jueves, febrero 12, 2009

Opinión: “Violenta metodología de la policía local la convierte moralmente en subversiva”


Por Abla Carballo *

Aunque en algunos temas el accionar es inmoral, según quienes interpretan la ley puede ser aceptablemente legal. Sólo que la acotación está referida a actos meramente administrativos.

Lo que se trata aquí es del comportamiento de policías con responsabilidad de guardar el orden y/o evitar abusos y delincuencia. Pero, son estos mismos uniformados quienes sistemáticamente ignoran la ley y la Constitución. Es decir, no respetan los derechos ciudadanos, los derechos humanos, y en consecuencia, no respetan la democracia.

Las víctimas de los apremios ilegales por el comportamiento y actitudes policíacas, en su mayoría son jóvenes, quienes no se atreven a hacer las respectivas denuncias por miedo a las represalias.

Para quienes desconocen los comportamientos aberrantes, que para el caso resultan absurdos, se trata del maltrato verbal y físico hacia cientos de jóvenes menores y otros mayores de edad, ejercidos por policías amparados además, con su uniforme y el arma que llevan.

Los sucesos denunciados por madres y padres de los jóvenes que sufrieron la violencia policial el fin de semana próximo pasado, son apenas la punta del iceberg mostrando la costumbre de esa autoridad.

Puntualmente, los hechos se conocieron a través de noticieros locales. Jóvenes insultados y golpeados en la calle primero y luego en la comisaría. Para el caso, elementalmente, existen ordenanzas a las que se recurriría si el agente tuviera buena voluntad y respetara a las personas y las normas.

Luego de la sensación de repugnancia y pena que causa noticias de esta naturaleza, inmediatamente la memoria se remonta a decenas de años porque este patrón se repite y contraviene los derechos ciudadanos.

Desde la ofensa, la humillación y el ultraje hasta situaciones a veces irreversibles padecidas mayoritariamente por jóvenes, se puede repasar la desmesura que muestran a través de la irracionalidad estos hombres con escasa características humanas.

Sorprendió, también, las declaraciones de la autoridad policial local quien describió los hechos a la prensa pero desconoció la incomprensión, mejor dicho, la incompetencia de sus subalternos.

Ante el hábito de la misma naturaleza -palizas, insultos y amedrentamiento a punta de pistola reglamentaria al desobediente o transgresor- esa falta de mesura produce una sensación de despropósito y de sentido. Porque ¿hacia dónde apunta la arbitrariedad y el capricho? No hay medida. ¿Y quién establece la medida? La establece la naturaleza, el sentido de la cosa. La policía es para ayudar, para poner orden. De igual manera la autoridad política es responsable de fijar los fines no ya de las cosas, sino del sentido. Es decir, adónde van dirigidas las políticas en la sociedad. Todo esto para decir alguna palabra sobre la tragedia que significa, que quien representa el orden actúa en la anomia, sin el límite que le impone la autoridad.

Vuelve así a plantearse una vez más la vieja relación entre el poder –como capacidad de exigir obediencia a los otros-, y la autoridad –como el crédito del que goza una persona por el trabajo que debe realizar como policía- que, para colmo de males, es un poder casi siempre vicario. Es decir, un sustituto de la ley.

De manera que nuestra comunidad tiene un conflicto, un compromiso y un problema que supone un orden por encima de los hechos: “una paz aparente”. Y para no andar corriendo detrás de los hechos, en la recepción de las demandas solamente, urge la solución, porque la consecuencia ante la carencia de autoridad es la desmesura, donde nada crece, fructifica la esterilidad y la disolución.-

* DNI 4159560

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