Por Daniel Aníbal Galatro *
Cuarta y última nota.
Escribo estas líneas finales desde una casa ya semivacía en la que sólo hemos quedado Olga y yo. Para expresarlo más exactamente, permanecemos aquí los tres que iremos en pocas semanas más hacia el comienzo de una etapa imprevista en nuestras vidas: ella, yo y el lobo. Porque ese Lupus con el que convivimos desde hace tantos años no aceptará abandonar su presa y se vendrá con nosotros a seguir mostrando sus colmillos también allá en Esquel. Pero también estamos dispuestos a continuar dándole batalla en ese lugar o en cualquier otro de este mundo.
Por fuera de la casa, los que nos alientan, los que se sorprenden, los que nos miran desolados pensando que no lograremos nuestro proyecto. “Esas aventuras se emprenden solamente en la juventud” – dicen algunos. “Están capacitados para hacer algo así y mucho más” – opinan otros.
Hoy nos miramos a los ojos y sellamos el trato. Solamente ella y yo, porque intentamos que el tercer pasajero no decida esta vez. Haremos todo lo necesario para cumplir este sueño. A pesar de las dificultades conocidas, a pesar de las dificultades por conocer.
Nuestro destino. Quizá esté escrito en alguna parte o tal vez lo estemos escribiendo nosotros. De todos modos que sea, si debe ser.
Si Dios quiere, ya que es quien proveerá – como decía mi abuela gallega -, nuestro próximo contacto con muchos de ustedes será cara a cara, mirándonos de frente y, como siempre lo hacemos, sin nada que ocultar.
Si Dios quiere, tendremos el placer de estrechar sus manos, colmado nuestro pecho por dos sentimientos contrapuestos: el temor inherente a un futuro aún desconocido pero ansiado como mejor, y la satisfacción que conllevará el haber superado un primer gran desafío. Porque posar nuestros pies en Esquel significará que nos hemos atrevido a plantearnos un nuevo tiempo en un nuevo lugar.
*dgalatrog@hotmail.com
Cuarta y última nota.
Escribo estas líneas finales desde una casa ya semivacía en la que sólo hemos quedado Olga y yo. Para expresarlo más exactamente, permanecemos aquí los tres que iremos en pocas semanas más hacia el comienzo de una etapa imprevista en nuestras vidas: ella, yo y el lobo. Porque ese Lupus con el que convivimos desde hace tantos años no aceptará abandonar su presa y se vendrá con nosotros a seguir mostrando sus colmillos también allá en Esquel. Pero también estamos dispuestos a continuar dándole batalla en ese lugar o en cualquier otro de este mundo.
Por fuera de la casa, los que nos alientan, los que se sorprenden, los que nos miran desolados pensando que no lograremos nuestro proyecto. “Esas aventuras se emprenden solamente en la juventud” – dicen algunos. “Están capacitados para hacer algo así y mucho más” – opinan otros.
Hoy nos miramos a los ojos y sellamos el trato. Solamente ella y yo, porque intentamos que el tercer pasajero no decida esta vez. Haremos todo lo necesario para cumplir este sueño. A pesar de las dificultades conocidas, a pesar de las dificultades por conocer.
Nuestro destino. Quizá esté escrito en alguna parte o tal vez lo estemos escribiendo nosotros. De todos modos que sea, si debe ser.
Si Dios quiere, ya que es quien proveerá – como decía mi abuela gallega -, nuestro próximo contacto con muchos de ustedes será cara a cara, mirándonos de frente y, como siempre lo hacemos, sin nada que ocultar.
Si Dios quiere, tendremos el placer de estrechar sus manos, colmado nuestro pecho por dos sentimientos contrapuestos: el temor inherente a un futuro aún desconocido pero ansiado como mejor, y la satisfacción que conllevará el haber superado un primer gran desafío. Porque posar nuestros pies en Esquel significará que nos hemos atrevido a plantearnos un nuevo tiempo en un nuevo lugar.
*dgalatrog@hotmail.com
Notas anteriores:
* Un Nuevo tiempo en un nuevo lugar (3ra nota)
* Un nuevo tiempo en un nuevo lugar (2ra nota)
* Un nuevo tiempo en un nuevo lugar (1ra nota)
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