Por Agencia Walsh
Fuente: Correpi
El 10 de julio, se inauguró formalmente el DOT (Departamento
de Ocupación Territorial), que en los hechos ya venía funcionando desde
principios de año. Es un programa aplicado por el gobernador De la Sota, que toma el modelo de
la policía militar de Brasil: se trata de “patrullar” las villas, las afueras
de Córdoba y los barrios con alguna suerte de conflicto, ya sea por toma de
tierras o por ocupación de determinados espacios, con patrulleros y
helicópteros que iluminan los patios de las casas o las calles de los barrios
donde se junta gente. Una vez identificados los “focos” de conflicto, actúa la
infantería en el terreno.
El DOT, que cuenta hasta el momento con 40 móviles y 350
efectivos, actuará acompañando órdenes judiciales en desalojos y allanamientos,
en el marco de un conflicto generalizado por la toma de tierras en toda la
provincia, en el que, por un lado, están los sectores populares que buscan
tierras para sus viviendas y, por otro, los empresarios y el gobierno, que
pretenden construir countries y shoppings por doquier.
Este año, sin ir más lejos, se desataron varios conflictos
en tomas de tierras, tanto en Villa Icho Cruz, como en Cuesta Blanca y Piedra
Blanca, a pocos kilómetros de la capital cordobesa. En las tres tomas se
mantiene un cerco policial que impide el paso de agua y alimentos y la
circulación de personas ajenas al asentamiento.
Las organizaciones y demás sectores populares llevaron a
cabo la campaña “Romper el cerco” en la toma de Cuesta Blanca, en abril de este
año, que consistía en llevar en caravana provisiones desde Córdoba Capital
hasta Cuesta Blanca. En el transcurso de esa caravana hubo requisas (no sólo en
los caminos al asentamiento, sino en las paradas de los ómnibus de línea);
amenazas y la ostentación de que los tenían a todos “fichados” a través de un
previo trabajo de inteligencia. Por ejemplo, fue detenido un auto donde iban
compañeros del Encuentro de Organizaciones, y los uniformados les hicieron
saber claramente que los conocían. Hacia el final de la jornada, un compañero
fue secuestrado por la policía, que se lo llevó a dar vueltas en el patrullero
para amedrentarlo, y luego lo liberó en medio de la bronca de sus compañeros.
A los dos días fue apresado, en un allanamiento, el
presidente de la
Cooperativa de Carreros de Icho Cruz, que estaba
solidarizándose con la toma de Cuesta Blanca. Lo acusaron por incitación a la
violencia, con apoyo en unas publicaciones levantadas desde su muro de
Facebook. Durante la marcha de las organizaciones hacia la comisaría de Carlos
Paz, donde estaba detenido, la policía reprimió y detuvo a otras 20 personas.
Después de varias movilizaciones hacia la comisaría, tras cuatro días, todos
los detenidos fueron liberados, excepto el presidente de la cooperativa y un
vecino acusado de resistencia a la autoridad. Ambos fueron retenidos 15 días en
la cárcel de máxima seguridad de Bouwer.
Durante todo este conflicto, cabe aclarar que las fiscalías
estuvieron especialmente cerradas, para que los compañeros no pudieran
denunciar ahí las detenciones y el secuestro.
Del mismo modo, en junio intentaron desalojar un grupo de
viviendas que se encuentran en tierras tomadas en Piedra Blanca. Los compañeros
del Encuentro de Organizaciones lograron trabar el desalojo con recursos
técnicos. Días después, tres compañeros de esa organización fueron denunciados
públicamente por el Ministro de Desarrollo Social, Passerini, acusados de
encabezar una asociación ilícita para instigar las tomas de tierras.
Todos estos conflictos, en los que el estado no sólo aplica
sus fuerzas especiales para reprimirlos, sino que se sirve de su brazo judicial
para perseguir a los luchadores, leyes antiterroristas en mano, y de los medios
de comunicación para denunciarlos y deslegitimar su lucha, se suman al
vaciamiento y desalojo de fábricas en la ciudad de Córdoba y a la apropiación
por parte del gobierno de teatros y centros culturales, para vendérselos a
empresarios de la noche o de cadenas de restaurantes. “La Piojera”, un teatro del
barrio de Alberdi, está ahora en el medio de una disputa entre el barrio, que
quiere usarlo para realizar actividades culturales, y el gobierno, que pretende
cerrarlo para vender el espacio.
Por todo esto es que el gobierno cordobés aplica el DOT,
profundiza el trabajo de inteligencia sobre los sectores organizados, los
persigue armándoles causas y sella su alianza con los empresarios mediante el
negocio de las tierras y el uso de los medios para criminalizar la protesta
social.
Desde CORREPI, a través de nuestra militancia en el ENA con
el conjunto de organizaciones antirrepresivas del país, denunciamos que la
represión es una política de estado, que se aplica sistemáticamente, en este
caso, sobre sectores organizados y que la aplicación del DOT es una expresión
de cómo el estado profundiza la represión, frente a la invisibilización con la
que colaboran activamente los medios masivos de comunicación.
Nota relacionada: Infantería patrullará los barrios de Córdoba
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