Por Miryám Monasterolo *
Hace 22 años la gran mayoría de los países, lograron convertir en letra, un acuerdo entre los Estados partes y los Niños, Niñas y Adolescentes.
Este hecho marcó un antes y un después en la historia de la Humanidad, respecto de cómo tratar a los niños/as, como abordar sus problemas y cómo considerarlos sujetos de derecho, ciudadanos de hecho y por derecho..
Nuestro País fue parte de ese acuerdo internacional y resolvió comenzar un desafío que implicó el compromiso de adecuar legislaciones, redefinir instituciones, crear otras, y sobre todo transformar prácticas que durante muchos años violaron los derechos de los niñ@s en nombre de su protección y de su bien.
Esto ha implicado un profundo cambio estructural traducido en actitudes, conductas, hábitos, procedimientos, proceso que aún la realidad nos dice que no ha culminado pese a la incorporación de los principios de la Convención a nuestra Constitución, a la generación de la ley Nacional de Protección Integral y de sus homónimas provinciales.
La Convención nos interpela a un planteamiento ético donde hemos de considerar al niño, a la niña como protagonista activo de su propio destino, acompañado por su familia y su comunidad, respetando su cultura y su historia.
Vemos con suma preocupación que todo el proceso de avanzada de nuestra provincia y de la ciudad, a favor de la Niñez y Adolescencia ha ido en franco deterioro al observar la brecha cada vez más grande entre el discurso y la realidad, entre las responsabilidades institucionales y los derechos cada vez más avasallados de los niñ@s.
La Violencia Social que padece nuestra ciudad es el producto de un proceso amasado por la ignominia y el desamparo de políticas públicas discontinuas, precarizadas y fragmentadas en un ámbito marcado por un modelo de sociedad consumista e individualista, donde se ha ido perdiendo el lazo social y la solidaridad. No podemos dejar de señalar con profundo dolor la pérdida de vida jóvenes de este fin de semana que nos obligan a repensar como sociedad cuáles son nuestras prioridades y cuáles las respuestas políticas que debemos encarar para recuperar el valor de la vida y su dignidad.
El perfil productivo y económico de la ciudad y su historia de permanentes movilidades poblacionales, atravesadas por el desarraigo, la falta de pertenencia y la soledad han generado un cierto clima poco propicio para una convivencia saludable para todos sus miembros. Y esto debe ser tomado en cuenta para la diagramación de las Políticas Públicas destinadas a la población en general, las cuales deben ser integrales, eficaces y orgánicas. Lo cual implica decisiones políticas de fondo, no de coyuntura.
Por ello nuestras comunidades necesitan de un trabajo intensivo de acompañamiento de las familias y de sus niñ@s y adolescentes, de propuestas educativas innovadoras , del acceso a la salud en cualquiera de sus modalidades-hoy francamente amenazado y vulnerado por el propio estado-, de espacios de expresión creativa a partir del arte y del deporte en todos los barrios, de oportunidades para fortalecerse como personas.
Y esto significa equipos técnicos capacitados, reconocidos laboralmente y profesionalmente, insumos, infraestructura adecuada, planificación y evaluación permanente.
Vemos diariamente las dificultades de funcionamiento en organismos y servicios destinados a la protección de los derechos de los niños, como de aquellos que deben proveerlos directamente (Salud-Educación) donde paradojalmente se anuncia grandilocuentemente la apertura de infraestructura versus lo escaso del presupuesto para el personal especializado que se necesita para el sostén de la tarea.
A veintidós años de la sanción de la Convención, las realidades que vemos, indican que los Derechos de los Niños/as se hallan muy comprometidos y complicados en su efectivización.
Por todo lo enunciado los Derechos de los Niños son Derechos Humanos y por tales se considera que todos los niños/as son merecedores de ellos, y es obligación ineludible del Estado garantizar su satisfacción a todos, incluyendo en forma especial a aquellos que no han tenido oportunidades anteriores de poder acceder a ellos.
La sociedad será evaluada en función de cómo haya cuidado y protegido a sus niños, a sus niñas, a sus adolescentes y a sus adultos mayores.
Si no, no será merecedora siquiera de ser recordada.
