domingo, septiembre 29, 2013

Opinión: “Respetuosa respuesta a su señoría Jorge Criado”, por Juan Cruz Lagos



Por Juan Cruz Lagos *

1.- Corrían otros tiempos cuando se afirmaba que los jueces hablan, exclusivamente, por sus sentencias.

Ese mandato puede resultar hoy utópico, en la era de los medios masivos de comunicación y la “espectacularización” de la Justicia, en la que un Fiscal o un Magistrado puede ser un personaje público y, llegado el caso, equiparar en fama a una estrella de farándula.

Subsiste sin embargo un núcleo duro en esa afirmación: es dable en los Jueces una actitud prudente, que evite confrontar con los justiciables y acredite la mesura y ecuanimidad exigibles a quienes deben dirimir los conflictos judiciales.

2.- En el difícil escenario que nos presenta la realidad contemporánea, la opacidad de los procedimientos judiciales tiene la particularidad de revictimizar permanentemente a quien ha padecido, como víctima, un delito.

Así, quien sufrió en carne propia un homicidio, una violación o (como es mi caso) un grave atentado contra su propiedad (y por añadidura, su tranquilidad, su seguridad familiar, su proyecto de vida) es victimizado una vez más por un aparato judicial que le informa que el poder punitivo del Estado es estéril, que tal o cuál artículo de tal o cuál texto legal ha determinado que el posible delincuente permanezca libre e impune. En fin, le informa que el delito es una práctica corriente que puede consolidarse y proliferar, al amparo de leyes abstrusas y prácticas ritualistas.

Este mal, que afecta visceralmente a la justicia en sus diversos estamentos, nos atañe a toda la ciudadanía; ninguno de nosotros esta exento de sufrir esta segunda muerte, esta segunda violación, este segundo ataque, ahora por parte de una Justicia que por momentos parece haberse vuelto ciega, pero no por imparcial, sino por ajena e indiferente a los reclamos de la sociedad.

3.- Menos frecuente es que un Magistrado, de manera directa, se dirija a una víctima de un ilícto, luego de haber claudicado de manera consciente de la búsqueda de la verdad (que es el concepto que de exceso ritual manifiesto dio nuestra Corte Suprema en el caso “Colalillo”), para marcarle el terreno y señalarle qué afirmaciones le va a permitir que realice.

Lamento profundamente que el Sr. Juez Jorge Criado haya tomado a título personal mis afirmaciones sobre los problemas morales que aquejan la justicia.

Aclaro que jamás he aludido a su moral a título personal, sino al déficit ético que genera decisiones vacías de contenido, en las que prevalecen ritos y ceremonias que sofocan todo atisbo de verdad y de eticidad en las decisiones. Son temas que transito con cierta frecuencia, desde la cátedra, en la que reflexionamos con mis alumnos sobre asuntos filosóficos y morales, en un ámbito pluralista y riguroso.

Pero no es en mi carácter de Profesor de Filosofía que realicé los planteos que el Juez Criado “no me permite” formular. Fue en mi carácter de una persona cualquiera (sin que importe quién soy, qué cargo ocupo o de quien soy pariente, como bien dijo el Señor Juez), de un justiciable afectado que observa incrédulo cómo se consagran situaciones de impunidad.

Y, aunque a Su Señoría le pese, no necesito pedir permiso a nadie para expresar mis opiniones. En un sistema democrático, la libertad de expresión es un derecho fundamental, incluso cuando se refiere a prácticas institucionales y a conductas de funcionarios o magistrados (que según nuestra Corte, están sujetos a un escrutinio mayor por parte de la sociedad y pueden ser objeto de opiniones libres de la sociedad, que no genera responsabilidad alguna).

4.- No se alcanza a advertir a qué se refiere el convite o la advertencia del Sr. Juez a fin de que conversamos o discutamos en la sede que corresponda o en el ámbito de que se trate sobre estas cuestiones; no obstante, debo desde ya aceptarlo, por cuanto considero que todo debate o discusión sobre la práctica de las instituciones debe ser asumida, como manera de democratizar de manera real la administración de justicia y superar las arcaicas concepciones en las que el Juez, por su mera condición de tal, era considerado un ser supremo e infalible, que a nadie (y mucho menos a la sociedad) debía explicaciones de su accionar.

Tampoco tengo inconvenientes en señalarse a S.S. (y se lo he dicho personalmente) que me parece inadecuado que intervenga en una causa en la que el abogado de los imputados (hoy sobreseídos) es su primo, ya que la imparcialidad y la sospecha de parcialidad van más allá de los taxativos mecanismos procesales y, como lo dice el saber popular, en materia de honestidad además de ser, es importante parecer.

5.- Podría terminar estas líneas apelando a mi condición de víctima; construyendo una cadena de solidaridad; señalando a la manera de Bertold Bretch los riesgos de la indiferencia y el hecho de que todos estamos expuestos al delito.

En esta línea, podría citar a la filósofa Diana Cohen Agrest, cuando describe con precisión quirúrgica el silenciamiento al que son sometidas las víctimas de ilícitos, a las que se pide que “no hablen desde el dolor”, enmudeciendo su reclamo ante la palabra omnipotente del Poder Judicial.

No es mi intención. Pretendo hablar como cualquier persona, víctima o no, que en un Estado democrático tiene derecho a expresar su parecer sobre las instituciones (reitero que no he aludido a título personal al Dr. Criado), sin previamente pedirle autorización a ninguna personalidad iluminada.

Criado me hizo saber por los medios que “no me permitirá” ejercer esta libertad de expresión. Con mayor humildad, sin advertencias, ni amenazas, ni imposiciones, me atrevo a sugerirle a S.S. que en ejercicio de la debida prudencia que hace a la investidura que ocupa, recuerde aquél adagio citado al comienzo de estas líneas y empeñe toda su capacidad y honestidad (de las que no tengo duda alguna) en hablar por sus sentencias, sin prestar atención a este justiciable que, como bien dijo, no tiene rostro ni nombre al momento de administrar justicia.

* Escribano - DNI 24.584.424


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