Por José Luis “Pipin” Beovidez *
Ayer se cumplieron dos años del asesinato de Néstor
Manquepan, un joven policía de 24 años. El presente lo escribí hace exactamente
dos años, fruto de la bronca e impotencia de lo acontecido. En ese momento se
difundió por rawsonline y con un seudónimo. ¿Por qué? Por temor. Hoy se los envío a Ustedes con mi nombre y
apellido y sin correcciones desde que mi “pluma” lo produjo. El miedo cesó y en
el horizonte solo veo esperanza. Miedo y esperanza. Variables conceptuales para
trabajar temas de religión no?
No más Manquepan, no más Antillanca. No más violencia.
¿Cuál es la formación en democracia de un policía? ¿No es
parte de un tema más globalizador que es la inseguridad social?
El artículo está destinado especialmente a los no policías,
aquellas personas que desconocen la retrograda, anacrónica e inhumana formación
que tiene en un gobierno democrático los agentes de Policía. Una especie de
embudo en la cual la propia institución corrompe a las personas; con el solo
hecho de contemplar la corrupción, te convertís en un cómplice. Además, existe el error a pensar que Policía
es solo un asunto de Policías. No es así, es hablar de seguridad social,
incluye a todos.
Es fundamental aclarar que el término “vocación” se deja de
lado por considerarlo abstracto a nuestra realidad social. Los que actualmente
se encuentran en la pirámide de la jerarquía policial en sus comienzos
seguramente han tenido una imagen idealizada del policía, ya que en una
sociedad cruelmente castigada por los constantes regímenes militares, veían en
ellos a un “hombre fuerte y respetable” ante una sociedad inmovilizada por el
miedo o fuertemente castigada por la acción de su compromiso.
Necesaria la aclaración pues, en los cursos de policías la
constante muletilla de la palabra “vocación” es en realidad una manera elegante
de justificar una práctica anacrónica.
En la formación de policías se conjugan factores que es
importante analizar. Primero, en su mayoría son jóvenes que, debido a una
necesidad imperiosa de estabilidad laboral recurre a Policía para sentirse
cobijado. Segundo, y yuxtapuesta a la anterior la Institución lo aísla
de la sociedad, inclusive de su familia; los cursos de preparación- oficial o
agente- son densos en la carga horaria, precisamente no es para leer sobre
fundamentos democráticos. La
Institución se propone:
“Lavarle la cabeza”. ¿Cómo es esto? Castigar arbitraria y
caprichosamente al ingresante; el ingresante es consciente que por un tiempo
considerable está expuesto. No importa que el castigo sea justo o no, sino que
su finalidad es hacer inofensivo al futuro agente posiblemente nocivo, aislar
cualquier sentimiento de subversión. Esta intensidad y visibilidad del castigo
que reciben los ingresantes marcan en la memoria lo que se espera de ellos. La
obediencia tiene sus frutos, aparejado a esto:
La institución recibe al nuevo agente como uno más en la
“gran familia”. El término familia también es altamente repetido. Igual que
“jerarquía”, ya que, como señalan, en todo lazo social existe, por lo tanto es
incuestionable.
El prolongado aislamiento social, el permanente maltrato
físico como psicológico marcan su formación policial. ¿Cuál es?
Desestructurarlo lo que más pueda de su vida anterior. No es casual que existan
tantos divorcios de aspirantes que estén haciendo el curso. La endogamia es muy
fuerte en la institución. Otra manera de desestructurarlo es crear en el
aspirante una cosmovisión alejada de la realidad, Policía te ofrece todo con la
única condición de que te muestres indiferente en asuntos públicos y
neutralidad en los asuntos políticos e institucionales. Brutalidad e ignorancia
son indispensables para el aislamiento y el alejamiento de relaciones sociales
fuera del ambiente policial. Otra manera es, desarraigarlo de la ciudad de
origen para enviarlo a una totalmente desconocida por el nuevo agente.
Solo así, me atrevo a decir que es comprensible la actitud
del jovencísimo policía asesinado en Comodoro Rivadavia. El sentido común
marca, que ante la coyuntura: dos bandas enfrentadas, uno como ciudadano no
debe involucrarse. Aquí se demuestra lo anterior expuesto. La formación
policial aleja al futuro agente de la realidad. Del sentido común ciudadano al
más común de los sentidos para el policía.
Generalmente cuando éste toma consciencia que no es el
idílico mundo de fantasía ya es tarde: desestructurado emocional, psicológica
y, económicamente- no son pocos que, a los pocos meses de ingresar contraen
importantes prestamos. Además, el sistema es muy personalista, se presta para
delaciones, chupamedismos ante tu jefe para conseguir ciertos favores. Esto se
debe a la carencia de un lugar común y, reglamentado objetivamente para hacer
reclamos. Si no actúas como la norma policial marca, caes en lo más bajo no
solo como trabajador sino como persona. Es así que el denominador común del
subalterno sea el miedo.
Es innegable ante esta situación que haya un cambio real, el
policía es muy maltratado por la sociedad pero además dentro de la Institución ,
careciendo de un lugar neutral donde se escuchen sus reclamos. Los formadores intelectuales
y ejecutores en la formación del joven asesinado deben sentirse responsable del
homicidio, por la acción suicida de este
joven. Fue inducido por ellos al autismo de la realidad social.
* DNI 24 133 899.
Sipolch. Por una policía democrática, humanizada,
desmilitarizada y profesionalizada.
Nota relacionada: Opinión: “Audiencia por la muerte del policía Manquepan ocurrida en 2010”, por C. Michia
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