* Directora Oficina de Derechos y Garantías de la Niñez, Adolescencia y Familia
Nota relacionada: Comodoro: Monasterolo ratificó ante el Concejo su denuncia sobre hechos de violencia policial
Hace 22 años la gran mayoría de los países, lograron convertir en letra, un acuerdo entre los Estados partes y los Niños, Niñas y Adolescentes.
Este hecho marcó un antes y un después en la historia de la Humanidad, respecto de cómo tratar a los niños/as, como abordar sus problemas y cómo considerarlos sujetos de derecho, ciudadanos de hecho y por derecho..
Nuestro País fue parte de ese acuerdo internacional y resolvió comenzar un desafío que implicó el compromiso de adecuar legislaciones, redefinir instituciones, crear otras, y sobre todo transformar prácticas que durante muchos años violaron los derechos de los niñ@s en nombre de su protección y de su bien.
Esto ha implicado un profundo cambio estructural traducido en actitudes, conductas, hábitos, procedimientos, proceso que aún la realidad nos dice que no ha culminado pese a la incorporación de los principios de la Convención a nuestra Constitución, a la generación de la ley Nacional de Protección Integral y de sus homónimas provinciales.
La Convención nos interpela a un planteamiento ético donde hemos de considerar al niño, a la niña como protagonista activo de su propio destino, acompañado por su familia y su comunidad, respetando su cultura y su historia.
Vemos con suma preocupación que todo el proceso de avanzada de nuestra provincia y de la ciudad, a favor de la Niñez y Adolescencia ha ido en franco deterioro al observar la brecha cada vez más grande entre el discurso y la realidad, entre las responsabilidades institucionales y los derechos cada vez más avasallados de los niñ@s.
La Violencia Social que padece nuestra ciudad es el producto de un proceso amasado por la ignominia y el desamparo de políticas públicas discontinuas, precarizadas y fragmentadas en un ámbito marcado por un modelo de sociedad consumista e individualista, donde se ha ido perdiendo el lazo social y la solidaridad. No podemos dejar de señalar con profundo dolor la pérdida de vida jóvenes de este fin de semana que nos obligan a repensar como sociedad cuáles son nuestras prioridades y cuáles las respuestas políticas que debemos encarar para recuperar el valor de la vida y su dignidad.
El perfil productivo y económico de la ciudad y su historia de permanentes movilidades poblacionales, atravesadas por el desarraigo, la falta de pertenencia y la soledad han generado un cierto clima poco propicio para una convivencia saludable para todos sus miembros. Y esto debe ser tomado en cuenta para la diagramación de las Políticas Públicas destinadas a la población en general, las cuales deben ser integrales, eficaces y orgánicas. Lo cual implica decisiones políticas de fondo, no de coyuntura.
Por ello nuestras comunidades necesitan de un trabajo intensivo de acompañamiento de las familias y de sus niñ@s y adolescentes, de propuestas educativas innovadoras , del acceso a la salud en cualquiera de sus modalidades-hoy francamente amenazado y vulnerado por el propio estado-, de espacios de expresión creativa a partir del arte y del deporte en todos los barrios, de oportunidades para fortalecerse como personas.
Y esto significa equipos técnicos capacitados, reconocidos laboralmente y profesionalmente, insumos, infraestructura adecuada, planificación y evaluación permanente.
Vemos diariamente las dificultades de funcionamiento en organismos y servicios destinados a la protección de los derechos de los niños, como de aquellos que deben proveerlos directamente (Salud-Educación) donde paradojalmente se anuncia grandilocuentemente la apertura de infraestructura versus lo escaso del presupuesto para el personal especializado que se necesita para el sostén de la tarea.
A veintidós años de la sanción de la Convención, las realidades que vemos, indican que los Derechos de los Niños/as se hallan muy comprometidos y complicados en su efectivización.
Por todo lo enunciado los Derechos de los Niños son Derechos Humanos y por tales se considera que todos los niños/as son merecedores de ellos, y es obligación ineludible del Estado garantizar su satisfacción a todos, incluyendo en forma especial a aquellos que no han tenido oportunidades anteriores de poder acceder a ellos.
La sociedad será evaluada en función de cómo haya cuidado y protegido a sus niños, a sus niñas, a sus adolescentes y a sus adultos mayores.
Si no, no será merecedora siquiera de ser recordada.
* Directora Oficina de Derechos y Garantías de la Niñez, Adolescencia y Familia
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