, como los antiguos espejitos de colores. Y están "re-chochos".
Y en algún rincón hacinado un niño le preguntará: "Papá, cómo vivían los abuelos?", una pregunta tan parecida a la vida de los mamuts, que hoy me produce pánico.
* DNI 12.474.450 - Autor del portal Patapedia.com.ar
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